Echando la vista atrás unos tres años, cuando mi marido y yo tomamos la decisión de tener nuestro primer hijo, tenía claro que esa decisión iba a cambiar mi vida.
Pasaría de tener una vida muy cómoda, en la que, afortunadamente, sólo tenía que preocuparme de trabajar y de intentar exprimir al máximo la vida, a tener muchas más responsabilidades (¿qué mayor responsabilidad que una vida que depende para todo de tí?,¿qué mayor responsabilidad que educar a un niño?,¿qué mayor responsabilidad que evitar que le pase algo a tu pequeño?... y así podría seguir casi hasta el infinito), menos libertad, más trabajo, más cansancio, menos espacio para mí, para mi pareja...
Había llegado el momento, como lo habían sido nuestros padres con nosotros, de ser infinitamente generosos, y asumir ese reto y responsabilidad. Había llegado el momento de cerrar el círculo.
"Por cierto, si por casualidad alguien que no sea madre esta leyendo este post, "¡no te asustes! sigue leyendo, que luego llega la recompensa"."
Pasaron los nueves meses de embarazo y ¡zas!, nuestro pequeño ya estaba entre nosotros, y ese momento en el que le ves la carita a tu bebé por primera vez y te lo ponen apoyado en tu pecho, ese momento no tiene precio.
Estoy plenamente convencida que todas las que sois madres compartís conmigo esa opinión (quizá al llegar al décimo hijo, pienses un pelín diferente, pero hasta el décimo seguro que sí).
Es precisamente en ese mismo instante cuando empecé a cambiar de opinión.
Es increíble como unas criaturitas que no hacen más que comer, llorar, pipí, caca y no dejarte dormir noche tras noche, pueden iluminar tu cara sólo con un ligera sonrisa, un abrir y cerrar de ojos, o simplemente con observarlo en silencio mientras duerme (no sabría decir cuantas horas me he podido pasar mirando la carita de mi bebé).
La vida te cambia por completo, tus cimientos se remueven de arriba a abajo, y empiezas a darte cuenta de que obviamente ser madre es duro y requiere de muchísimo esfuerzo; pero que tiene muchísimas recompensas, muchas más de las que nunca hubiera podido llegar a imaginar.
Mi bebé empezó a crecer (una pena porque a mí me encantan de bebés, tan pequeñitos, tan tiernos...) y me dí cuenta de que todas las etapas tienen sus momentos felices, da igual en que momento pienses, desde el mismo instante en que tu hijo llega a tu vida empieza a ofrecerte satisfacciones y felicidad sin límite (también mucho trabajo no nos engañemos).
Sus sonrisas, cuando hace la croqueta, sus primeros pasos, sus primeras palabras, cuando te dice mamá y te sonríe, cuando aprende a dar besos, cuando te da abrazos, cuando está enfermo y se acurruca a tu lado, cuando no puede dormir por la noche y sólo tú puedes calmarlo, cuando llegas de trabajar oye la llave en la puerta y viene corriendo y gritando ¡mamá!.... en esos momentos y en todos los que puedas imaginar te hace infinitamente feliz.
Después de 17 meses con mi pequeño, puedo afirmar que ser madre por primera vez es un acto de generosidad, sobre todo porque antes de tener un hijo no puedes ni de lejos llegar a imaginar todo lo que ese niño te va a devolver, pero una vez tienes uno, repetir, se convierte en un acto de doble lectura, por un lado tiene su vertiente altruista, generosa: implica volver de nuevo a poner tu vida patas arriba y principalmente darle un compañero de vida a tu primer hijo; pero también tiene su punto egoísta: satisfacer las ansias de volver a vivir todos y cada uno de los momentos que te aportan las diferentes etapas de la infancia de tu hijo.
"Mi hijo me ha permitido acariciar la felicidad permanentemente, recuperar la ilusión por las pequeñas cosas, vivir la vida más intensamente, sentirme la persona más afortunada del mundo, replantearme la vida, hacerme mejor persona, encontrar el tantas veces buscado sentido de la vida, permitirme conocer y sentir lo que es el amor infinito. Un amor que nunca se apagará porque se compone de lazos de sangre, lazos que son indestructibles. Ser madre por tanto ha sido mi mejor regalo" . ¿y a tí, qué te ha aportado tu hijo?
Espero haber conseguido expresar con palabras lo que para mí ha supuesto ser madre, porque como dijo Abdhu'l Ba-há "El amor es ilimitado, sin fronteras, infinito. Las cosas materiales, son limitadas, circunscritas, finitas. Nunca podréis expresar adecuadamente el amor infinito con cosa finitas".