En los países árabes: la obligación de vestir el burka o el niqab, la sumisión de la mujer al hombre, la invisibilidad de las mujeres en los asuntos públicos, entre otras.
En los países asiáticos: la explotación sexual, la venta de mujeres, la obligación de autoinmolarse de las viudas en la India, entre otras.
En los países occidentales: la violencia de género, educación sexista, las desigualdades sociales y en el trabajo, entre otras.
Aparte de estas grandes brechas que aún siguen abiertas en contra de la mujer, y que duelen mucho, hoy voy a plantear una cuestión más trivial, no por ello menos discriminatoria, que tenemos muy asumida en nuestra sociedad.
¿Señora o señorita?
Los hombres, desde que cumplen la mayoría de edad, ya son señores. Y si alguien quiere saber su estado civil, se lo pregunta directamente: ¿Soltero o casado?
Sin embargo, las mujeres, no adquirimos el grado de señoras (que vendría a ser como un reconocimiento social de madurez) hasta que nos casamos, como si le hiciera falta a una mujer estar unida a un hombre para adquirir su reconocimiento social completo. ¡Qué fuerte!
(Es seguro que no han pensado sobre ello).