Hace ya tiempo que, no tan por casualidad, descubrí un cantante algo triste, melancólico y con una voz realmente bonita, que logró cautivarme desde el primer momento y que llenó el silencio de muchos de mis días.
Hace también algún tiempo lo vi en concierto por primera vez, en Valencia, y logró hacerme entender lo realmente potente que puede llegar a ser alguien acompañado únicamente por una guitarra.
Ayer tuve la suerte de volver a verle, esta vez en Madrid, en la sala Siroco, y corroborar que efectivamente, quien tiene alma y fuerza sobre el escenario, no necesita mucho más.
He de decir que su primer y único disco hasta la fecha, Batalla, es un bonita declaración de intenciones. Cada tema contiene algo que atrapa y embelesa, que alegra y entristece a partes iguales. Sin embargo, pese a poder parecer algo brusco en un principio, el giro que dio en su concierto de anoche, con la interpretación de cuatro o cinco temas nuevos, dio la impresión de ser una evolución natural a una música más completa, con sonidos más trabajados y letras más alegres. Un paso que necesitaba dar y que no le sienta nada mal.
Salí contenta al saber que a cada persona que secuestro para un concierto suyo, por miedo y reparo de ir sola, acaba confesándome que lo vuelve a escuchar en su casa y que también a ellos les ha cautivado esa voz intensa y esas letras melancólicas.
Como una groupie más, esperaré impaciente las canciones de esta nueva etapa que anoche llevó por título #terminalaBatalla y que no hace más que empezar un camino, seguro, lleno de éxitos.