Anoche no podía pegar ni ojo y entre pensamiento y pensamiento me vino a la cabeza qué le contaré a mis hijos adolescentes sobre sexualidad. Normalmente no pienso en estas cosas, lo veo todavía muy lejano, me centro en lo más inmediato. Pero anoche me planteaba si le diría, por ejemplo, que pienso que quedarse embarazada es muuuuuy complicado.
Creo que en mi generación somos mayoría los que hemos recibido una educación que nos hacía preguntarnos todos los días si nuestros padres habían sido jóvenes alguna vez. Yo, a día de hoy, ¡sigo teniendo dudas!. Evidentemente, eran otros tiempos, pero dudo mucho que mis padres no hubieran hecho, en su momento, ninguna de todas esas cosas que con tanto afán me prohibían, tanto miedo me metían y tan horribles les parecían.
Quizá uno de los errores que más me espantaría cometer sería el de la falta de coherencia, hipocresía, no sé muy bien cómo definirlo. Ahora soy madre y me preocupo por mi hijo, pero eso no me hace olvidar qué he hecho yo hace relativamente poco tiempo.
Me explico:
En el tema de la sexualidad, yo no puedo meterle miedo a mi hijo diciéndole que como le ponga la mano encima a una chica la va a dejar embarazada y que eso es una cosa espantosísima porque no lo creo. Esto no quita que yo le explique que el riesgo siempre existe, más cuanto más joven se es, y que hay otros muchos riesgos asociados y mucho más elevados, como es el de enfermedades de transmisión sexual. No me veo diciéndole que no se acueste con nadie nunca jamás antes del matrimonio cuando yo lo hice cuando me vino en gana y cuando me fui a vivir con mi marido sin papel de por medio.
Tampoco me veo prohibiendo a mi hijo ir a un botellón o a una fiesta o a qué se yo qué otra cosa, cuando yo he hecho auténticas burradas y me he pegado unas cogorzas tremendas. No le voy a animar a ello, me gustaría contarle con detalle mi vivencia al respecto, pero hacer como que yo no me he bebido un cubata en mi vida, me parecería una incoherencia.
La lista es larga. Yo no tuve una adolescencia ejemplar. Cuanto más me prohibían, menos caso hacía yo. Y no he salido tan mal, incluso he sido siempre muy responsable, con mis pedos, mis locuras con el coche, mis escarceos amorosos... Es más, pienso que he vivido bastante, que eso me ayudó a madurar, a discernir lo que quería hacer con mi vida y lo que no me gustaba nada y sin duda gracias a ello también estoy hoy día donde estoy.
No puedo llevarme las manos a la cabeza por el mero hecho de haberme convertido en madre. Equivocarse no es malo. Cometer locuras tampoco lo es. Los palos nos los tenemos que dar nosotros mismos, no vale de nada que te lo digan otros.
Como madre, me gustaría servir de apoyo, de punto de información. Me gustaría estar disponible, no como amiga, pero sí como consejera, como confidente. Me encantaría que mis hijos me consideraran una persona que está en el mundo, que no se escandaliza por chorradas, que no tiene una falsa moral.
No sé si lo conseguiré. Pero así, visto desde la lejanía del momento y el insomnio de anoche, me parecía posible.