'Ser feminista es luchar por nuestros derechos'

Publicado el 07 abril 2011 por Daniela @lasdiosas

Foto: La Boletina/Fide Ávalos

Una joven que trabaja contra la violencia en barrios de la capital

Gloria Palacios

Soy Fanny Sánchez Bermúdez, tengo 23 años y vivo en el barrio Rubén Darío en Managua. Cuando tenía 12 años, surgió dentro de mí una revolución, un despertar de conciencia que me llevó a convertirme en una incansable luchadora por los derechos de las mujeres.
Todo empezó en mi casa, cuando mi mamá nos dijo que mi papá, mis dos hermanos, mi hermana y yo debíamos participar en los oficios domésticos. Nos enseñó que todos debíamos respetarnos y no dejar que nadie nos manipulara ni controlara.

Fui creciendo, escuchando y entendiendo que las mujeres y los hombres somos iguales y que no debemos permitir que nadie nos humille. Eso despertaba una chispita en mi mente y me decía: “¿De dónde saca mi mamá tantas palabras y cómo logra que su opinión sea escuchada?”.
 
Yo la veía salir cada semana a reunirse con otras mujeres del barrio. Un día no me aguanté tanta curiosidad y decidí acompañarla. En la reunión escuché a todas decir: “¡No a la violencia, las mujeres tenemos derechos!”. Esas palabras quedaron grabadas en mi memoria para siempre.
Yo era preadolescente cuando empecé a participar de los talleres y otras actividades del Colectivo de Mujeres Itza, donde mi mamá se reunía con mujeres de la comunidad. A partir de ahí, la niña insegura, tímida y callada que vivía en una burbuja de colores se convirtió en una joven decidida, consciente de sus derechos. Ahora soy promotora de Itza y trabajo para sensibilizar a otras jóvenes de mi zona.

Identificando la violencia en mi vida

Recuerdo que en primaria había unos chavalos mayores que yo que me molestaban, me decían un apodo terrible por mi estatura. Yo me sentía muy mal, pero nunca decía nada. En los talleres aprendíamos de autoestima y de respeto, así fui dándome cuenta de que no debía aceptar aquella situación.

Un día agarré valor y me acerqué a uno de los chavalos, justo al que más me molestaba, y lo enfrenté. Le dije: “Es la última vez que me llamás así porque yo no soy tu juguete. Si vos te sentís mal con tu autoestima, yo no tengo la culpa. Date cuenta de que tus palabras lastiman a las personas”. Estaba aprendiendo a poner límites y dando un gran cambio a mi vida.

A las chavalas de mi barrio las invito a charlas para que se documenten sobre las alternativas para salir de la violencia y tener derecho a una educación científica libre de prejuicios. A veces las apoyo para que consigan becas de estudio y las animo a que organicemos actividades recreativas en el barrio. Les digo que sigan adelante con sus sueños y que nos mantengamos unidas porque la sociedad nos hace creer que las mujeres no podemos ser amigas. Pero eso es falso porque en las buenas y en las malas somos las mujeres las que siempre estamos para darnos palabras de aliento y ayudarnos las unas a las otras.

Algunas veces creen que soy como la sabelotodo porque trato de ser firme en mis convicciones, pero en realidad soy como todas las muchachas, solamente que siempre en mis conversaciones estoy hablando de nuestros derechos como mujeres.

No hay amor sin respeto

Uno de los temas que más hablo en las charlas que imparto en los colegios de secundaria, es lo que llamo noviazgo cimarrón, que es cuando el novio ejerce poder sobre la novia. Por ejemplo, le controla su manera de vestir, la llama a cada momento, critica sus amistades e insiste en que ella le dé la llamada prueba de amor. La chavala siente que si no lo hace, la relación se puede terminar. Como me pasó a mí.
Cuando tenía 13 años tuve mi primer novio, un chavalo de 15 que vivía cerca de mi casa. Una vez nos fuimos al parque, yo me sentía nerviosa porque era la primera vez que tenía novio, no sabía qué hacer, qué decir. Él empezó a bajarme el cielo y las estrellas, decía que iba a trabajar para mantenerme, que me iba a llevar a vivir a su casa, que nunca me pegaría y que me respetaría.
Habló como una hora, y todas aquellas palabras tan bonitas sólo eran para que meacostara con él. Me sentí desilusionada. Le dije que todavía no era el momento, que mejor siguiéramos estudiando. Él no me comprendió, se enojó conmigo y hasta la fecha no me habla.

Soy una joven feminista

Actualmente estudio Banca y Finanzas en la Universidad, ya estoy por graduarme. Al principio quería estudiar Derecho, pero las circunstancias me llevaron a los números que también son una parte importante en el trabajo de las organizaciones para la formulación de proyectos.

Pienso que la independencia económica nos ayuda a lograr autonomía, para que nadie nos pueda dominar por asuntos de dinero. Una de mis principales metas personales es formar mi propia organización y buscar financiamiento dirigido a jóvenes.

En la Universidad, mis amistades, profesoras y profesores reconocen mi trabajo. Algunos docentes me piden colaboración para exponer y debatir la temática de violencia contra las mujeres. Eso me llena de satisfacción y orgullo porque al reconocerme a mí, también reconocen los derechos de todas las mujeres.
Me declaro una joven feminista, y a algunas chavalas como que les da miedo escuchar esto. Pero el feminismo no significa estar en contra de los hombres, es luchar por nuestros derechos.
El precio de ser defensora de derechos

Uno de los sucesos que más me ha marcado fue la vez que junto a otras mujeres fuimos a un plantón frente a los juzgados de Diriamba, Carazo para apoyar a una adolescente de 12 años que había tenido un niño después de haber sido violada por un hombre de 20 años. Estábamos ahí para presionar y exigir cárcel para el abusador.

Cuando lo declararon culpable, su familia agredió a las que estábamos en el plantón y dos mujeres me golpearon. Lo que más me dolió aparte de los golpes recibidos, fue ver cómo el machismo nos enseña a odiarnos entre nosotras y a defender a los abusadores.

Sigo pensando que siempre hay que apoyar a las mujeres de cualquier edad que viven violencia porque esto no es algo privado, es un problema de salud pública que nos compete como ciudadanía.

Creamos en nosotras

Quiero decirles a las chavalas que pongamos límites a las situaciones que nos hacen sentir mal. Sería bueno que se metan a alguna organización de mujeres. Estando allí se aprende mucho y se agarran fuerzas para cumplir nuestros sueños y metas.

Las mujeres somos nuestras mejores aliadas, escucharnos y compartir entre nosotras lo que nos pasa nos ayuda a crecer y transformar nuestra vida. Nunca nos detengamos o abandonemos lo que más queremos sólo porque alguien cree que no somos capaces. Podemos salir adelante, la mayor fuerza está en creer en nuestra capacidad como mujeres.

El Colectivo de Mujeres Itza es una organización que trabaja por los derechos humanos de las mujeres y en la formación de liderazgo feminista en el distrito cuatro de Managua y en la zona rural y urbana de Somoto, departamento de Madriz. Además, cuenta con un albergue para mujeres víctimas de violencia.

Contacto: Tel. Managua, 2249-0062. En Somoto, 2722-0847
Correo: itza@turbonnet.com.ni; itza.somoto@turbonnet.com.ni

Fuente: Puntos de Encuentro

Fanny Sánchez: "Ser feminista es luchar por nuestros derechos"