Hay algo que me pincha el corazón en estos últimos meses vividos: la avalancha de activistas de redes sociales que por teclear unas bellas palabritas se sienten salvadores del mundo. Y no quiero con esta columna, decirte ser humano, que estoy molesta contigo, sino con cómo te dejas manejar por los que tienen la sartén por el mango. No quiero, en ningún caso, ser reaccionaria, simplemente quiero interpelar a aquellos que se sienten que aportan con unas cuantas palabritas en las redes sociales. De cierto modo saber que aún queda algo de sensibilidad en los humanos corazones me ayuda a dormir tranquila cada noche. No obstante, siento que tengo el deber de expresar mi sentir respecto a una actividad que está tan de moda: la de escribir un nombre junto a un gato (#) y sentir que nuestros pecados han sido expiados (ejemplo #soycharliehebdo).
En Chile esta práctica se puso de moda el año pasado y con todo los casos que son bullados la gente se moviliza en las redes sociales: #todossomos******. Esto aplica para todo tipo de situaciones, una más serias que otras por supuesto. Mi principal crítica frente a esto, ser humano, es que no somos ni seremos nuestro prójimo por escribirlo en internet. Somos nuestro prójimo cuando día a día nos situamos en el mismo lugar que ellos, cuando prestamos una mano a un viejo o a un necesitado, cuando cedemos el asiento en el transporte público, cuando miramos a nuestros pares a los ojos, cuando sonreímos a los demás en la calle, cuando nos damos cuenta que hay más gente a nuestro alrededor, que el “yo” no debe ser situado al centro del universo.
Ser humano, quizás nos conmovimos con Charlie Hebdo, con los estudiantes de Ayotzinapa, con el señor que desapareció en nuestro barrio o el fiscal que mataron en Argentina. Pero no somos ellos. No lo somos porque simplemente conmoverse no es suficiente. Debemos actuar y la única forma de actuar está lejos de internet. Este acto es más válido cuando se hace a rostro descubierto, frente a frente como la naturaleza dicta. Toquemos un corazón por día y veremos como sí seremos nuestro prójimo, preguntémosle al vecino cómo amaneció y su alegría será nuestra y su pena será nuestra. Solo así podremos dejar de lado la hipocresía y el placer de estar a la moda y podremos realmente decir que #TodosSomosUno.
Por Cristal