Sheffield '24 - Parte 2: Reclamar la tierra

Publicado el 18 junio 2024 por Enprimera
Sheffield Doc Fest se desarrolla únicamente durante cinco días en formato presencial, a pesar de la amplia programación que ofrece, co 48 estrenos mundiales, 14 estrenos internacionales, 17 estrenos europeos y 28 estrenos británicos procedentes de 56 países. Pero una de las características de este festival es que cuenta con diferentes extremidades que permiten una continuidad durante más tiempo, entre ellos DocPlayer, una versión digital en la que está disponible buena parte de la programación hasta el 30 de junio. La 31ª edición de Sheffield Doc Fest ha registrado un aumento de la asistencia del público de más del 20% en comparación con 2023, mientras que la asistencia de la industria internacional también aumentó en 2.283 delegados de 73 países que asistieron en persona al festival, frente a los 60 países en 2023. Como solemos hacer, seguiremos dedicando crónicas en torno a las películas presentadas en el Sheffield Doc Fest durante este mes de junio, alternando con el repaso a las obras premiadas en el Festival de Cine de Animación de Annecy. En esta crónica hablamos de algunos de los documentales premiados y de los conflictos surgidos a partir de las reivindicaciones de reclamación de los territorios como un hogar propio. 

INTERNATIONAL COMPETITIONGran Premio: At the door of the house who will come knocking, Maja Novaković (Serbia, Bosnia y Herzegovina)Mención Especial: Mother CityPearlie Joubert, Miki Redelinghuys (Sudáfrica)INTERNATIONAL FIRST FEATURE COMPETITION
Gran Premio: El niño y el traje de luces, Inma de Reyes (Escocia, Reino Unido)Mención Especial: Silent men, Duncan Cowles (Escocia, Reino Unido)Premio Tim Hetherington: No other landBasel Adra, Yuval Abraham, Rachel Szor, Hamdan Ballal (Palestina, Noruega)Premio del Jurado Joven: HAIYU - Rebel singer Mariem Hassan and the struggle for a free Western Sahara, Alex Veitch, Brahim B. Ali, Mohamedsalem Uered, Anna Klara Åhrén (Suecia, Sahara Occidental)Premio del Público: Strike: An uncivil war, Daniel Gordon (Reino Unido)

