El otro día publicaba una im-perfecta en su muro acerca de las reacciones de la gente sin hijos cuando las personas que sí los tienen les escuchaban hablar de su agotamiento. Por supuesto, como concluimos en el hilo, cualquiera puede sentirse cansado con o sin descendencia, faltaría más, pero cuando la situación es esta última el agotamiento puede llegar a ser extenuante.
Cuando son bebés el cansancio es extremadamente físico. En mi caso no se llevan ni dos años, son inquietas, especialmente la pequeña, y se dieron otras circunstancias que algunos día me hacían sentir muy al límite de mis propias fuerzas. Yo he llorado de puro agotamiento, más de una vez y más de dos... Así que en algún momento puede que no disfrutara plenamente de la etapa y en ese sentido prefiero con mucho la actual. Eso sí, si miro atrás siento que tuve valentía y tiré bien del carro.Pero resulta que cuando crecen tienen otro tipo de necesidades y a tu cansancio físico añades el mental. Pasas de estar con tus cachorritos-bebés, a los que alimentas, bañas, paseas, cambias el pañal y llevas puntualmente al pediatra a criar y educar a, en mi caso, dos personas que a veces agotan emocionalmente. Te preocupas por los exámenes, por si tienen un disgusto con una amiga, por si sufren por esto o aquello. Extraescolares, médicos, todo el día corriendo con la lengua fuera. Y por supuesto quieres ser una buena madre, que se sientan queridas, protegidas y que sean felices. En ese sentido esta etapa conlleva retos y dificultades mayores y grandes alegrías. A mí se me caía la baba con mis bebés, pero ahora es mucho más gratificante ver sus logros y desde luego con la dedicatoria personal que me escribió mi hija mayor por el día de la madre me sentí extasiada. A mis hijas les encanta cogerme flores y, como le decía a otra mami hace poco, eso mola más que los ramos que te mandan por Interflora. Soy una madre habitualmente cansada. No me quejo de estarlo, simplemente lo constato y lo asumo. Y si me canso con dos puedo imaginarme el mérito las que tienen tres y cuatro criaturas –no conozco hoy en día gente que se embarque en la crianza de cinco hijos o no en mi entorno–. También lo imagino porque soy la mayor de una familia numerosa. Mi madre tuvo cinco, aunque no trabajaba fuera, pero lo de dentro es una tarea a veces ingrata y no remunerada. Cinco vástagos. Una locura y una proeza.
En mi caso ahora tengo, además, déficit de una vitamina y eso suma para cansarme más, pero me digo a mi misma que con 40 años y este ritmo de trabajo fuera y dentro de casa, nenas, estudiar, lo raro sería no estar cansada. Entonces sería una especia de super woman o una rara avis. Y nada de eso. Soy como casi todas las madres que conozco. Agotadas, estresadas y superadas por momentos, pero felices de vivir esta experiencia sinigual que te cambia la vida de forma radical.