Ser mujer en tiempos de crisis

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

Hola amigos. Tras mi último y polémico artículo sobre el feminismo que ha sido el que más comentarios ha suscitado, me gustaría en este post dar una réplica a las críticas recibidas, si bien ya lo hice en su debido momento contestando uno por uno todos los comentarios.

Entiendo que se trata de un tema quisquilloso. Un tema incluso tabú. Y no os falta razón: la mujer nunca ha sido tratada como se merece y por fin en los países del Occidente hemos logrado cierta igualdad ante la ley, pese a que la mujer siga estando discriminada en muchos trabajos, percibiendo sueldos más bajos y siendo a su vez objeto sexual para desgraciadamente no pocos hombres. Es algo vergonzoso y es algo con lo que no estoy de acuerdo en lo más mínimo. Por estas razones hablar hoy de la diferencia entre mujeres y hombres supone tener que hacerlo con sumo cuidado para no herir los sentimientos de no pocas y pocos, ya que es muy fácil caer en el estereotipo de “paternalista”, “sexista”, etc.

Pero hay algo que siempre me ha parecido un tanto estúpido. Al parecer, a la sociedad, como si de niños de primaria se tratase, le gusta dividirse en grupos opuestos y estar a favor o en contra de algo de forma tajante: o eres machista o eres feminista, o eres de derechas o de izquierdas, o estás conmigo o estás contra mí. Afortunadamente yo nunca me he situado en ninguno de estos extremos y lo que siempre he buscado es el punto intermedio donde puedan converger características positivas de ambos lados. O de muchos lados, porque nunca son dos, nada en esta vida es blanco o negro.

Volviendo al tema: no me gusta el feminismo actual. Acepto una parte de este feminismo como la igualdad de derechos que debemos tener hombres y mujeres, pero me niego a aceptar que somos iguales. Por mucho que digan los hombres que éstos pueden ser sentimentales… no lo son en la misma medida que nosotras. Un famoso libro que fue tachado de políticamente incorrecto ha sido el de Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. En él se mostró de forma casi revolucionaria que la mayoría de los problemas de las parejas se debía a que ambos hablan en el fondo lenguas diferentes, a pesar de usar las mismas palabras. Muchos dirán que esto sería generalizar, pero si hoy día la tasa de divorcios está superando la de los matrimonios, alguna razón de peso debe de haber en el fondo.

Así lo veo yo también: somos radicalmente opuestos, y no hay nada de malo en ello. Desde la forma de abordar los problemas (una mujer necesita sentirse escuchada y compartir los problemas, mientras que el hombre se suele apartar y busca llegar a la solución en meditación y silencio) hasta la forma de recibir el amor de su pareja (los hombres necesitan que la pareja confíe en ellos y crea en ellos, las mujeres son más propensas a recibir atención de su pareja, de ahí que muchos conflictos radican en que las chicas sentimos que no se nos demuestra suficiente amor, porque necesitamos con mayor frecuencia que ellos sentirnos queridas, bien sea a través de un “te quiero” o una flor regalada porque sí). Absolutamente todas y todos buscamos amor en este mundo, pero la manera de entenderlo, de vivirlo, de relacionarnos con los demás es lo que varía sustancialmente, en función de que seamos del género masculino o femenino.

Sí, lo admito: algunos hombres son menos masculinos y tienen más desarrollada su parte femenina y viceversa (todos tenemos ambas partes y no en proporciones iguales). No soy quién para juzgarles, puede tratarse de algo genético o cultural, puede deberse a temas familiares… no me meto a analizar este aspecto, lo dejo a los psicólogos, sociólogos o antropólogos.  Pero todo esto no me deja indiferente. Me interesa muchísimo conocer cómo funciona la mente humana, por qué actuamos de un modo u otro. Es más, a los Vedas los conocí por pura casualidad, en un momento de crisis interior e incluso de pareja. Conocía el famoso libro de Marte y Venus, pero fue gracias a los Vedas que me adentré en el complicado mundo de relaciones de pareja. Mi novio en aquella época estaba trabajando en otro país, era la primera vez que nos separábamos, nos veíamos cada dos o tres semanas y no me fue fácil llevarlo. Nuestras quedadas por skype se fueron convirtiendo poco a poco en conversación de besugos: él apenas me contaba sus problemas y las dificultades que atravesaba en un nuevo país, nuevo trabajo e idioma… yo por mi parte necesitaba confiarle mis miedos de estar lejos el uno del otro, mis preocupaciones, pero no sentía que recibía lo mismo de su parte. Lógicamente lo difícil era el no estar cara a cara, ya que muchas veces no hacen falta palabras para la comunicación. El caso es que ambos lo pasábamos mal, pero nuestras formas de afrontarlo eran diferentes. A mí me parecía que mi pareja estaba distante conmigo, a él que yo era una histérica y exageraba todos los problemas.

