Shame cuenta la historia de un adicto al sexo con una singular relación con su hermana en la que se intuye un pasado traumático al que alguna vez se alude pero que nunca llega a contarse. Ese trauma innombrable supone una de las fuerzas fundamentales de la película. No importa tanto lo que pasó si un presente sucio, vano y patológico es capaz de devorarnos en cada plano.
Así que la segunda película de McQueen es cruda, tanto como la imposibilidad de establecer un vínculo emocional sano, tanto como el agujero y la vergüenza que queda cuando, una vez más, saciamos nuestras adicciones.
Grandes Michael Fassbender y Carey Mulligan. Grande su guión, al que no le sobra una coma. Grande esa cámara colocada a la espalda. Grande ese cine que te hace pasarlo mal de la manera más bella.