Culpar ahora de lo que no se hizo antes, es cinismo, cuando no difamación interesada o partidista. El foco más importante de la epidemia, y hasta cierto punto desbocado, está en Madrid, y no es consecuencia de la manifestación del 8-M celebrada allí. Estas manifestaciones se realizaron en muchas otras ciudades del país, sin que hayan generado focos de infección semejantes. Tampoco lo justifica el volumen de la población madrileña. Existen otras causas que intentan no explicitarse abiertamente. Se trata, en definitiva, de la comunidad donde se hicieron más recortes en la sanidad y se privatizaron más hospitales, precisamente por parte del partido que actualmente gobierna el Ayuntamiento y la Comunidad, y el que preside el actual líder de la oposición, que exige responsabilidades y dictamina culpabilidades cada día. Sería exigible mayor corresponsabilidad ante una emergencia de esta naturaleza, de índole global.
Hay que evitar, eso sí, los contactos físicos (darse la mano, abrazos, besos), no las relaciones con gente sana. Mantener una distancia de algo más de un metro, para evitar estar expuestos a emisiones que se expulsan al hablar y respirar, es prudente, pero no significa el rechazo o la huida de los otros como si fueran unos apestados. Sin embargo, el roce y la cercanía casi íntima que se produce en aglomeraciones y sitios cerrados sin ventilación están totalmente contraindicados, hay que rechazarlos. Entre un extremo y el otro se halla el término medio espacial de la sensatez.
Tampoco hay que interpretar las medidas de aislamiento como unas vacaciones extras que se pueden aprovechar para viajar o hacer turismo. Ello supondría propagar la infección a otras zonas afortunadamente libres de ella. Los desplazamientos deben evitarse, si no es por causa de fuerza mayor.
El número creciente de contagios, que se multiplican a diario de manera casi exponencial, justifica la alarma decretada por el Gobierno. Las medidas adoptadas, que requieren de la responsabilidad individual de todos, responden a protocolos establecidos para reducir la propagación y contener la expansión de la epidemia, no a causa de su letalidad.
El virus de la actual epidemia no tiene tratamiento, de momento. Muchas de las epidemias virales de los últimos años se deben al contagio por virus de animales que saltan al ser humano, y surgen en zonas con deficientes medidas higiénicas, tanto en animales como en personas. De ahí que estas epidemias se originen, habitualmente, en países en vías de desarrollo, desde donde se transmiten al resto del mundo hasta tanto se disponen de instrumentos de control terapéutico (fármacos, vacunas, etc.)
Todo lo cual nos obliga a la responsabilidad, la sensatez y la paciencia para hacer frente al virus, aunque no estemos acostumbrados a permanecer encerrados, no sólo en nuestros hogares, sino con nosotros mismos y nuestras neuras. Quince días es poco tiempo, pero me temo que nos parecerá una eternidad, además de un problema para los que no saben qué hacer con los hijos ni a quién dejárselos, pierden el empleo, dejan de ganar dinero en sus negocios o se ven forzados a adelantar sus vacaciones. Un follón.