SERCOTEL ABBOT
Avda. de Roma, 23
08029 Barcelona
Telf: 934.300.405
Fax: 934.195.741
info@hotelabbotbarcelona.com
www.hotelabbotbarcelona.com
Habitación: 104
Fecha de Entrada: 21/10/2009
Tarifa: 64€ (Sólo Alojamiento)
A dos manzanas de la estación de Sans, en una zona en la que han proliferado de la mano del AVE los hoteles urbanos en la Ciudad Condal encontramos este viejo hotel supuestamente renovado como escenario para una mala noche en una mala posada antes de tomar un tren demasiado madrugador. El edificio de ladrillo rojo y ventanas blancas está empotrado entre otros edificios y se corona con unas letras rojas luminosas con el nombre del hotel.
La recepción es pequeña. Tras las puertas correderas de cristal un suelo de parquet nuevo nos acoge bajo unas luces frías. Apenas una columna que vende artículos de regalo, una mesa que supuestamente debería servir, con unos viejos termos y unos vasos de plástico, como bebida de cortesía y un mostrador semicircular frente a los ascensores.
El trato tras el mostrador es muy rápido y cordial. Nos toman los datos del DNI con rapidez y eficacia y nos sorprende la simpatía del joven que nos recibe. Cumplido el sagrado trámite accedemos a los ascensores. Viejos pero remozados. Con suelo de aluminio antigolpes y botonadura tan desgastada que más que leer los números hay que adivinarlos. Para que se sepa cual es el botón de Recepción se ha puesto una pegatina blanca sobre el botón. Rápidamente llegamos a nuestra planta. La misma luz fría en el techo, el mismo suelo de parquet bajo nuestros pies pero ahora con una viejísima, sucísima y raidísima alfombra de tonos azules y amarillos. Paredes amarillentas y puertas mal pintadas en color asalmonado.
Tras la puerta la escena sigue parecida. El mismo suelo y las mismas paredes y la misma sensación de que allí se hizo una mala reforma hace años y que ya está necesitando otra, que esperemos sea buena. Frente a la puerta de entrada nos encontramos la puerta del baño, con dos tornillos clavados a la altura de los ojos que no sostienen nada. El pasillo gira hacia la derecha. Estrecho. Al final hay un maletero plegable justo antes de acceder al dormitorio.
Solamente el suelo que es nuevo y está limpio y el nuevo plasma evitan esa sensación de decrepitud general. Un destartalado escritorio en imitación de madera de caoba con una incómoda silla permiten trabajar. Hay un enchufe para una lámpara de mesa que se puede eliminar para enchufar el portátil. El wifi es gratuito pero la intensidad de la señal del hotel de enfrente llega con más fuerza a nuestra habitación que la de nuestro propio hotel. Por más que lo intentamos somos incapaces de acceder a la red. A juego con el escritorio se ha dispuesto un largo cabecero con dos mesillas empotradas, ambas repletas de cosas (teléfono, papeles plastificados con horarios del hotel, folletos de propaganda, un bolígrafo). Entre medio la cama.
A los pies de esta un enorme armario bien vestido en su interior con puertas de espejo y tiradores roñosos por el paso del tiempo. Junto a él empotrado en un hueco se presenta el minibar de corto surtido. Al fondo de la habitación la ventana sobre la puerta principal. Las cortinas color rosáceo están rotas y sumamente sucias. El foscurit demasiado flojo se presenta corto y medio arrancado, por lo que la luz entra a raudales por la noche.
La cama aparece con una cubierta color azul no demasiado sucia. Debajo un colchón confortable, aunque un poco blando envuelto en unas sábanas demasiado "químicas" fruto del trato de la tintorería. El descanso se hace confortable aunque entre luz por la ventana y por las rendijas de la puerta de entrada. El aire acondicionado no resulta necesario en esta época del año, pero cuando lo sea su sonoridad impedirá el dormir bien con él encendido. La insonorización en general es manifiestamente mejorable.
Sobre las mesillas hay interruptores que apagan todas las luces, menos la lámpara de pie del escritorio, y enchufes. Además todavía queda un viejo equipo de hilo musical que no funciona ya.
Abrir la puerta del baño es todo un atrevimiento. El espacio no puede ser más ajustado. La puerta roza el límite del lavabo, empotrado en una pequeña encimera de mármol muy desgastado. Paredes de porcelana color arena que perdió su lustre y su limpieza hace mucho tiempo. Milimétricamente seguidos se presentan un inodoro sobre el que se han colocado unas baldas para presentar un champú, un gel un bodymilk y una pastilla de jabón. Seguido a él el lavabo con un pequeño espejo delante y junto a este, al final de la mini estancia, y bajo un techo practicable impresentablemente sucio, una media bañera. Vieja, antigua, protegida por una sucia cortina blanca muchísimo más larga que la altura de la bañera por lo que acabamos pisándola.
La presión del lavabo es correcta, pero la ducha además de estar colocada demasiado baja no dispone ni de presión de caudal. Para colmo el desagüe no traga bien por lo que se nos llena la bañera. Quizá sea un método para hacer las duchas cortas, y casi sin agua porque apenas cae. El juego de toallas es completo pero manifiestamente mejorable en cuanto a su limpieza y presencia.
Por la mañana un extranjero nos despide atropelladamente tras el mostrador con la corbata sin atar y la clásica pregunta "¿algo del minibar?". Adiós.
Calidad/precio: 4
Servicio: 6
Habitación: 6
Baño: 2
Estado conservación: 3.5
Valoración General: 4