Ser madre, esposa y profesional

Publicado el 21 marzo 2019 por Griselrnunez

...es tener tres trabajos y vivir agotada 24/7. 
Compaginar todas las facetas de mi vida fue el reto del 2018. Me costó tanto acostumbrarme (todavía estoy en ese proceso), que terminé colapsando, dejándome de lado y postergando mi Cafetera de Letras. Pero aquí estoy, más madura y curtida, retomando proyectos, ordenando mi vida y volviendo a escribir para mí. ¿Te tomas una tacita de café conmigo y te cuento más? 

Ser madre, esposa y… ¿ama de casa? 


Leonor (mi hija) ya tiene un año y medio. Esa pequeñina me ha cambiado la vida. Practicamos la crianza en brazos, apego, lactancia a libre demanda, colecho y estimulación temprana. Es gratificante. También es agotador y demandante. Eso sí, no cambio por nada la crianza que le estamos dando. Es una niña inteligente, graciosa, curiosa, artística y gritona. 
El mayor reto ha sido la crianza sin manada. Como sabes, soy de Puerto Rico y vivo en Chile. Aquí no tengo familia sanguínea que pueda ayudarnos. Tampoco familia política que sea parte del proceso. Somos tres. Nada de tíos, abuelos, primos, etc. con quien contar. Y mi esposo trabaja durante todo el día (horarios drenantes) e incluso a veces los fines de semana. ¿Qué significa esto? Que la niña está conmigo en todo momento. 
¡Ojo!, no me molesta, al contrario, somos uña y mugre, nos reímos hasta el hipo, desesperamos cuando nos distanciamos y nos llenamos de besos y abrazos al mínimo detalle. Lo que sucede es que, además de ser madre, soy esposa y tengo una casa (relativamente) grande. Entonces ando con la niña para arriba y para abajo haciendo aseo, lavando ropa, cocinando, sacando basura, ordenando y mil cosas más. 
A eso súmale sacar tiempo para compartir los tres, dar un paseo, jugar en familia, leer un cuento… Súmale también el tiempo de los dos, porque toda pareja necesita tener su espacio. 

Ser profesional 


A la ecuación también debes sumarle la necesidad de generar ingresos. Obvio, ¿no? 
Si pudiera dedicarme únicamente a mi hija, mi matrimonio y mi hogar, fuera más llevadero (tal vez). Pero ni puedo ni quiero. Como profesional independiente (freelance), me dedico a la redacción y corrección de textos, las asesorías (coaching), la lectura crítica, entre otros. 
Me encanta mi trabajo. Es variado, aprendo muchísimo, me permite trabajar desde la comodidad de mi casa, me hago mi horario y establezco mi sueldo… Pero también se dificulta realizarlo cuando tienes una pequeñina pidiendo brazos, quitándote el teclado, arrojando tus libros al suelo o arrancándote la blusa para alimentarse. ¡Ah!, y cuando tienes muchas más responsabilidades y tareas en el hogar. 
Llega el punto en que, sí o sí, te organizas y trabajas cuando la leona duerme… o cuando está papá cuidándola. 

