Senderismo de los sentidos en la sierra de Espadán

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Gigantes quebrantados y silenciosos esos olivos que aparecen a las puertas de un sendero que nos elevará hacia la espectacular ventana de la sierra de Espadán.



Amanece en Artana. Un pequeño pueblo de Castellón que posee las llaves de uno de los Parques Naturales más hermosos de la Comunidad Valenciana, la sierra de Espadán. En sus caminos puedes escuchar a la brisa pidiéndote que te atrevas a rozar esas plantitas aromáticas que crecen a la vera del camino para que puedas mantener su aroma natural en tu piel. Te incita a que busques, más allá de esa vegetación de intenso verde, los cortados impresionantes de piedra rojiza que se perfilan en el cielo azul. Te pide que escuches la vida corretear a tu lado a través de esos pajarillos que revolotean de rama en rama o el crujir de tus propios pasos entre la tierra y las piedrecillas.



En la sierra de Espadán hay tramos de roca caliza que convierten el paisaje en una sombra grisácea de aspecto más frío. Pero en otros, la calidez de esa tierra arcillosa nos ofrece una naturaleza virgen que contrasta con el poderío de los bosques de pino y alcornoques en las alturas. Y allí, a los pies de esos senderos que prometen experiencias algo duras pero gratificantes, se encuentran vigilantes los olivos milenarios. Y descendiendo hacia el valle, más allá de la sierra, aparecen los tonos naranjas y blancos de los naranjales. Agua de extraordinaria pureza que es envasada; olivos majestuosos que ofrecen cada año su zumo de oro líquido; alcornoques que, cuando se ven desprovistos de sus vestiduras, ha sido porque su corcho ha pasado a encerrar el aroma y el sabor de los vinos y cavas de nuestro país.Naturaleza desbordante gracias a la calidad de sus aguas y de todos los pueblos que supieron aprovecharla construyendo aljibes, pozos, molinos… ¿Preparado? Botas de montaña, mochila con algo de alimento y agua y un bastón para ayudarnos en la ruta de Peñas Atas. Nuestra experiencia comienza en Artana donde dejamos el coche para buscar el puente que nos llevará a la entrada de estas dos rutas de senderismo: los olivos monumentales y Peñas Altas. 


Una pista de tierra ancha comparte entrada con las dos rutas. La más sencilla de realizar nos va a mostrar espectaculares monumentos vivientes, los olivos

Tiene unos seis kilómetros con una duración estimada de unas dos horas y con varios paneles que nos enseñan diferentes curiosidades de estos cultivos.



Inmensos olivos que se retuercen y ensanchan a la vera del camino. Aparecen vigilantes y silenciosos. Algunos tienen más de mil años de vida. ¿Qué tesoros históricos habrán ido guardando a lo largo de los siglos? Parecen enormes centinelas de campos y cultivos que custodian el zumo más valioso de la sierra de Espadán: un aceite de un sabor único, color dorado y de intenso aroma y textura. Esta ruta de senderismo nos enseña la herencia de antiguos pueblos que habitaron estos territorios. Parecen olivos de inmensos caparazones como si fueran ancianos gigantes que nos muestran sus profundas grietas y cicatrices. Oscuros troncos con su peculiar silueta que los lugareños saben reconocer. Algunos de ellos tienen más de tres metros y medio de perímetro.


Nos cuenta Belén, la guía de Itinerantur, que existe una forma muy curiosa de medir un tronco. Simplemente debemos conocer que la distancia que existe entre las puntas de nuestros dedos con los brazos extendidos es la misma que nuestra altura. Y entonces, con cuidado abrazamos el tronco del árbol con suma delicadeza para tener una idea de su diámetro.Los primeros indicios de consumo de aceite de oliva se localizaron en Mesopotamia. Es muy posible que fueran olivos silvestres los que fenicios y griegos extendieron por todo el Mediterráneo. A base de numerosos injertos surgieron diferentes variedades de este árbol tan longevo.Siguiendo las indicaciones hacia Peñas Altas veremos que un desvío a la izquierda nos va aproximando entre campos de cultivos a la montaña. Y desde el momento que empecemos a zigzaguear por el camino iremos ascendiendo levemente.


