Ser todo siendo nada – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas
“Se hace tarde, sin embargo quiero escribirte. Tú no estás aquí y yo no puedo estar sin ti; así que a veces imagino que no estamos lejos el uno del otro.”

—Dos cafés, con leche, por favor.

La camarera me mira extrañada, sabe que estoy sola, pero me los sirve igual. Tal vez piense que espero a alguien o que soy adicta a la cafeína… pero no sabe que, por desgracia, no es mi única adicción.

Cojo las tazas y me siento en una mesa próxima a la ventana. Desde aquí puedo ver el mar,  e imagino el rumor de sus olas y el olor a sal. Todo eso hace que mis recuerdos se aviven, espoleados por un sentimiento traicionero que sólo busca hacerme daño, a través de los laberintos que pueblan mi memoria.

¡Qué fácil habría sido decir que no! Alejarme de todo aquello que iba a quitarme las huellas gota a gota.

Habría vuelto a vivir las mismas locuras una y mil veces, joder. Ya lo creo que las habría vuelto a vivir…

Me acuso. A estas alturas, me acuso de morirme sin los rasguños que su boca deja en mi alma y en mi piel. En ambos casos, las heridas son siempre dulces de cicatrizar.

El café humeante me llena los sentidos, me dejo llevar por la promesa de sabor amargo que encierra. Se parece tanto a él… Sólo un sorbo, sólo un beso. Nunca fue sólo un sorbo, nunca fue sólo un beso.

Sólo vernos, de vez en cuando. No podía darle más tiempo del que tenía ya que el suyo se lo estaba robando. Esos momentos robados, el instante impaciente aguardando a vernos. La emoción, los nervios, la espera por encontrarnos en la estación, en aquella cafetería, o al otro lado de un abrazo de un beso que le llevé como regalo.

El dolor de los días, de los meses que nos separaban, arrastrándose entre el sexo implacable que dibujábamos sin explicaciones, más allá de nuestras miradas. Los momentos en silencio, diciéndonos lentamente todo. O descarrilando en esa carretera aprisionada en nuestras almas, a 120 instantes por latido.

La forma en que hacía que le deseara por minutos, días… años. Los mismos que le habría dado si me hubiera quedado vida por ofrecer a sus manos. Descubrirle, poco a poco, sexo a sexo, secreto a secreto. Crear una complicidad que nadie más viera. Quisiera no pensar más de un segundo en él, y es lo que necesito para ahogarme en el vacío que llevo dentro, por no verle al otro extremo del café.

Mi tentación está ahora en sus labios pero no al alcance de cualquiera de mis destinos, dar el paso a esa vida con sus destellos de magia y llenar sus calles con nuevos recuerdos, con esa esperanza pactada entre nosotros.

Soñar lo imposible a su lado y vivirlo mandando al infierno cualquier dolor que nos esperara. Imaginar ese Sur por recorrer, ese Norte por restallar. La forma en la que me invitaba a quererle más, cómo se dejaba seducir, la forma en que yo permitía que me quisiera.

Las estrellas envidiando el brillo que destilaba cuando estaba frente a mí, cuando le miraba consciente de que no habría un mañana. Echo de menos ser feliz en esos momentos. Ser todo siendo nada, en vez de lo que la vida esperara que fuera.

Y no, ya no. Eso se acabó. No volveré a ser lo que la vida, lo que los demás, esperan que sea. No volveré a ser la persona que el mundo espera que sea, nunca más.

Todo ello refleja las contradicciones que representan todo lo que quise hacer y no hice por él. Todo lo que prometió hacer y al final consiguió hacer. Se atrevió a quererme a su manera y yo le amé a la mía, con unos susurros tan ardientes que acabaron por hacerme hervir el veneno que tenía en la sangre. Un veneno que me clavó con sus pupilas, siempre afiladas, siempre ávidas de todo lo que quería darle y él cogió, sin pedir permiso.

No le habría querido tanto si hubiera sido amable cuando necesitaba que fuera amable. A ratos cariñoso, a ratos un sinvergüenza. Era imposible no quererle. Era imposible no descubrirse a una misma cuando se está entre sus besos, profundos y húmedos, como las lágrimas que prometí guardarme para él. Son suyas, como todo lo que me callé.. y aún así, él, fue capaz de escucharme.

“Vive”, me dijo aquel día. Personalmente siempre he creído que me dijo: “Quédate”

Y se fue. Se llevó con él ese perfume que me volvía loca, el sexo que me hizo adicta a sus labios. Ese cuerpo que no puedo describir. No podía seguir así, no podíamos.

Y en el fondo sé que tenía razón. Me costó aceptar que el fondo no quería seguir siendo quien era, que después de muchos años luchando por mi espacio siempre me quedó un hueco por llenar, un hueco sin fondo. Nunca fue bastante ni el sexo, ni los amores de una noche ni las sensaciones, ni los diferentes placeres. Todo eso era un castillo de naipes que se derrumbó con un simple parpadeo.

Duele dejar atrás toda una vida, toda una búsqueda de sensaciones. Y en el fondo, ese renacer, vino a ser lo mismo que hacía. La diferencia es que ese vacío tiene un nombre y unos ojos pardos en torno a una cara melancólica. Me encontré a mí misma en sus abrazos.

—Ven a buscarme cuando estés preparada —me dijo.

“El amor no se puede definir, definir es limitar y el amor no tiene límites.”

Siempre odié y amé sus acertijos, un “ya” me desesperaba un “ven” me mataba.

Y no conozco lo imposible más allá de mis latidos, no cuando él las golpea.

Sonrío. Siempre fui una romántica. Termino mi café y dejo la taza vacía junto al suyo. Sigo esperándole en cualquier lugar al que vaya y en cualquier mar pediré ese segundo café: el suyo. Esperando que venga a compartirlo conmigo. No echo de menos esa estúpida esperanza, al menos mientras me quede mar y café. Un café en que, al final, podamos ser todo.

La puerta de la cafetería suena a mi espalda y, de repente, llega hasta mí su perfume, que me recuerda a todo y a nada.

Brillas donde estás.
Y cuánto más pienso en ti, más sigo pensando.

[ Loreena McKennitt – Bonny Portmore ]

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