La Generación Bibliocafé vuelve a la carga con dos nuevos volúmenes que sumar a los cinco anteriores. Continuando con el ya probado formato de reunir los relatos en torno a un tema común, en esta ocasión nos acercan al mundo del cine y a de los animales.
En su incansable empeño por promocionar autores diversos, algunos con obra publicada y otros más nóveles, mantienen el objetivo de disfrutar con la aventura y hacer que sus lectores participen de la misma.
Ni siquiera la triste noticia del próximo cierre del Bibliocafé, la librería-café que le servía de referencia y centro de encuentro, de sede fija para las presentaciones de sus proyectos, parece poner fin al empeño colectivo. Pero vayamos a lo que importa, los libros.
A nadie se le escapa que las conexiones entre cine y literatura han sido constantes desde los inicios del primero. Tal vez por ese carácter de hermano menor, de recién llegado a una fiesta en la que la literatura llevaba siglos de ventaja, la relación siempre ha parecido asimétrica.
Los guiones cinematográficos han saqueado (podemos utilizar sin miedo la palabra puesto que el ánimo no siempre ha sido el de rendir homenaje) a la Literatura Universal. Los clásicos han visto cómo sus obras eran llevadas a la pantalla con mejor o peor fortuna, pero también muchos autores desconocidos se han beneficiado del repentino interés de un director o guionista.
Por otro lado, insignes literatos como Faulkner o Scott Fitzgerald por citar casos épicos, han prestado su talento narrativo empleándose por cuenta de grandes estudios para la redacción de guiones, en muchos casos adaptaciones de grandes libros. Cierto es que es tipo de aventuras no siempre se han visto coronadas por el éxito, pero aún menos son los casos de de guionistas o cineastas reconocidos convertidos en grandes autores.
Todo ello ha llevado a que muchos aleguen la superioridad del género literario frente al fílmico y a que se extiendan expresiones del tipo: “mucho mejor el libro”, que reciben la bendición que el tópico siempre otorga a quien lo emplea.
Porque lo cierto es que la Literatura ha perdido la batalla de la narración entendida ésta en un sentido amplio. En los primeros tiempos del cine es posible que los espectadores conocieran (aunque fuera remotamente) la versión literaria que la pantalla plagiaba. Hoy en día, prácticamente nadie ha leído Otelo, Hamlet o Romeo y Julieta pero millones de personas las copnocen a través de recientes adaptaciones adaptaciones.
La Literatura ha provisto de imágenes colectivas, de metáforas y de conciencia colectiva a muchas sociedades de diferentes épocas. La Literatura ha reflejado, anticipado o propiciado cambios sociales. Hoy ya no es así. Este papel lo ha copado la imagen sonora (sea cine, series de televisión o las variantes que internet está impulsando recientemente). La referencia narrativa de gran parte de la sociedad es puramente cinematográfica y nada importa que la industria del cine esté en crisis o que se afirme que se lee más que antes. Si Harry Potter, El Padrino o James Bondno tuvieran su versión cinematográfica, no habrían pasado a formar parte del imaginario colectivo, sus versiones en formato libro no habrían podido competir con Los Simpson o con E.T. .
Y todo esto viene a cuento de que Sesión Continua parte de este reconocimiento, es Literatura que toma el cine como referencia y punto de partida, como inspiración. No se vea esto como pesimismo, un libro no es sino la narración de una historia, la transmisión de unos sentimientos o ideas y todo ello con cierta pretensión estética. Todo ello lo puede cumplir el cine, matices aparte. Todo ello lo viene haciendo a desde hace tiempo. Por ello, que narradores no mayoritarios se conciten para crear literatura tomando como materia prima el cine no es sino hacer justicia al signo de los tiempos.
Nosferatu, Tener y no tener, Fahrenheit 451, El Verdugo, Antes del Atardecer o La huella son algunos de los títulos evocados en estas páginas a través de relatos que ciertamente son ejemplares por el modo tan diverso en que plasman el tema requerido. Tenemos relatos de misterio, cómicos, líricos, críticos, biográficos, históricos, cómo no, un repertorio casi equiparable al de los géneros cinematográficos.
El lector encontrará numerosas sorpresas y podrá adentrarse y disfrutar de las personalísimas maneras en las que cada autor evoca una película, una actriz o incluso los recuerdos de infancia con los cines de sesión continua a que alude el título.
Como en el caso de Relatos a fuego lento y Una maleta llena de relatos, el autor de este blog vuelve a participar con un relato, Locura de piernas, sobre el mundo de los dobles de cuerpo, los actores que lucen su cuerpo allí donde las estrellas no son capaces de hacerlo por los más diversos motivos (imperfección, riesgo físico, pudor, ....) evocando de alguna manera la famosa escena de la ducha de Psicosis en la que el cuerpo de Janet Leigh realmente es el de Marli Renfo, una striper de Las Vegas.
Animales en su tinta es el excelente título del libro que recopila veintiún relatos, en esta ocasión sobre mascotas, animales de compañía, domesticados y otras variedades.
Desde que hace varios miles de años un lobo, probablemente una cría extraviada o un adulto herido y abandonado por la manada, se acomodó a la vida de un clan de homo sapiens, se inició una larga y provechosa relación que progresivamente se extendería a otras muchas especies (gatos, vacas, cabras, ...).
En muchos de los relatos se refleja la relación de amistad, compañía y cariño que une a hombres y animales, pero también queda muy claro que en ocasiones, el hombre traiciona la lealtad de sus amigos con una crueldad incomprensible.
Relatos hermosos, divertidos y reflexivos sobre unos compañeros de viaje siempre sorprendentes, siempre a nuestro lado, relatos que cuentan muchas veces más sobre los dueños que sobre los propios animales y es que, en el fondo, seguimos siendo una especie bastante egocéntrica.