Ser creativos ¿naturaleza o educación?

Publicado el 22 julio 2015 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan

Hay palabras como creatividad, innovación, talento, emprendimiento, etc. que se ponen de moda y periódicamente son agitadas por los medios de comunicación, por políticos y por profesionales reconvertidos a speakers. Palabras que se diluyen entre mensajes simplones, y con frecuencia vacíos de contenido, pero que te hacen sentir bien por unos días y terminan inflando tanto la moral como tus expectativas (convirtiéndolas en poco realistas).

Siempre me ha llamado la atención que como grupo social somos fácilmente influenciables. Nos afecta en la ropa que vestimos, los alimentos que tomamos (y cómo los preparamos), y un sinfín de cosas más. El lenguaje también evoluciona con esta especie de "cultura" popular y hay términos que vamos incorporando a nuestro vocabulario habitual. Lo hacemos casi sin darnos cuenta y lo que es peor, muchas veces sin ser plenamente conscientes de su significado. Tampoco es de extrañar si tenemos en cuenta que incluso muchos de los puntos de vista que defendemos no son más que opiniones que hemos "comprado" de otras personas. Sería divertido analizar, por ejemplo, en base a qué variables defendemos una determinada postura acerca de la crisis griega. Si rascásemos un poco estoy seguro de que nuestros argumentos se tambalearían a la primera de cambio pero no porque carezcan de sentido sino porque simplemente son la elaboración mental de otros (por eso hay líderes de opinión).

¿Se nace o se hace?

La creatividad es de esas palabras que son capaces de causar efectos casi hipnóticos. Es mencionarla y la mayoría de las personas prestarán atención a lo que tengas que decir. En realidad tiene su lógica. Habitualmente asociamos la creatividad a personas que provocan admiración por ser capaces de hacer cosas extraordinarias gracias a que saben desvincularse del pensamiento general (de ahí que algunos investigadores intenten demostrar la conexión entre la creatividad y ciertas patologías psiquiátricas). Por otro lado, todos hemos pensado en ella en algún momento e incluso es posible que tengamos una valoración subjetiva de lo poco o mucho creativo que seamos.

La eterna pregunta que muchos se plantean es ¿se nace o se hace? Pues en mi modesta opinión creo que mitad y mitad. Es cierto que todos nacemos con la habilidad de ver muchas posibles respuestas a una pregunta y de interpretarla de diferentes formas, etc. De hecho, diariamente te enfrentas a un montón de situaciones en las que seguro que eres capaz de generar diferentes alternativas, elegir la que parece más apropiada y actuar en consecuencia. Imagínate, por ejemplo, que te dispones a salir de casa, buscas las llaves del coche y no están en el lugar habitual. Estoy convencido de que tu cerebro empezará a arrojar varias opciones posibles (bajo la cama, en el bolsillo de los pantalones que usaste ayer, etc.). Este tipo de situaciones son tan habituales que no las percibes como algo extraordinario y, por supuesto, no se te ocurre llamarlo creatividad.

Es cierto que esta posibilidad de generar distintas alternativas forma parte de la creatividad pero desde luego no lo es todo. Hace falta que esas ideas sean realmente originales y aporten valor. Y en eso me temo que la madre naturaleza dota a cada ser de una capacidad diferente. Por ejemplo, todos podemos aprender a tocar el piano pero pocos terminarán convirtiéndose en pianistas virtuosos. Puede que alguno esté pensando "bueno, si le dedico suficientes horas a practicar puedo convertirme en cualquier cosa que desee". Claro, como si no existiesen limitaciones en el plano biológico o como si nuestra configuración mental fuese tan moldeable como un pedazo de arcilla. Pero a pesar de lo evidente, los charlatanes del "sí quieres, puedes" han logrado seducir a muchas personas con sus charlas motivacionales.

Diferencias interindividuales

Desde mi cuestionable punto de vista, en la creatividad, como en cualquier otra capacidad humana, encontraremos diferencias interindividuales y no todo se debe a la educación. Por muy happy flower que nos pongamos, existe un factor biológico que escapa a nuestro control y que no debemos ignorar. Condiciona si tenemos ojos azules o marrones, si tenemos un carácter inquieto o bien si somos tranquilos y apacibles, y eso son solo dos ejemplos de entre una lista interminable de rasgos. Como bien explicó Steven Pinker, no nacemos siendo una tabula rasa. Lo que sí que es cierto es que a pesar de que nuestros cerebros individuales sean distintos entre sí, podemos mejorar o entrenar ciertas habilidades.

Volviendo al ejemplo del piano parece lógico que quienes han llegado a destacar es porque han invertido mucho tiempo practicando. Ahora bien, el camino inverso no nos lleva al mismo resultado, es decir, la práctica continuada es esencial si queremos llegar a ser músico profesional y tocar realmente bien pero desde luego eso no hará que destaquemos como genios.

Afortunadamente, la creatividad como otras muchas capacidades en el ser humano se puede entrenar. De hecho, conocer el aspecto técnico o procedimental para generar nuevas ideas te ayudará a dinamizar el proceso creativo. No te convertirás en un genio, pero podrás alcanzar más y mejores resultados en tu vida personal y profesional, y eso, en los tiempos que corren, no es poca cosa.

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Psicólogo / Humanista digital / Emprendiendo en @gottraining. Me dedico al asesoramiento en procesos de transformación en organizaciones y formación para el desarrollo de competencias (soft skills). Defiendo la gestión del conocimiento como estrategia para generar resultados tangibles.