Serra de Ancares: Val do ortigal

Por Rubenportas
Aprovechando el Día Internacional de las Montañas, cuelgo una nueva entrada sobre la escapada a Os Ancares. Recién llegados, nos dirigimos directamente hacia el Valle del Ortegal y sin perder más tiempo emprendimos la caminata. 


Aunque la otoñada ya estaba en sus últimos coletazos, el colorido le seguía dando al paisaje unos contrastes preciosos.

El bosque del valle del Ortigal es el más extenso de Galicia. Aquí podemos hallar en función de la ladera  (condiciones climatológicas) y del sustrato, variaciones locales interesantes en cuanto al estrato arbóreo presente y dominante. Carbas o Robles albares Quercus petrae y Melojos o Cerquiños Quercus pyrenaica se disputan por dominar el bosque entre Acebos Ilex aquifolium y Abedules Betula alba


El rastro de un Zorro Vulpes vulpes nos acompañó durante toda la ruta.

En parte del camino vimos varios rastros que atribuyo a un ratón de campo. Se corresponden con la imagen superior e inferior.



Me encontré con estas huellas que en un principio, en el campo, atribuí a un Lirón gris Glis glis. Ahora, despues de consultar la guía con más calma, se las atribuyo a una Ardilla Sciurus vulgaris. Aunque, ambas especies dejan unas huellas muy similares. La posición de las mismas (muy juntas y en grupos de cuatro regulares) además de que en mi opinión (y basándome por la hoja del abedul), son de un tamaño algo superior al de las marcas que dejaría el Lirón. Aunque, a pesar del razonamiento, mi idea está sujeta a equivocaciones...

Las ardillas siempre se desplazan a saltos cuando están en el suelo. La distancia entre las huellas y el hecho que no encontráramos ningún rastro que no fuese a saltos, tambien apuntan a la ardilla como autora de las huellas
La foto superior es bastante mala pero creo que se puede apreciar la posición de las dos patas delanteras colocada entre las dos traseras y el conjunto de las cuatro huellas agrupadas. Es característico de las Ardillas cuando se desplazan por el suelo.

Más rastros del roedor. Merece la pena pinchar sobre la imagen y observar mejor las huellas.

Una vez llegados a la Campa do Ortigal paramos a echar un vistazo a lo que nos rodea.  La nieve que pisabamos cubría una braña, una zona húmeda que ayudada por la labor del ganado se convierte en un pastizal natural. Nos rodean bosquetes de Acebos y algunos Abedules. Los contrastes entre la nieve, el cielo y los restos de la otoñada dan lugar a un paisaje precioso.




Una panorámica del paisaje que dejamos atras. Un precioso recorrido por el bosque que estuvo adornado por los ladridos de dos Corzos Capreolus capreolus, los sonidos de los Arrendajos Garrulus glandarius que delataban nuestra llegada a los demás seres del bosque y el avistamiento de varios páridos y una decena de Zorzales alirrojos Turdus iliacus .
Más rastros: En la parte superior de la imagen podeis ver la guarida de un roedor, puede que un ratón de campo. Saliendo de la misma se puede apreciar el surco dejado en la nieve por las salidas y entradas. Pinchando en la imagen para ampliarla se vé mejor.
Un detalle de los rastros dejados por el roedor de la guarida anterior. Alrededor de sus huellas, podeis apreciar otras más grandes que pertenecen a un raposo. Supongo que buscando algo que llevarse al estómago para sobrevivir al invierno.
 
En la foto superior, unas huellas de Liebre de piornal Lepus Castroviejoi. Sus patas son auténticas raquetas perfectamente adaptadas a la nieve.
Otro rastro más de maese raposo que nos acompañoótodo el camino.




Llegados a este circo, seguimos el rastro de uno de los carnívoros más esquivos de la fauna ibérica: La Marta Martes martes que nos obsequió con un conjunto de rastros muy bien conservados y marcados.
En los rastros se pueden apreciar las uñas marcadas en la nieve.


Rastros de Marta en la nieve con distintos patrones de movimiento en función de la pendiente. Este ejemplar parece desplazarse a saltos.

Al principio pensé que la Marta excara la nieve para realizar un marcaje territorial con un diminuto excremento. Es muy habitual este comportamiento en el género Martes. El color rojizo se debería a que es común, en esta época, que estes mustélidos se alimenten de frutos del bosque. Pero, resultó ser la madriguera de un pequeño roedor, ese tono rojizo en la nieve no era otra cosa más que sangre de la presa capturada.
Los árboles muertos se mantienen en pié como auténticos esqueletos, llenos de vida alimentándose de la podredumbre de sus entrañas.

En este bosque podemos encontrarnos con numerosos Robles albares Quercus petrae centenarios. Son unos ejemplares espectaculares! Al ver el tocón, surge la ocurrencia que el epiteto específico petrae de este roble,  haga mención a su aspecto macizo y "petrificado" y similar a una roca grande. Pero, no se debe exactamente a eso: petrae deriva del latino petraeus: "que crece entre rocas", y alude a la tendencia de esta especie a vivir en sitios más agrestes y secos que otros robles.
Roble albar o Carballo albariño Quercus petrae
  Acebo  Ilex aquifolium
En algunos países europeos, se tenía a este roble por maldito y se creía que quien cortara uno de ellos o viviese en una casa para cuya construcción se hubiese empleado su madera estaba sujeto a grandes desgracias ¡Que destrozo hubiésemos evitado de existir una creencia similar en Galicia con nuestro Carballo!

La aparición de esta seta nos delata un brusco cambio de las temperaturas asociado a una repentina nevada.
"Agua que, a veces piensa"   Joaquín Araújo
Todo esta belleza que acabáis de ver pertenece a un sistema montañoso superior: la Cordillera Cantábrica. A pesar de su alto contenido en biodiversidad, estas montañas están amenazadas. Las minas a cielo abierto, las autovías, los parques eólicos, los embalses, las pistas de ski y las urbanizaciones, entre otras muchas amenazas quiebran, fragmentan y destruyen esta Cordillera. Hoy con motivo del día de las Montañas, solicitamos protección para el conjunto de este sistema montañoso y su declaración íntegra como Reserva de la Biosfera de la UNESCO.