Al ver un reportaje reciente sobre el actual Sérpico recordé la película de Sidney Lumet con Al Pacino. Y me vino también cómo la corrupción devora todo y a todo el mundo. Redundancia aparte, me es inevitable comparar las vicisitudes del personaje real y de ficción con los acontecimientos de corruptelas en nuestro país. España, la "furia" de las corruptelas, me temo. Siempre parece haber sido así. Pero, con la diferencia de que acá no tenemos ningún heroico personaje capaz de salir a la palestra con dos huevos a espensa de que le den un balazo en la cara. Siempre me han gustado las pelis basadas en personajes que rompieron la barrera de la insoportable laxitud del ser humano que muchas veces encierra el concepto real de Sociedad y de las fronteras del sufrimiento que ello supone, y que no murieron en el intento. Ya saben, la realidad supera con creces a la ficción. Para eso están los sicarios reales, para intimidar al más pintado. Mejor se calla uno. No obstante, este post no lo podía dejar pasar de largo, porque es mejor vivir amenazado y estar muerto; vivir arrodillado que morir con las botas puestas; vivir votando lo mismo a morir pensando que un cambio es posible; vivir oprimiendo que morir oprimido... O no. El mundo es así, y también de otras formas menos negativas. Pero cuando alguien supera esa negatividad no puedo más quitarme el sombrero, Chapó; porque sólo el 1% de la población mundial es capaz de tal sacrificio. Y a veces sueño que cualquiera de nosotros podría pertenecer a ese porcertanje que cambia el mundo social en el que vivimos. Pero es un sueño. O no.