De pronto el camino desaparece para dar paso a un estrecho sendero que sube vertiginosamente entre matorrales bajos y piedra suelta. Así que… respiramos, mucha atención donde pisamos y ¡hacia arriba!


Después de una fuerte subida llegamos a un mirador de esos que quitan la respiración. Nos encontramos en el Alto de la Rápita. A nuestro alrededor aparecen las montañas de la sierra de Espadán, el castillo de Castro, Penyagolosa, el Desierto de las Palmas y la silueta inconfundible de las Agujas de Santa Águeda y el mar.




Después de llanear a esta altura, veremos que el sustrato comienza a cambiar de color al igual que la vegetación. Ya no es tierra caliza con bosquetes de pino sino que ha ido sustituyéndose por ese rojizo tan característico de la arcilla. Trepidantes cortados de piedra arcillosa con afiladas siluetas que se vuelcan al vacío. Nuestro sendero nos indica que va a comenzar a descender de forma muy brusca entre pedregales. Es mejor que nos ayudemos del bastón para no castigar tanto las rodillas.



Un recorrido hermoso esta bajada ya que nos internamos en un bosque muy húmedo de alcornoques. Por cierto, antes comentábamos que el agua de Artana tiene una gran pureza. Y es debido a la piedra rojiza que es porosa y ácida. El agua no arrastra ningún residuo a su paso y por ello goza de una gran calidad. Por eso es muy saludable para los problemas del riñón.  Al contrario ocurre con la piedra calcárea que tiene gran cantidad de calcio y otros residuos que el agua se lleva consigo.



Y vamos viendo las Peñas Altas desde diferentes perspectivas. Escalofriantes paredes verticales, rotas, desgajadas y con formas imaginarias.Llegamos al mirador donde podemos descansar de esta ruta de senderismo en alguno de sus bancos de madera. Ya terminó el recorrido más difícil. A partir de aquí, el camino va ensanchando hasta convertirse en una excelente pista de tierra.



Nos queda una última parada cultural, la caseta del Tío Xoto. La encontramos en un desvío señalizado a nuestra derecha.



Desde hace miles de años, la abundancia de piedra en la sierra de Espadán supuso una gran dificultad para cultivar. Pero, desde las primeras civilizaciones que ocuparon estas tierras, se supo dominar la naturaleza para uso propio. La abundancia de piedra rojiza favoreció la construcción de casas con el sistema de piedra seca, es decir, sin argamasa. Muros sólidos que resistieron los embates del tiempo. Además, el rodeno fue utilizado para la creación de bancales. Unas construcciones muy típicas en las laderas de las montañas de Espadán.Esta caseta está construida piedra sobre piedra. Al entrar vemos una bóveda cerrada terminada en círculo. Tiene una pequeña chimenea. En este tipo de casas, las ventanas eran estrechas y largas y se abrían en el mismo muro. También solían construir aljibes para recoger el agua de la lluvia.



Como habrás podido comprobar, esta ruta de senderismo está catalogada con dificultad media. Tiene unos diez kilómetros de recorrido circular y el tiempo aproximado es de unas cuatro horas. Eso sí, dependiendo del estado físico de cada uno.Salimos a la carretera y al inicio de las dos rutas. Nos queda regresar a Artana girando hacia la derecha. Artana bien merece un paseo sosegado por sus calles de trazado morisco y que se retuercen elevándose hacia el calvario o salen hacia el exterior ofreciéndonos las vistas desde algún mirador. Van apareciendo antiguas casas blancas y ventanas azules; calles empredadas, fuentes, pequeñas capillas en las fachadas de algunos hogares, plazoletas y alguna casa de estilo modernista.



Si te interesa aquí te dejo las coordenadas de la ruta de senderismo hacia Peñas Altas. 




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