Ser guay:1989

Publicado el 12 noviembre 2013 por Cartas A 1985 @AntonCruces

Septiembre de 1989

 Es mi primer día de clase en el nuevo colegio. A pesar de mis intentos nada ha hecho cambiar a mi familia de opinión. A saber qué tipo de gente me encuentro en ese colegio de pijos. Muy inteligentes seguro que no, las pruebas de acceso las pasaría un caimán.

1) Completa la serie: 1,2,3, ?, 5,6.

2) ¿Cuál de estas palabras no debería estar en la siguiente lista?

Amor, paz, cariño, fimosis, concordia.

Segundo punto que no me gusta: hay que llevar uniforme.

¡Uniforme! ¡Pero si estamos entrando en los noventa!

Lo peor de todo es que tengo que llevar corbata…¡Si tengo 13 años por el amor de Dios! Odio la corbata, odio el uniforme y me pongo a llorar como un hombre pensando en lo bien que estaba con mi camisa larga desabotonada con camiseta por debajo. Todo muy  estilo Kirk Cameron. Ni siquiera me podré poner los J. Hayber salvo en clase de gimnasia. Un desastre absoluto.

Conjunto de suaves colores que causaba furor en el Marín de finales de los ochenta.

Lo que yo no sabía es que ese año se produciría un gran cambio en mi vida. No por el hecho de cambiar de colegio sino por el hecho de haber cumplido trece años. Hay empieza la pubertad y es cuando uno tiene que:

Ser guay o morir.

En mi clase se formaron varios grupos desde el principio:

-Los guays: Ya salen de noche, no hasta muy tarde, pero salen. Beben a escondidas, fuman a escondidas y ya empiezan a arrimar la cebolleta.

-Los del baloncesto: En plena fiebre de la NBA lo que les mola es hacer mates, discutir, meter triples y amar ese juego.

-Los chapones: Se sientan tranquilos en grupos de dos (tres a lo sumo) y miran como juegan los del basket. A veces se arman de valor y piden tímidamente si podrían  jugar, pero un buen balonazo en la cara acaba con sus absurdas pretensiones. El balonazo siempre es sin querer pero parece adrede.

Esta división es la misma para las niñas, simplemente hay que cambiar basket por brilé.

Uno de los cabecillas de los guays era como yo hijo de médico. Nuestros padres y madres  habían estudiado juntos en Santiago y a mi me parecía el más guay de todos. Además era repetidor así que a mis ojos era un tipo peligroso y molón. El me enseñó algunas de las cosas que no se pueden hacer si quieres ser guay.

1) Jamás preguntar si puedes ir.

─Oye Manu, ¿qué vais a hacer tú y Andrés en el recreo? 

─Vamos al banquito del fondo.

─Jo, qué planazo macho. ¿Puedo ir?

─¿Pero por qué me preguntas tío? No, no puedes…claro que puedes hombre, pero no me preguntes, ven y punto.

Mi amigo nunca vocalizó muy bien al hablar. Así que en realidad sus frases sonaban así:

─¿Propoqué meguntas tío? Nonopuedes, ¡claroder! pronoguntes venyunto.

Puede que  en realidad  me dijese que no fuera, pero yo  entendía lo otro y me acoplaba.

2) Si no sales el fin de semana eres un pardillo.

Mis padres no me dejaron salir hasta los 16 o 17 años y mis amigos salían desde los 12. Las relaciones que se fraguaban en clase se limaban fuera y yo me quedé atrás sin remisión. En el recreo del lunes los guays intercambiaban y recordaban sus vivencias del fin de semana.

Machote 1: Jo, macho, qué risa el sábado ¿eh? Me líe con Fulanita a las seis y a las ocho con Menganita. 

Machote 2: ¡No jodas! ¡Pues yo me lié con Menganita a las seis y con Fulanita a las ocho! ¡Qué casualidad! ¿Y tu Antón qué? ¿Qué tal tu fin de semana?

─¡Guay tíos! Vi Sensación de Vivir, el capítulo en el que Brenda baila en el Peach Pit ¿sabéis cuál os digo no?, pero bueno… ya lo había visto la verdad, y después por la tarde estuve jugando al fútbol en mi casa.

Machote 3: ¿Con quien?

─Con la pared. 

Silencio incómodo.

http://www.youtube.com/watch?v=46FG0ep1zq0

3) ¡Ojo con la música!

La música ha definido durante generaciones la personalidad de millones de adolescentes en todo el mundo. En más de una ocasión “eso que escuchas” sirve para llevarte a un grupo o al otro, y eso te marcará de por vida. Cuando eres niño no importa, pero con 13 ó 14 es mejor tener cuidado.

Hay que tomar nota que finales de los ochenta y principios de los noventa fue una época especialmente dura para vivir el cambio hormonal. A mí en la adolescencia me dio por bailar así que todo lo que tuviese coreografía me molaba: Michael Jackson, Milli Vanilli, New Kids on the Block, Vanilla Ice.

Los machotes todavía tenían un niño dentro, pero aquel año acabamos bailando  Grease en la obra de fin de curso. Dentro de que bailar era una “mariconada” Travolta aún tenía un pase (manda carallo).

Al llegar a BUP, y salvo contadas excepciones, no volvieron a bailar más.

A mí seguían sin dejarme salir y seguía bailando en casa. Hasta me compré el disco de Kriss Kross.

Sí. Me compré el disco.

Fueron mis horas más bajas. Lo reconozco, pero las recuerdo con cariño.

¿Vosotros fuisteis guays? ¡Qué suerte!

Salud hermanos.

Post dedicado a mi clase de 1989 y especialmente a Manuel Valenzuela Banet por el pedazo de reconocimiento a su labor como empresario. Te lo mereces. ¡Enhorabuena! Este artículo vale por una caña.