Serotonina.Michel Houellebecq

Por Mientrasleo @MientrasleoS

     "Es un comprimido pequeño, blanco, ovalado, divisible.
     Me despierto hace las cinco o a veces las seis de la mañana, la necesidad es extrema, es el momento más doloroso del día".
     Hay escritores que provocan un pequeño revuelo con cada libro que publican. Todos opinamos incluso antes de haberlo leído si nos parece bien o mal lo poco que trascienda en los medios de tema que vaya a tratar su nuevo título. Eso le pasa al escritor firmante del libro que hoy traigo a mi estantería virtual: Serotonina.
     Conocemos a Florent-Claude Labrouste un hombre de cuarenta y tantos, blanco, con un trabajo bien pagado en el Ministerio de Agricultura, una relación con una japonesa 20 años más joven que él y una vida de absoluto desencanto. Parece buscar desesperadamente una salida a su vida cuando se tropieza con Captorix, un antidepresivo que libera Serotonina y cuyos efectos secundarios son las nauseas, la impotencia y la falta de libido.
     Cualquier sinopsis que se haga de esta novela será excesiva o insuficiente. En mi caso es claramente insuficiente ya que no he puesto a nadie en antecedentes sobre el suicidio conjunto de los padres del protagonista, ni he contado que deja a su pareja-araña. Ni siquiera he dicho que decide romper con todo y desaparecer para terminar buscando una unión con su pasado. Y también hay revueltas con los agricultores y sí, son antes de las reales, ya que parece que Houellebec se empeña en adelantarse en el tiempo a los sucesos aunque no en la forma en que lo perfilaba Verne en su obra, sino, como corresponde a la era de la inmediatez, se anticipa por momentos. Un ejemplo que todos recordamos es el de la publicación de Sumission y el terrible atentado contra Charlie Hebdo.
     Pero empecemos por el principio: Houellebecq es un impertinente. Pero un impertinente inteligente que carga sus libros de retranca a la vez que propone afirmaciones imposibles ya sea por absurdas o por políticamente incorrectas. En esta ocasión, un protagonista deprimido y desencantado con el mundo que habla de Franco como un genio del turismo y del amor masculino como el agradecimiento de un hombre hacia el bienestar que le produce una mujer en la polla (nada nuevo si sois lectores habituales de Houellebecq), es la excusa perfecta para comenzar una lenta despedida de un mundo que le ha robado las ilusiones. Y es que pocas veces una cubierta fue tan certera como la de este globo pinchado para mostrar visualmente el mejor resumen de un libro. Houellebecq habla de una sociedad de prejuicios, de políticos que no miran por el interés de las personas y agricultores que han de salir a las calles, un mundo de suicidas en el que el apego por la propia vida es mínimo por mucho que pueda dejarnos en shock asistir a la pérdida de otra persona. Y dice shock porque, serotonina o no, su personaje parece anestesiado al presente y quizás por eso se dedica a bucear en su pasado buscando el amor que una vez sintió. Un hombre infeliz, hastiado de sentir que nada le  provoca placer salvo quizás fumar un cigarro y que decide desaparecer pero no para volver a comenzar, solo lo hace para mirar y al vez buscar a quien nos queda claro fue su amor entre la maraña de relaciones sexuales que, estamos seguros, ha tenido a lo largo de su vida.
     Comenzaba diciendo que Houellebecq es impertinente, y diría que es casi resabido salvo porque ni él ni sus protagonistas tienen la edad para poder utilizar ese término. En realidad hace la función de aquel hombre cuya avanzada edad le permite decir lo que se le ocurra sin importarle demasiado las reacciones de sus interlocutores. Y eso convierte el libro en un artefacto de diversión. Porque somos adultos y ya no nos escandalizamos con pollas, mamadas, chochos y tetas. Ni siquiera con eyaculaciones o videos porno caseros de más que dudoso gusto. Ahora Houellebecq nos divierte con sus afirmaciones sobre Holanda o sus caóticos paseos opinando sobre casi cualquier cosa que a uno se le pueda ocurrir. Y eso es Serotonina. Hasta que uno hace la primera pausa y es consciente del descenso imparable de la novela convirtiéndose casi en una elegía antes de tiempo tanto de la sociedad en la que vivimos, como del ser humano insatisfecho que la puebla. O tal vez no sea esta una elegía antes de tiempo, tal vez sea un tributo a tiempos pasados, más jóvenes, en los que no se había perdido la capacidad de sentir.
     Me gusta Houellebecq. He visto opiniones dispares sobre Serotonina y, aunque la he disfrutado enormemente, tengo que reconocer que es una obra menor comparada con otras suyas. Pero no por eso hay que dejar de leerla. Si el Captorix citado en la novela provoca placidez a quien lo toma, la lectura de esta novela tiene justo el efecto contrario: es imposible permanecer indiferentes a ella.
     Y para vosotros, ¿Qué nombres son un acontecimiento literario cuando publican una nueva obra?
     Gracias.