Serena Williams vuelve a empequeñecer a Sharapova

Publicado el 12 mayo 2013 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
La estadounidense se consolida como número uno venciendo por segundo año seguido en Madrid y prolongando su racha de victorias ante la rusa, que no le gana desde 2004

Serena festeja su victoria en Madrid - Reuters. 


No era un trofeo especialmente bonito. Recordaba a cualquier jarra de vidrio que sirve para decorar la casa o poner las flores. Pero para Maria Sharapova (Niagan, Rusia, 1987) era el más bonito del bonito, lo mecía y lo agarraba con ternura a la altura del corazón. “Ya sé que no me estoy mostrando demasiado entusiasmada, pero no se confundan. En realidad, sí que lo estoy. Lo que pasa es que no me salen sus palabras”, decía la rusa, que entonces tenía 17 años y cerraba su fantástico 2004 –Birmingham, Seúl, Tokio y
sobre todo Wimbledon, convirtiéndose en la tenista más joven en ganar un Grand Slam desde Martina Hingis– con un triunfo en Los Ángeles en la Copa de Maestros. El 16 de noviembre de 2004 iba a marcar un punto y aparte entre Sharapova y la rival a la que había vencido en esa final y en la Wimbledon, Serena Williams (Saginaw, Michigan, 1981), que antes de la final del Másters 1.000 de Madrid había encadenado once victorias consecutivas ante la rusa, a la que derrotó en finalistas tan dolorosas como la de los Juegos Olímpicos de Londres, la Copa de Maestros del curso pasado y el Abierto de Australia de 2007. “[Me falta su] fuerza física (…) Ella es capaz de coger la línea y, con consistencia, disparar un tiro que es 30 kilómetros por hora más rápido que el resto de las chicas”, reconocía a Juan José Mateo en El País horas antes de comenzase el torneo en el que Sharapova pretendía acabar con su maldita trayectoria ante Serena Williams, pero perdió por 6-1 y 6-4. Serena Williams empequeñeció a la rusa para lograr su segunda victoria consecutiva en el Másters 1.000 de Madrid, algo que habían logrado, entre otras, Dinara Safina, Aravane Rezai o Petra Kvitova. Es el 50º título –el décima sobre arcilla– de la menor de las Williams, que continúa como número uno del mundial ante Sharapova, sin la tecla adecuada para ganar a una rival casi inigualable.  

“Gracias a Dios… Estoy muy feliz. Gracias a Maria, al estadio…”, dice en castellano Serena Williams, al borde del llanto, pero también de la risa. Está eufórica la estadounidense, que volvió a minar la moral de Sharapova, condenada por los latigazos de su rival y de sus propios errores, hasta ocho dobles faltas, la última en el penúltimo punto del partido y cinco en un primer set sin historia. Serena Williams atenaza a Sharapova, que en 15 minutos ya ha perdido dos servicios y cae 4-0. A la rusa le cuesta un mundo mantener su saque –lo consigue a la séptima oportunidad–, pero cede la manga. Mejora en la segunda, en la que llega a ponerse 1-3 y volviendo a las andadas para perder por 6-4. La estadounidense, a la que le encanta bailar salsa, se marcó un divertido giro sobre sí misma para celebrar el triunfo, antes de saludar a la grada, firmar a la cámara y hacer gestos.   La Caja Mágica apenas disfruta de la final, poco más de una hora vive un encuentro intenso entre dos jugadoras poderosas en la pista y fuera de ella. Entre dos mayúsculas supervivientes. La rusa llegó a caer hasta el 126º puesto en el ránking por una lesión en el hombro, mientras que la estadounidense, que temió por su vida en 2011 cuando se le diagnosticó una embolia pulmonar –“ha sido extremadamente duro, aterrador y decepcionante. Sé que me pondré bien, pero estoy rezando y deseando dejar esto atrás pronto”–. Comparten un pasado difícil, pero les separa separan cinco años de vida, títulos y constitución. Mientras Serena mide 1'76 metros y pesa 70 kilos –puro músculo, fuerza, el vídeo que encabeza su web personal no podía ser otro que el de un entrenamiento en el gimnasio–, cuenta con 15 Grand Slam y 49 títulos, mientras que Sharapova, apodada Shazza, es más alta (1'90) y más fina (59 kilos), cuenta con cuatro Grand Slam, uno por cabeza. El año pasado rompió su difícil relación con la tierra batida ganando en Roland Garros, el único grande que el faltaba y donde en 2007 dijo una frase que le acompañará de por vida: “[en esta superficie] me siento como una vaca en el hielo”. Así se llegó a sentir por momentos ante una Serena Williams muy superior.