Esto viene a colación porque no es infrecuente encontrar en los medios de comunicación noticias y comentarios acerca de una sequía que, al parecer, afecta a determinadas zonas del país, intercaladas con otras informaciones sobre los estragos que causan tormentas e inundaciones en diversos lugares de la Península. Es cierto que una cosa no quita la otra y que puede darse la coincidencia de una sequía en un área determinada con aguaceros torrenciales en otra. Pero que se prodiguen unos sin influir en otros es, cuando menos, sorprendente y llamativo.
Cualquier lector de prensa, oyente de radio, espectador de televisión o navegante de Internet, es decir, el simple consumidor de información en cualquier soporte, se enfrenta a noticias que, en el intervalo de pocos meses o con el cambio de estación, le informan de que el agua recogida con las últimas precipitaciones aumenta las reservas y garantiza el abastecimiento de los próximos años, o que, por el contrario, el campo está soportando una “pertinaz” sequía que hace peligrar las cosechas, el pasto para la ganadería y el consumo humano. Ante ello, el usuario de la información no sabe a qué carta quedarse: o se traga todo lo que le echen o no se cree nada. Si los medios informan de una cosa y de lo contrario, publicando cualquier nota de prensa que reciben sin analizar su contenido y, peor aún, sin confirmar ni contextualizar lo que las fuentes les interesa dar a conocer, sólo queda que el lector, oyente o espectador interesado asuma la labor de diligencia a la que renuncian los periodistas.
Los datos que ofrecen los “Informes mensuales climatológicos” de la Agencia Estatalde Meteorología (AEMET), en lo que llevamos del actual período hidrológico ha habido meses secos pero con precipitaciones inferiores a lo normal y fríos o cálidos pero húmedos o extremadamente húmedos, incluso con precipitaciones que fueron superiores a los valores normales. Es decir, falta de agua como para calificar de sequía la situación, no se ha producido en el sentido estricto del término. Diferente es que, para determinadas cosechas y los niveles de algunos embalses, no llueve cuando interesa para el regadío de algunos cultivos ni en la cantidad necesaria para compensar la sobreexplotación en algunas cuencas. Pero esto es otra cosa que tiene más que ver con la gestión de un recurso escaso e imprevisible como es el agua que con lo que es una sequía, propiamente dicha. Y los medios se prestan a la confusión.