Ser solidarios con Lamberto es nuestro deber.

Publicado el 01 octubre 2017 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

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Hoy el opositor está haciendo una huelga de hambre, mucho más peligrosa que aquella hambruna que muy bien conocimos los cubanos

Miércoles, septiembre 27, 2017 |  Ángel Santiesteban

LA HABANA, Cuba.- Sería bueno que los cubanos hurgáramos en nuestra memoria, que recordáramos las hambrunas que han azotado a la nación en su no tan larga existencia. Podíamos recordar ese periodo al que, eufemísticamente, se le llamó especial. Sería bueno volver la vista atrás, recordar la miseria que invadió a las mesas cubanas por aquellos días. ¿Quién no recuerda aquellos cuerpos famélicos, las caras chupadas? ¿Quién no recuerda la ansiedad infinita? ¿Cuántos pueden decir en Cuba que no se fueron nunca a la cama con el estómago vacío durante aquellos días?

Imaginemos entonces un hambre mayor, multipliquémosla por diez, por cien si les parece mejor. Si lo consiguen podrán entender algo de lo que sucede ahora mismo a Roberto Rodríguez Acevedo y Lamberto Hernández Plana, encarcelados en la prisión de Guamajal de Santa Clara, y ahora en huelga de hambre. Yo quiero contar, intentando apaciguar mi ira, por qué Lamberto se hizo disidente, por qué Lamberto hace hoy no ingiere ni un bocado.

Lamberto Hernández Plana, quien ha pasado la mitad de su vida en presidio político, fue también un joven. Yo sé de aquellos días en los que estudiaba en Gerona, en isla de Pinos. Entonces era un imberbe. Fue allí donde lo amenazaron por primera vez, pero no tenía la más mínima conciencia política, y hasta estuvo de acuerdo con aquel agente en delatar a unos angolanos que pretendían hacer un partido político, como le aseguraba el oficial.

Lamberto se mantuvo al acecho, atendió a las conversaciones, y hasta creyó que debía dar cualquier información al oficial, pero muy pronto comenzaron las amenazas de ese oficial que estaba muy seguro de que los africanos preparaban algo. Lamberto dijo entonces que no conseguía ninguna información, que al parecer aquellos hombres no confiaban en él y por eso no se abrían a la confesión. El agente estaba molesto con Lamberto porque no respondía como él esperaba y terminó amenazándolo, aseguró que si no hacía lo debido lo consideraría su enemigo.

Solo transcurrió un mes y ya el joven fue citado a la estación policial para advertirlo de que había sido acusado de un delito de “Robo con Fuerza”. Allí quedó detenido, allí le mostraron a una jinetera que solo conocía de vista pero que ellos aseguraban que la conocía más que bien. A pesar de la buena defensa de su abogado, Lamberto fue enviado a prisión.

Ese hecho le hizo tomar conciencia. Supo que desde ese momento enfrentaría al poder. Comenzó a leer y se acercó a algunos disidentes que encontró en la prisión. Fue allí donde realizó varias huelgas de hambre en protesta por los abusos que cometían contra él, y con el resto de los reclusos. Ya estaba yo en prisión cuando escuché hablar de él. Un preso contaba de una de sus huelgas de hambre, de todo el peso que había perdido. Inconsciente lo llevaron al hospital. Aquel hombre no podía olvidar el mal olor que salía del cuerpo enfermo de aquel Lamberto a quien ni siquiera le permitían asearse en aquel breve espacio.

También supe del día en que Hernandez Planas reventó un televisor contra el piso. Una fecha señalada para la “revolución” era celebrada y el rompió el aparato en el que se hacían loas al gobierno. Estuvo 24 años en prisión, y el poder confió en que al salir claudicaría, pero no lo hizo. Lamberto comenzó entonces a colaborar con algunas agencias de noticias.

Recuerdo que alguna vez me contó de aquel sitio de albergados, creado por la dictadura. Según me dijo, en aquel espacio era común que nacieran niños con leucemia. Las investigaciones aseguraron que en aquel lugar existió antes una fábrica de acetileno y que luego fue desmantelada. A pesar de las constantes advertencias para que fueran trasladados, el albergue continuó en pie, y nacieron más niños enfermos. Lamberto iba a dar a conocer la noticia, pero la dictadura se le adelantó…

Fue entonces cuando le armaron otra farsa. Lo acusaron de querer abusar de una joven, que resultó ser una recién graduada de la escuela de Derecho. Un teatro muy bien montado. Ya los oficiales de la Seguridad del Estado lo habían advertido, pero él siguió empeñado en denunciar al gobierno totalitario de los Castro.

Eso sucedió con Lamberto desde que decidiera, aquella vez en Gerona, no colaborar con la Seguridad del Estado. Y esa decisión la mantiene todavía. Hoy Lamberto está haciendo una huelga de hambre, mucho más peligrosa que aquella hambruna que muy bien conocimos los cubanos, y a la que el gobierno dio el nombre de “periodo especial”. Ser solidarios con este buen hombre es nuestro deber.

ACERCA DEL AUTOR

Ángel Santiesteban

(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.

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