Hoy asistimos a un genocidio que avanza y se extiende por lugares geográficos diversos; el fanatismo tiránico y sectario de la yihad no permite la existencia de los cristianos. Son ya varios miles los que han sucumbido de manera cruel por sus perseguidores, mayoritariamente islamistas y muchos obligados a abandonar su casa y su país; son un tipo de purgas colectivas, que, en este siglo XXI, ha aparecido rabioso con su carga de extermino y muerte terribles;el rechazo y el odio, sin embargo, siguen siendo los mismos. Esta actitud y saña se combinan con la de los cristianófobos de turno, cuyo contingente crece en Occidente, donde oímos discursos y proclamas modernas acerca de la dignidad, los derechos y la libertad humana. Pero, la lesión moral que le posee hiere y está presente día a día.
De este modo, peligrosamente, casi sin percibirlo, se viene dejando notar en la mentalidad popular, una indolencia creciente ante el sufrimiento ajeno, incluso el más cercano, que aviva el procedimiento que nos arrastra de modo veloz a una cruel y paulatina insensibilidad, precisamente cuando más se reclama la humanización, solidaridad y entrega del hombre. Por fortuna, existen aún muchas criaturas, comprometidas con los derechos y carencias del prójimo, llenas de sensible bondad y misericordiosa entrega, que muestran otro hacer y pensar distintos y ello nos reconcilia, en cierto sentido, con los seres sumidos en el dolor.
C. Mudarra