Cualquiera que haya caminado más se treinta y tres minutos por la Sierra de Madrid, sabe que la Senda Alakán es un paseo de gran sencillez física pues se puede recorrer en treinta y tres minutos sin mucha exigencia; pero, amigo lector, si decides emplear el corazón y la mente en esta tarea, puedes ocupar todo el tiempo que desees. Recuerda que el abad Virila del Monasterio de Leire pasó trescientos años en éxtasis ante la contemplación y la escucha de un pájaro cantor, según asegura la leyenda.
El gran montañero Anatoli Boukreev (Cheliávinsk 1958 – Annapurna 25 diciembre 1997) decía que la montaña no es un estadio donde satisfacer la ambición deportiva, sino una catedral donde practicar la religión. “Yo voy a las montañas como las personas van a la oración. Desde sus majestuosas cimas veo mi pasado, sueño el futuro y, con una inusual agudeza, experimento el momento presente...mi visión se aclara, mis fuerzas se renuevan. En las montañas yo celebro la creación. En cada viaje (a ellas) nazco de nuevo”
La Senda Alakán está tamizada de frondosos helechos.
Yo recorrí la Senda Alakán desde el aparcamiento de La Barranca. Crucé con mis compañeros el segundo embalse, muy próximo al aparcamiento, conocido como embalse del ejército del aire y entramos al pinar por una portilla de hierro. Los pinos en esta parte de la sierra son derechos y altos, de una sencilla altivez como la naturaleza misma de las gentes que se saben buenos vecinos y necesarios colaboradores para el mejor desarrollo común.
La senda que encuentro al comenzar la marcha me lleva hasta el cruce del arroyo de la Maliciosa y ya entro en la Senda Alakán, austera y sencilla, tamizada de helechos frondosos donde el corazón puede reposar durante mucho tiempo mecido por la ternura de la brisa, acurrucado entre el brillo sedoso de sus firmes hojas.
El sendero ha colocado un pino ciempiés para que yo me siente a contemplar la naturaleza y la vida.
Suena en mi corazón el dúo de Las Flores de Lacmé: esta es la hora / en que te veo sonreír,/ la hora bendita / en que yo puedo leer /en el corazón siempre cerrado …de los montes y de las aves. Y me detengo. El sendero ha colocado un pino ciempiés en medio de la ruta para que yo espere bajo la placida cúpula espesa de los pinos donde susurra el tiempo palabras de eternidad.
El río Navacerrada paredaño a la Senda Alakán.
Paso a paso, llaneo la brevedad de la distancia que me separa del río Navacerrada que suena con cadencia musical a mi izquierda, entre las piedras de su seno redondeadas por siglos de caricias de agua entre las dulces notas de las aves y la música: en esta cálida mañana vayamos a la orilla florecida donde el pájaro canta invocando la paz y el futuro en libertad.
La Senda Alakán se ensancha y desemboca en una amplia pista desde la que podremos partir en diferentes direcciones.
La Senda Alakán se ensancha más adelante entre el pinar para llevarnos hasta la pista desde la que nos distribuiremos en diferentes direcciones: más yo no sé qué alegría súbita se apodera de mí junto al arroyo cuando los pájaros cantan reflejos de agua y esperanza. Las plantas, el agua, las aves, la luz, los aromas y los sonidos han cautivado mi alma en esta breve e intensa Senda Alakán en estos primeros treinta y tres minutos de la marcha montañera de esta mañana.
Javier Agra.