La Espiritualidad 3: Una nueva criatura
Luego de tomar la decisión de hacer un compromiso con el Señor Jesucristo como mi Señor y Salvador personal, me hallé con la realidad que, en muchas ocasiones luchaba con cosas (pensamientos, ideas, conceptos, etc.) que había practicado en mi vida sin Cristo. Obviamente, al hacerme cristiano, pensé yo, esto debió terminar, pero, ¿por qué no fue así? ¿es que soy muy pecador? ¿no habré hecho un compromiso real con Dios? Luego de mucha búsqueda y cuestionamientos, al fin llegué a comprender la situación; aunque con esto no estoy tratando ni siquiera de insinuar que tengo todas las respuestas.
Al leer a Ryrie, me doy cuenta de algunas razones por las que ocurren situaciones semejantes a la que acabo de describir anteriormente; y una es el desconocimiento que hay respecto al concepto de naturaleza, aplicando el término al cambio que se da en el hombre al nacer de nuevo. En este respecto Ryrie dice, “es mucho mejor definir la naturaleza en términos de capacidad. Así la vieja naturaleza de la carne es aquella capacidad que tienen todos los hombres de servir y de agradar a su yo, a sí mismos. O quizás se pueda decir que es la capacidad de dejar a Dios fuera de la vida de uno”. [1]
Con esta definición, Ryrie está contrarrestando la idea de que las naturalezas, tanto la vieja como la nueva, representen a dos personas distintas que viven en el cuerpo de un hombre; y aunque él indica que no podemos desacreditar del todo esta representación, si es necesario aclarar que adoptar este concepto nos lleva a evadir la responsabilidad de nuestros actos. Es decir, por ejemplo, el pecado que acabo de hacer no lo hice yo sino la vieja naturaleza que mora en mí, lo cual es antibíblico, pues a lo largo de toda la Biblia se nos enseña que el hombre es responsable ante Dios de todos sus actos, ya sean estos buenos o malos.
Ahora, en cuanto a la relación que hay entre el creyente y estas dos naturalezas, y su contraste con el no salvo, Ryrie argumenta, que “el hombre no salvo tiene una capacidad, pero el cristiano tiene dos. Esto significa que la persona no salva tiene solo un camino de operación, servir al pecado y a sí mismo, o dejar a Dios fuera de su vida, en tanto que el creyente tiene una opción. Puede servir a dios y mientras esté en su cuerpo humano puede también decidir dejar a Dios fuera y vivir según su vieja naturaleza”[2]. Aparte de esto, es digno de notar que la diferencia más distintiva entre lo viejo y lo nuevo, que es como él titula el capítulo 4 de su libro, no es la acción en sí que se realiza, sino más bien, el uso que se hace de esta acción.
Posterior al desglose de su definición de naturaleza, Ryrie describe 5 aspectos en los que se contrastan lo viejo y lo nuevo. En su lista se incluye (1) la mente, (2) el corazón, (3) la conciencia, (4) el alma y el espíritu, y (5) la voluntad. Luego de considerar cada uno de estos aspectos, en cuanto al contraste que se hace de ellos entre la vieja naturaleza y la nueva, notamos que “para poder experimentar la vida espiritual equilibrada y saludable conviene entender la presencia, la posición y la relación entre la nueva y la vieja creación dentro del creyente”. [3] Uno de los puntos que considero claves en este asunto, es el primero, que tiene que ver con la mente.
Quiero iniciar revisando un punto clave. “La mente misma parece ser neutral”, dice Ryrie, “porque su cualidad moral la determina la vieja o la nueva capacidad a la que viene sujeta”. [4] El término neutral que viene del latín neutrális y que sencillamente significa “que no participa de ninguna de las opciones en conflicto” [5], es el que no me gusta mucho para aplicarse a la mente humana. Comprendo que Ryrie quiere resaltar que la moralidad de la mente humana es determinada por la capacidad vieja o nueva dependiendo de a quién se sujete; sin embargo, pero me parece que neutral no es el término que mejor describe esto. Además, la Biblia indica que la mente del hombre no regenerada es mala, y explica además que el cristiano tiene la mente de Cristo. Esto no suena como algo neutral. Al no creyente lo domina la vieja naturaleza, en cambio, el creyente tiene una nueva naturaleza dentro de sí que puede manifestarle la mente de Cristo.
Cabe señalar que el hecho de ser cristiano no exime a una persona de dejarse dominar en su mente por la vieja naturaleza, él tiene una opción más, de la que carece el no regenerado, que está controlado por la vieja capacidad. Así, pues, el cristiano debería ocuparse en procurar mantener su mente sujeta por completo a esa nueva capacidad. Pablo aconsejó a los corintios que insinuaban que andaba en la carne, que no le provocaran, reconociendo que tenía armas dadas por Dios para derribar “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). Uno de los puntos en los que concuerdo con Ryrie, es cuando afirma, “la gente se gobierna más por las emociones más bien que por el intelecto en la vida cristiana, y en vez de llevar sus pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo, cada cartelera y cada anuncio de la televisión los lleva cautivos a la obediencia de la lujuria. Nuestras mentes debieran producir estímulo de cristianismo para el mundo; al contrario, los estímulos del mundo gobiernan nuestras mentes” [6].
Es una pena no solo leer este párrafo, sino verlo en la práxis diaria de la iglesia en la tierra. Se nota que el mundo está interesadísimo en “convertir” a la iglesia, y al parecer, la iglesia tiene muchas excusas para “evangelizar” al mundo y “convertirlo”. ¿Excusas?, no, más bien es el resultado de no manifestar la mente de Cristo en nuestro diario vivir. La vieja capacidad sigue controlando la mente del creyente y así nunca produciremos estímulo de cristianismo para el mundo, como dice Ryrie. Es necesario para manifestar la mente de Cristo, tomar en cuenta los siguientes consejos, que concuerdo con Ryrie en cuanto a ellos.
- Renovar nuestro entendimiento (Romanos 12:2) es clave para esta realidad. Se requiere una transformación de nuestro ser completo, y la mente es la primera que entra en este proceso.
- Pensar en todo lo correcto (Filipenses 4:8) es el consejo paulino. Habrá que examinar cada pensamiento y filtrarlo.
- Desechar toda malicia (1 Pedro 2:1-3) es menester para manifestar la mente de Cristo. ¿Cómo? El texto alude a la Palabra de Dios como herramienta.
- Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (1 Corintios 10:5) a cada momento en que se requiera. Se dice que Martín Lutero dijo que no se puede evitar que los pájaros vueles sobre nosotros, pero sí podemos evitar que hagan nido en nuestras cabezas.
[1] Charles C. Ryrie, Equilibrio en la Vida Cristiana (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 1966), 42-43.
[2] Ryrie, 43.
[3] Ryrie, 42.
[4] Ryrie, 44.
[5] Diccionario de la lengua española, 23ª ed., s.v. “neutral”.
[6] Ryrie, 46-47.