¿Qué hace que una película sea fallida? En Serena descubrimos que la mera suma de "talento" no necesariamente se traduce en "calidad". Una directora danesa de prestigio, actores oscarizados, algún secundario de lujo, una historia basada en una novela de éxito, una ambientación sugerente... y el público bosteza. Desde luego la valoración de una obra de arte tiene que ser necesariamente personal. Se pueden apuntar elementos objetivos: una historia que abarca varios años, queriendo quizás abarcar toda la novela, y que pasa con demasiada ligereza por todos los hechos que se cuentan sin profundizar demasiado en nada, mucho menos en los personajes. Bradley Cooper le pide matrimonio a Jennifer Lawrence a los 7 minutos de película. Pero insisto en el misterio de por qué una película a veces "conecta" con su público, y otras veces causa indiferencia. Decía Truffaut que es mejor una mala película honesta, que una buena, falsa.
En Serena, ambientada en los años 30, un héroe es aquel que se sube a un tren en marcha para salvar a alguien en peligro. George Pemberton (Bradley Cooper) lo hace dos veces. Al principio de la historia, cuando necesitamos saber qué tipo de personaje es: un empresario emprendedor que salta a la acción para salvar a uno de sus trabajadores. Y luego al final, cuando Pemberton recupera su verdadera esencia, vuelve a ser el del principio y se sube a un tren para salvar a su hijo. Entre una escena y otra, Pemberton se ha casado con Serena (Jennifer Lawrence), una lady Macbeth que le ha convertido en un empresario capitalista explotador -perdonen la redundancia- y asesino. Curiosamente, si a Macbeth las brujas le presagian que su final llegará cuando el bosque de Birnam se mueva -en realidad un ejército camuflado con ramas- en Serena, Pemberton se dedica a talar los árboles de Carolina del Norte. Si Macbeth habla de ambición y traición, lo más interesante de Serena es que sus protagonistas son personajes que en cualquier otra película habrían sido "los malos": ricos, clasistas, egoístas, paranoicos y sedientos de poder. Serena, el personaje, acaba quitándose la vida como lady Macbeth. Pero antes, ha sido la perdición de Pemberton: una criatura maligna, humanizada por un trauma hitchcockiano relacionado con el fuego y por una maternidad frustrada. Que un personaje acumule esos dos hechos trágicos en una sola película puede ser el mejor ejemplo de por qué Serena es una película descompensada que quiere abarcar demasiado. Pemberton se pasea con Serena como si fuera un trofeo de caza, una metáfora de esa pantera -extinta- que se empeña en matar y a la que dedicará sus últimos instantes de libertad. Pemberton y la fiera se darán muerte mutuamente en una imagen que, para mí, roza el ridículo. Además, a Bradley Cooper el sombrero le queda fatal.