De tanto sumar, comienzas a restar… 


No sé el caso de otras mujeres, pero vivir la maternidad, el matrimonio y la profesión puede ser abrumante, sobre todo en el proceso de adaptación. A mí me costó muchísimo porque también soy TOC (:O confesiones) y me estresa la contaminación visual (tengo que ver todo limpio y ordenado en mi casa y lugar de trabajo). Si no tengo organización y estructura, me angustio, dejo de ser productiva, me irrito y termino llorando
Entonces me tocó restar. Tuve que dejar de lado mi Cafetera de Letras en lo que me adaptaba a mis nuevos roles. También perdí muchas ideas de escritura y guardé en un cajón los dos libros que estaba terminando de corregir para publicar. No escribí ni una carta el 2018. Mi huerta desapareció. 
Es triste escribir todas las semanas muchísimo, leer constantemente, hacer correcciones de manuscritos y… que todo eso sea para otras personas. No me malentiendas. Me encanta mi trabajo y me dedico 100% a mis clientes (terminan siendo mis amigos). Pero ayudar a otros a crecer en el oficio de escritor o en la producción/investigación académica (mi faceta profesional) y no tener tiempo para hacer lo mismo conmigo, fue un golpe a mi creatividad, a mi autoestima y hasta mi autocuidado. 
¡Sí!, tuve que tocar fondo y darme cuenta de que también me resté tiempo a mí. Que dejé de salir a tomar un café con alguna amiga. Que dejé de leer por placer. Que dejé de escribir a mano. Que no me di el tiempo para escuchar mis pensamientos en muchas ocasiones. Y todo eso trajo insatisfacción a mi vida. 
Porque de tanto sumar, me resté a mí. Y de tanto restar, quedé en negativo. 

Más café para tantas letras 


Cuando el colapso llegó, lloré como no tienes idea. Al poco tiempo estábamos montándonos en un avión y nos fuimos un mes de vacaciones a Puerto Rico. Fue necesario desconectar, empezar de nuevo, reencontrarme conmigo misma y con los míos. Volver a reír con amistades. Ver disfrutar a mi hija con mi familia. Hablar en mi acento. Comer con mis sabores. Respirar mar Caribe y escuchar el coquí. 
Seguí al pie de la letra los consejos de Pedro Capó: fui a la playa, me curé el alma, apagué las pantallas, me tomé una Medalla… Y me hizo muchísimo sentido aquella frase que dice “pa´ vacilar no hay que salir de Puerto Rico”. 
El duelo migratorio… vivir en otro país y extrañar a los tuyos. Criar en la distancia, sin redes. Cometer el error de perder tu esencia. Perderte a ti misma. 
Eso me pasó. Y cuando por fin sabes qué te tiene tan necia, amargada, decepcionada, triste y un cúmulo de emociones a flor de piel, no queda otra más que hacer algo. 
Me encontré nuevamente. De vuelta en mi casa, regresaron los cafés y las letras. Comenzó un proceso de gestión del tiempo para compaginar mejor todas las facetas de mi vida. Entendí que no soy Wonderwoman y busqué ayuda. Cambié mis rutinas. Me dedico tiempo a mí. Hasta tengo horario de trabajo y momentos de aseo en el hogar. Empecé a escribir de nuevo y, oficialmente, retomo Cafetera de Letras

Una Grisel más humana, más cercana 


Con este blog no solo he podido darme a conocer como profesional y generar ingresos. Este espacio me permite escribir, desahogarme, canalizar… conocer personas igual (o más) apasionadas que yo por la escritura. Tener amistades de otros países y compartir ideas, opiniones. He aprendido y he intentado enseñar lo que sé. 
Creo que la cercanía y el lado humano de Cafetera de Letras es lo que nos diferencia de otras páginas. Sí, es bueno continuar con la misma línea que llevo hasta el momento, pero quiero que me permitas compartir contigo más de lo que hago en el día a día. Tal vez por Facebook, con algún comentario o foto... 
Pero también con los posts que publico por aquí. Este, por ejemplo, es más personal. Así que te advierto que, lo más probable, haya publicaciones con otras temáticas. Me gustaría escribir sobre la estimulación temprana en los niños, darte consejos para el manejo del tiempo, enseñarte a escribir referencias en un trabajo académico, comentarte sobre el autocuidado y darte algunas ideas de cómo no caer en el abismo que estuve yo. Y sí, continuaré escribiendo sobre escritura. :) 
Aprovechemos de retomar el contacto, conocernos mejor, compartir un café conversado… acercarnos, humanizarnos y estar presentes. Sin presiones, sin reclamos, sin distancias, sin silencios. 
Te invito una vez más a ser parte de Cafetera de Letras. ¿Qué respondes?