At the door of the house who will come knocking

Maja Novaković

Serbia, Bosnia y Herzegovina 2024 | International Competition | 

Sheffield '24: Gran Premio del Jurado

El primer largometraje de la directora Maja Novaković (1987, Bosnia y Herzegovina) expone el paisaje como un entorno que parece vivo alrededor de un hombre solitario, Emin, del que no se ofrecen referencias biográficas, pero que se presenta como una especie de ermitaño que ha decidido vivir en la montaña en solitario. Solo un retrato suyo y de su esposa permanece colgado en la pared de su pequeña casa de madera que le sirve de refugio, una fotografía que parece ser lo único que le conecta con una vida anterior de la que no se ofrece ninguna información, pero que en las notas de prensa se explica que estuvo trabajando durante 30 años en una mina en Alemania y que decidió no cortarse la barba ni el pelo desde que su hermano, que ejercía como peluquero, falleció en un accidente forestal en los años setenta. De manera que el rostro de Emin, que vemos por primera vez reflejado en el agua helada al comienzo del invierno, puede recordar con su largo pelo y poblada barba blancos a personajes de la literatura fantástica. Y hay un aliento poético en At the door of the house who will come knocking (Maja Novaković, 2024) que le da un carácter peculiar, lo que se refuerza con decisiones tomadas por la directora a partir de la segunda mitad de la película. El hecho de situar la historia prácticamente solo durante el invierno, aporta una descripción del paisaje como un elemento en el que predomina el color blanco, reforzado con una sobresaliente composición de los planos que están elaborados con delicadeza y al mismo tiempo con una cualidad artística que remite a la pintura. De hecho, uno de los referentes de la película es la litografía de Vincent Van Gogh conocida como "Anciano afligido" (1882), que pintó cuando se encontraba convaleciente en el Hospital Psiquiátrico de Saint Rémy y que reflejaba, a través de la figura de un anciano con la cabeza entre las manos, en los últimos días de su vida, la propia crisis aguda que el pintor había sufrido. Hay alguna composición de plano que directamente reproduce esta obra con Emin sentado en una silla, levemente iluminado por el fuego, y con su cabeza enterrada en sus manos.
Aunque la película retrata la soledad del protagonista, en realidad Emin no vive aislado, sino que mantiene contacto con un vecino de un pueblo, para el que ofrece algunos trabajos cortando madera para leña. Pero la mayor parte del tiempo el anciano se relaciona únicamente con su caballo y con otros animales, de manera que la atmósfera silenciosa, solo acompañada por la introducción de breves apuntes musicales de Luka Barajević, quien también ha elaborado el diseño de sonido, se mantiene como una característica elegíaca. Es precisamente en relación con su caballo cuando Emin tiene momentos de nostalgia, refiriéndose íntimamente al recuerdo de la muerte de su hermano. La historia está ambientada en las montañas de Bosnia y Herzegovina, que la directora conoce bien porque ella misma habita una población cercana al protagonista, y porque ya las retrató en su cortometraje Then comes the evening (Maja Novaković, 2019), que tuvo una larga trayectoria en festivales de cine, entre ellos L'Alternativa en Barcelona, donde consiguió el premio al Mejor Cortometraje. Pero la película refuerza su carácter onírico en la segunda mitad, cuando utiliza los colores del kilim, un tipo de alfombra de origen turco que es muy usado por el anciano, incluso como una especie de manta que se coloca a la espalda, y que aporta una referencia colorista y casi épica frente a los tonos fríos y apagados del invierno. Funciona como un anticipo de la primavera cuya llegada se representa de manera metafórica con la introducción del color rojo de un ovillo de lana o de unos arándanos que caen sobre la nieve.
La incorporación de un niño que pronto descubrimos que es una figura de fantasía, porque aparece corriendo por una montaña que no está nevada, es quizás una representación del yo interior del anciano o un reflejo de sus recuerdos. No hay una explicación más que la introducción de un personaje que refuerza el carácter místico de la historia, porque el niño no está descrito al margen del anciano, sino que interactúa con él. El uso de un hilo rojo que desenredan ambos parece remitir a aquella leyenda de origen oriental que habla sobre las conexiones que se establecen entre diferentes seres humanos, a través de un hilo invisible. Pero el hecho de que la directora decida no dar ninguna explicación permite también que el espectador adopte una posición activa, imaginando los significados desde su propia perspectiva. El título de la película, At the door of the house who will come knocking, remite al poema Les amusements naturels de Pierre Albert-Birot ( 1876-1967, Francia), que cita el verso: "En la puerta de la casa ¿quién vendrá a llamar?"; pero también se refiere a la idea que explica el filósofo Gaston Bachelard (1884-1962, Francia) en La poética del espacio (1957, Fondo de Cultura Económica) sobre el significado del hogar en la vida de un hombre: "Es el primer mundo del ser humano".  Poética y bellamente filmada, se trata de una película que consigue atrapar al espectador a través de una mirada documental que acaba siendo absorbida por un hermoso aliento de fantasía. 

