Por definición, la ética es una rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. Se parece un poco al honor; sin embargo se le conoce como la "filosofía moral". A la ética se le atribuye la delicada función de sistematizar, defender y recomendar reglas de conducta que se apoyan en el concepto que define lo correcto y lo incorrecto. He aquí la utilización de otra virtud: el discernimiento. Más allá, la ética establece límites que separan los derechos particulares de los comunes, y por lo tanto elimina el llamado "conflicto de intereses". De ahí nace el concepto que establece que "los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás." Son leyes básicas pero importantísimas, que propician la convivencia social pacífica, moral, justa y segura. Desarrollado en grados más sublimes, tiene que ver con el honor y la honestidad.
Sin embargo, a niveles más básicos y primitivos, la ética regula la conducta individual sobre asuntos muy fundamentales, incluso a nivel de la familia. Además, la ética tiene mucha responsabilidad sobre la conducta global dentro de la vida en sociedad. Luego la ética aplicada, o ética profesional, regula las actividades que se realizan en el marco de una profesión.
La aplicación de las normas éticas dentro del funcionamiento del hombre en la sociedad son fundamentales e importantísimas. Uno como individuo no puede más que desear que ese legado se perpetúe hacia el presente que le tocará a nuestros hijos vivir en el futuro. Imaginen por un instante un mundo sin ética, y sentirán pavor.
La Junta de Control de Juegos impone el cumplimiento de normas éticas en los casinos, en la lotería, y hasta en las rifas, de tal manera que los colaboradores relacionados a estas actividades no puedan reclamar ganancia.
El asunto se torna aun más delicado cuando nos referimos a la aplicación solemne y efectiva de normas éticas en el ejercicio de cargos públicos, y de mando y jurisdicción. En Panamá, gobierno tras gobierno parece demostrar que el comportamiento ético que se espera de las autoridades se va perdiendo cada vez más. Y la pregunta es: ¿Quién fiscaliza y protege el cumplimiento de la ética sagrada por parte del Presidente de la República para abajo? La Asamblea de Diputados y la Corte Suprema de Justicia evidentemente no lo hace, toda vez que estos dos órganos del Estado se vean controlados por el Organo Ejecutivo del gobierno. El compromiso viciado de estos dos órganos del Estado es parte de la anulación de la ética consagrada en la Constitución Nacional, y por lo tanto es debilitamiento de la sociedad panameña y consecuente desmejoramiento y dilución de la calidad de vida en ese país.
En Panamá, la Sociedad Civil, a través de sus organizaciones cívicas y ciudadanas tampoco está logrando ejercer esa función protectora de la ética obligada y establecida ante los funcionarios públicos de alto rango. Finalmente, el sentido patriótico, la visión a futuro, o la pena pública tampoco parecen surtir efecto ante la falta de todo escrúpulo ético por parte de los gobiernos.
Algunos ejemplos de antivalores que atentan contra la ética son: el nepotismo, el tráfico de influencias, el soborno, el negociado con intereses personales involucrados, el delito de estafa, el delito de hurto, la publicidad engañosa, la manipulación sexual, la discriminación, el abuso, derroche y despilfarro de los bienes y capitales pertenecientes al Estado, etc. Nombrar a jueces y magistrados de la Corte Suprema tras haber obtenido favores sexuales o comerciales o de cualquier ídole personal, o con el objetivo de obtener favores (protección) júridicos indebidos al finalizar el mandato presidencial es una falta colosal a la ética. Es inaceptable y muy reprochable. Insisto: que el Presidente de la República haga uso de las facultades que el Estado y la ley le otorgan para nombrar a sus allegados en posiciones que sostienen y garantizan la estructura democrática, tales como la Contraloría General de la Nación, la Corte Suprema de Justicia, y el Tribunal Electoral, es una falla ética de proporciones y consecuencias incalculables, y es severamente peligroso para el bien y el futuro de todos los asociados.
Imponer multas por infracciones públicas, tales como el conducir a velocidad en exceso de la establecida por la ley, es una función inherente al gobierno de Estado. Traspasar esa función a una compañía privada, con la finalidad de lucrar, y que además entre los dignatarios de esa compañía aparezca el hijo del Presidente, o un socio o allegado directo del hijo del Presidente es una aberración legal y moral que debiera ser sensurada y castigada.
Alejar el orden público y particular del fundamento ético es tan peligroso y destructivo que equivale a deshumanizar. Crear leyes que favorezcan a uno de los dos géneros por encima del otro (o que menoscabe la igualdad de derechos entre ambos géneros) (ejemplo el Código de la Familia y el Menor con claras ventajas feministas ante la ley) equivale a fomentar más la violencia entre los géneros humanos, y constituye una peligrosa falta a la ética humana. Crear o fomentar leyes que favorezcan el aborto o la unión legal entre personas del mismo sexo (gays) es un atentado contundente y certero contra la ética humana. Desestimar los derechos de los animales, del planeta y del medio ambiente es antiético. Soltar al medio ambiente desechos tóxicos y peligrosos, tales como el aceite de motor y las baterías es antiético. No botar la basura en su lugar, escupir en la calle, o ser parte de cualquier conducta que genere gérmenes, víruses y bacterias en el medio en que vivimos y compartimos son conductas antiéticas. Contaminar el ambiente con ruido es antiético.
Disminuir la ética en cualquiera de las formas aquí mencionadas es deshumanizar y atentar contra el orden social y humano que nos permite convivir en sociedad con garantías establecidas de paz, bienestar y oportunidades. Actuar a lo largo de esta vida con apego a la ética y al honor es luchar de manera limpia y con respeto a las reglas del juego, y es fomentar la paz y la humanidad hacia uno mismo, los hijos de uno, y los hijos de los hijos de uno. ¡Etica es garantía!