La semana 14 de 2018 iniciada este lunes ha resultado la peor para España desde que la Constitución evitó en octubre el golpe de Estado independentista en Cataluña al expulsar del poder político a sus impulsores, aunque se mantiene el armazón separatista construido durante décadas.
Tres acontecimientos han herido estos días al Estado. El primero de esta “septimana horribilis”, aunque parezca el de menor importancia, fue el choque entre dos reinas, una emérita y otra desde 2014, consortes de los Reyes y Jefes de Estado anterior y actual.
El segundo caso, la decisión de un juez regional alemán de considerar “inadmisible” el delito de rebelión de Carles Puigdemont para conceder su extradición.
Lo que muestra que Alemania, y 73 años después del suicidio de Hitler, ha renovado la tolerancia judicial de la República de Weimar, que le permitió a pesar de su sangriento “putsch” de 1923 llegar legalmente al poder en 1933 con violencia de “baja intensidad”.
El tercer acontecimiento es la presunta falsificación de datos en un título universitario de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, que cayó aparentemente en la corrupción contra la que luchaba: las CC.AA. pueden albergar lodazales de podredumbres, favores políticos y endogamias.
El acto en el que la esposa de Felipe VI, pareció despreciar públicamente a su suegra, la Reina Sofía, está siendo aprovechado en multitud de foros e influyentes medios para demoler la Constitución y la unidad del Estado, representados en la actual monarquía.
El golpismo catalán suavizado en Alemania, la explotación morbosa del caso de las reinas para derruir el actual Estado y la corrupción permiten parafrasear aquí a Isabel II de Inglaterra calificando 1992 –separación del príncipe Carlos y Lady Di y diez desgracias más-- como su “annus horribilis”: esta “septimana horribilis” también es lamentable para España.
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SALAS