Por Ileana Medina Hernández
Llega a la oficina una muchacha jovencita, tendría unos 15 ó 16 años, con un bebé de más o menos año y medio en brazos.
Le pregunto qué desea, y me dice que quiere información sobre el Carnet Joven. ¿Es para ti? Le pregunto. Responde: Me manda mi madre, pero ella está abajo dando de mamar al niño.
-¿Donde abajo?
-En la planta de abajo, en la sala de familias numerosas.
-¿Te acompaño y la vemos a ella?
Les acompaño, mientras la adolescente lleva cargado al que ahora sé que es su hermanito.
Está la madre de todos, sentada en una esquinita dando de mamar, con el pecho muy tapado. Le pregunto para quién son los carnets y me dice que para ella (la chica que había subido a buscarme) y para su otra hermana (que no ha venido). Le explico lo que necesitan presentar, me dice que no tiene los DNI de las niñas, y que vendrá en otro momento.
Y al terminar, se ruboriza: -Y disculpe por la molestia... y se mira para el pecho donde está prendido su bebé recién nacido, indicando la causa de que no pudiera subir ella misma.
Le digo: -No tiene que disculparse. Está haciendo usted la labor más hermosa del mundo...
Y se me aguan los ojos y se me hace un nudo en la garganta... que me impide decir nada más, y me alejo de prisa.
No puedo evitarlo.
¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué me emociono tanto con este tema? ¿Por qué me dan ganas de felicitar, besar y abrazar a todas las mujeres que veo dando el pecho?
¿Por qué se me ilumina la mirada cada vez que veo una mamá con un bebé? ¿Por qué siento una especial sensibilidad con todas las madres de niños pequeños, y unas grandes ganas de decirles: ámelo mucho, cójalo en brazos, abrácelo, mímelo mucho, por favor? ¿Y enormes ganas de darles a ellas mismas un gran abrazo?
¿Qué tendré por ahí por mi propio inconsciente?