Poco a poco cambié mi forma de entender y ver la vida. Me di cuenta, tras conocer la filosofía védica, de que yo era así por ser precisamente eso: una mujer, y que le exigía a mi pareja lo que él no podía darme, por ser como era, es decir: un hombre. Que mi necesidad era comunicar mis emociones, dejar de tener miedo de ser frágil. Me di cuenta de que me habían enseñado a ser como los hombres: fuerte y segura en apariencia… cuando en el fondo necesitaba comprensión y ser escuchada.

Sí, ambos, mujeres y hombres, buscamos amor. Para ambos es vital tener una familia, cuando tenemos hijos los adoramos y queremos pasar muchísimo tiempo con ellos. No quiero decir que a un hombre le preocupe menos la familia y el hogar. Sólo que lo ven de forma distinta. Según los Vedas, el atributo de una mujer es la energía del amor. Y son las hormonas las que rigen la vida de una mujer. Creo que hasta los médicos estarían de acuerdo conmigo si digo que las hormonas juegan un papel mucho más importante en la vida de una mujer que en la de un hombre. No en vano tenemos nuestros ciclos menstruales que hacen que nuestro humor cambie con una frecuencia mucho mayor que la del varón. Nuestra salud en general depende de las hormonas. Los propios chakras en nuestro cuerpo se mueven en sentidos opuestos en función de que seamos de un sexo u otro.

Me gusta mucho esta cita del maestro Torsunov que suele repetir en sus lecciones: “La salud de una mujer se basa en sus funciones hormonales y las funciones hormonales se basan en el amor, si una mujer no comparte amor, su salud se secará como una hoja de otoño”. Torsunov nos habla de la metáfora del río de la vida en la existencia de cada persona. Para una mujer, este río de la vida serían sus relaciones personales: primero con los padres cuando es una niña, ya que serán ellos los que le darán fuerza interior, tranquilidad y autoconfianza que necesitará para elegir a su pareja. Si una mujer no se siente protegida por sus padres, empezará a sentirse muy sola y no tendrá suficiente fuerza interior para para elegir a su pareja, será el hombre el que la elija a ella.

Según los Vedas el 70% de la felicidad de una mujer viene de esas relaciones personales: con sus padres, sus hermanos, amigos, pareja, hijos. El 30% restante de la felicidad procede del trabajo que desempeñe. El río de la vida de una mujer, si está dirigido de forma adecuada, estará lleno de agua y será fructífero: le dará a la mujer una posición social, educación y trabajo.

Con todo ello, me gustaría aportar, que si en mi artículo anterior hablé de que hoy las mujeres se convierten en hombres desenvolviéndose como éstos en el mundo laboral, no quise en ningún momento decir que nuestra meta es que dejemos de trabajar. En absoluto. Como ya puntualicé en mis respuestas a vuestros comentarios, yo he trabajado toda mi vida y pienso seguir haciéndolo, sólo que ahora tengo más claro cuál es mi prioridad. Es realmente difícil hoy día – a no ser que seamos realmente ricos, pero no es el caso para la gran mayoría de nosotros – entregar la misma energía en el trabajo y en casa. Son dos ámbitos que nos absorben, especialmente si hay hijos de por medio. Lo que ocurre es que muchas personas deciden abandonar un poco el tema del hogar y dedicarse a ganar dinero, a pagar la hipoteca, el coche, los viajes, salidas, ropa de marca, etc. Es la época consumista por excelencia que todos conocemos. Pero con todo ello descuidan el hogar. El fracaso escolar está a la orden del día en España, los hijos se comunican cada vez menos con sus padres, éstos no saben muchas veces nada de la vida de sus retoños, llegan a casa a las 21:00 de la noche y apenas tienen tiempo para preguntar cómo les ha ido en la escuela.

