Cualquiera que tenga un ordenador, cierta afición por la tecla y un manejo básico de Internet abre una bitácora como el que corre la cortina de la habitación por la mañana para que se vaya el olor a tigre. Es nuestra ventanita al mundo, nuestra manera de orearnos. Hasta nuestro modo de hacer que todo el vecindario escuche la canción que nos da marcha cuando toca zafarrancho de limpieza. En muchos casos, una especie de expiación con entrada libre para hacer al personal cómplice de nuestras bajezas.
Pero hay lugares donde ser bloguero resulta tan peligroso como jugar a la ruleta rusa. En algunas teclas llevas escondida una bala que se te puede disparar en la sien. Y a cambio de jugártela, ganas libertad. Al menos mientras duren los clics sin munición de vuelta.
Lo cuenta Lina Ben Mhenni en La revolución de la dignidad (Ed. Destino), un libro muy breve en el que la bloguera que dio alas a la 'Primavera Árabe' en Túnez cuenta, a modo de post, sus peripecias en busca de la libertad con dos armas: la palabra y una conexión a Internet. La clave de su éxito: ejercer de "electrón libre": "Un electrón libre no tiene límites. Un bloguero, una bloguera, es mil veces más eficaz, más rápido. No hay ningún líder, todo el mundo puede participar en el proceso de toma de decisiones".
Pero Lina lo deja claro: ser bloguero no es una pose. Para ella, "la verdadera función de una bloguera" es "hacer fotos, grabar secuencias de vídeo, dar testimonio, para rebatir la sarta de demencias que, sin duda alguna, los leales a ZABA [apodo de Ben Ali, dictador tunecino] iban a descargar sobre nosotros".
Jugársela a cambio del cambio. Esa es la cuestión.
[Publicado en Madrid2noticias]