Al calor del Mobile World Congress, una de las ferias de tecnología más relevantes del mundo, han comenzado a surgir toda una pléyade de predicciones inquietantes. La semana pasada, veía un reportaje sobre la llamada Tercera Revolución Industrial. O lo que viene a ser lo mismo, cuándo usted será reemplazado por un robot en su puesto de trabajo.
A pesar de las claras ventajas que eso comportaría –incremento de la productividad, univocidad de los mensajes o inexistencia de egos absurdos- la desigualdad que generaría podría abocarnos un drama social en el medio-largo plazo.
Las predicciones más agoreras pintan la sociedad occidental del futuro como una suerte de Black Mirror en la que habrá grandes bolsas de población sin trabajo alguno. Los nuevos desheredados de la Tierra serán los analfabetos digitales. La nueva riqueza: tener un trabajo que dejará poco tiempo para nada más. Algunos sociólogos, como Santiago Niño Becerra, ya hablan de una sociedad con una gran oferta de ocio semigratuita y en la que debiera implantarse una renta social básica para garantizar la paz social. Y, de paso, mantener a los pobres humanos entretenidos mientras un robot hace su trabajo.
Frame de Futurama
Pero lejos de un movimiento neoludita, el futurólogo Ian Pearson, prevé que para 2050 nuestra especie intime más con las máquinas. Sexo con robots o lo que conoce como robofilia.
Si se piensa, no es del todo descabellado. Hace años, ella veía con estupefacción la moda japonesa de consumar con muñecos. Esta misma semana, un prostíbulo de lumidolls, muñecas a tamaño real con un peso aproximado de 40 kilos, abría sus puertas en Barcelona. Y esto es solo el comienzo.
Pearson mantiene que el sexo con objetos inteligentes o con realidad aumentada permitirá tener una vida sexual satisfactoria sin necesidad de tener pareja. Súper bonito todo.