Los Vedas dicen que son las mujeres y no los hombres el termómetro de la sociedad, si se destruye a las mujeres, la sociedad caerá por su propio peso (guerras, crisis, enfermedades). Si una mujer se ha pasado 12 horas trabajando, si ha vuelto a casa cansada, estresada, sin ganas de nada… ¿qué clase de amor podrá dar a su familia? Me temo que más bien poco. El competitivo mundo laboral consume en mayor grado nuestra energía. No, no se trata de que dejemos de trabajar, sino de tener claras las prioridades en nuestra vida. Me parece que si alguien tiene que rendir más en el trabajo, qué éste sea el hombre: tiene más fuerza física, y está preparado para la lucha (incluso biológicamente hablando).

¿Pero por qué una mujer sigue creyendo que el trabajo y la posición social es lo que prima frente a las relaciones personales? Según Torsunov, esto se debe a la innata necesidad de la mujer de proteger a sí misma y sus futuros hijos de posibles adversidades. Y no es de extrañar: no solo las mujeres hemos perdido nuestro lado femenino hoy día, también los hombres han perdido su masculinidad. Si el hombre ya no nos da garantías, ¿quién se ocupará de nosotras y nuestra familia? El problema aquí es que en principio una mujer no ha venido a “lograr” nada a este mundo, como nos lo dicen los Vedas, sino a obtenerlo gracias a sus relaciones con los demás y el amor que comparte con la gente. Eso sí, sólo una mujer auténtica logrará merecer toda esa protección sin deslomarse en un trabajo. Si nos seguimos comportando como hombres, nos irá como a ellos: tendremos que luchar día tras día para conseguir nuestros propósitos.

Por último, me gustaría comentar aquí que éste no es un artículo científico ni es para una revista de psicología de moda. Los Vedas van más allá de la ciencia, de las modas, de nuestro imaginario colectivo actual. La figura de la mujer en los Vedas se interpreta como la de una maga o semidiosa. Es así como debería ser una mujer de verdad. En la época de degradación que estamos viviendo (Kali-Yuga) las mujeres ya no poseemos esas cualidades mágicas, las perdemos en cuanto entramos en contacto con el mundo que nos rodea, muchas a su vez venimos con un karma que no nos permite darnos cuenta de nuestra verdadera misión, y la mayoría de los seres humanos nos dejamos llevar por la corriente, aceptando las cosas como nos vienen dadas desde que entramos en el jardín de infancia, el colegio, luego el instituto, la universidad… Y no solo estoy hablando de lo que el gobierno nos impone, también hablo de todo tipo de movimientos contrarios al sistema. Se trata de un mundo de polaridades: los que están a favor y los que están en contra, los que siguen las reglas y los que las rompen, los que profesan una fe o los que se declaran agnósticos o ateos, pero un sistema cerrado al fin y al cabo. Salirse de este sistema global es ganarse enemigos o pasar por loco.

Los Vedas para mí no se clasifican en el sistema. Me gusta cómo presentan la imagen de una mujer, me resulta muy cercano, muy obvio. Y quiero aprender de esto. No lo conseguiré fácilmente, pero el hecho de aproximarme un poco, de darme cuenta de que la historia no es como nos la han contado, de que siempre estamos manipulados… me resulta vital como mujer y como persona. Hablar de algo más allá de la ciencia o de la religión establecida (véase catolicismo), encontrar un modo de vivir que pocos comparten, decir que lo que sientes con el corazón es más fuerte de lo que los experimentos empíricos nos traen… es salirse del sistema con sus pros y sus contras. Al fin y al cabo sólo busco encontrarme. Al que le resulte curioso, que me siga leyendo