Mother City

Pearlie Joubert, Miki Redelinghuys

Sudáfrica 2024 | International Competition | 

Sheffield '24: Mención Especial del Jurado


Las últimas elecciones generales en Sudáfrica, celebradas el pasado 29 de mayo, abren un panorama incierto después de que el Congreso Nacional Africano (ANC) haya perdido su mayoría cómoda, obligándole a pactar con otros partidos, especialmente tras la consolidación del centro derechista Democratic Alliance (DA), como segunda fuerza política. Lo que proporciona actualidad a una película como Mother City (Pearlie Joubert, Miki Redelinghuys, 2024), que precisamente cuestiona cómo la llegada de la democracia en 1994 a Sudáfrica no ha resuelto los principales problemas del apartheid, especialmente en relación con la especulación inmobiliaria y el derecho de los ciudadanos más pobres, principalmente de raza negra, a contar con políticas favorables de viviendas sociales. De hecho, Ciudad del Cabo está considerada como una de las ciudades con mayor desigualdad social en el mundo, especialmente durante los mandatos del DA y de su alcalde Dan Plato, que en 2021 fue sustituido por Geordin Hill-Lewis, del mismo partido. Pero la mayor parte de las luchas por conseguir que el Ayuntamiento desarrolle un plan de viviendas sociales tiene lugar durante los mandatos de Dan Plato. Una de las denuncias claras de la película es la forma en que las propiedades públicas han sido utilizadas por las administraciones para la especulación, destinando grandes espacios del centro de la ciudad a campos de golf que ocupan el equivalente a 45 estadios de fútbol, a través de alquileres a multinacionales que están por debajo del valor real del suelo. Mientras tanto, muchos ciudadanos de Ciudad del Cabo no tienen acceso a viviendas sociales, cuya construcción se desarrolla a un ritmo muy lento, lo que llevó a organizaciones como Reclaim The City y Ndifuna Ukwazi ha iniciar una campaña de apoyo a la ocupación de edificios públicos abandonados que iban a ser convertidos en viviendas de lujo. 
El documental dirigido por la cineasta Miki Redelinghuys y la periodista Pearlie Joubert acompaña a algunos líderes de estas organizaciones, como Nkosikhona (Face) Swartbooi, para quien la lucha conecta con la historia de su familia, criado por su abuela en una choza en Khayelitsha, y teniendo presente la humillación que ella enfrentaba como trabajadora doméstica en Sea Point. A lo largo de seis años, estas organizaciones han tratado de presionar al ayuntamiento para que acelere la construcción de viviendas sociales, pero casi siempre encontrándose con una barrera infranqueable que justifica la falta de un plan real con cuestiones presupuestarias y burocráticas, aunque no parece haber este tipo de problemas cuando se trata de vender espacios públicos a empresas de construcción. En realidad, la problemática de la vivienda que se describe en la película podría ser el reflejo de cualquier gran ciudad del mundo, pero el trasfondo de la salida del apartheid y las promesas que la democracia trajo a un país como Sudáfrica en torno a la igualdad social subraya aún más la fortaleza de estas reivindicaciones. De hecho, cada vez surgen más movimientos ciudadanos en África, como veremos en otros documentales que comentamos a continuación, que denuncian cómo permanecen las mismas dinámicas de desigualdad a pesar de que teóricamente el colonialismo se ha dejado atrás. Precisamente, uno de los referentes principales de las organizaciones que se describen en Mother City es la Plataforma de Afectadas por las Hipotecas (PAH), que nació en 2009 y de la que surgió Ada Colau como candidata a la alcaldía. Parte del documental se desarrolla en Barcelona cuando representantes de las organizaciones sudafricanas viajaron a España para apoyar la reelección de Ada Colau, que finalmente perdió frente a Ernest Maragall de Esquerra Republicana de Cataluña. Pero este segmento demuestra la manera en que las iniciativas ciudadanas de diferentes partes del mundo se pueden cohesionar para encabezar una lucha común. Incluso Nkosikhona Swartbooi se plantea la posibilidad de tratar de cambiar las políticas desde dentro, como Ada Colau, pero la llegada de la pandemia del coronavirus y posteriormente un despliegue masivo de policías antidisturbios para desalojar de manera violenta a los ocupantes de los edificios, que recuerda a los peores momentos del apartheid, desestabiliza la lucha social. Mother City es un documental de urgencia que hace una denuncia clara sobre cómo los líderes políticos actuales siguen reproduciendo las mismas dinámicas socioeconómicas que permanecieron activas durante los años de represión, aunque ahora envueltos en un disfraz de democracia. Y en este sentido es una película que provoca un impacto profundamente emocional, una lucha de David contra Goliat en la que este último cambia de forma para permanecer igual. El pacto que hace unos días alcanzó la ANC con DA para que Cyril Ramaphosa siga siendo presidente del país indica que van a cambiar pocas cosas en un futuro próximo. 

My sweet land

Sareen Hairabedian

Estados Unidos, Francia, Irlanda, Jordania 2024 | First Feature Competition | 

La ofensiva de Azerbaiyán en el Nagorno-Karabaj el 19 de septiembre de 2023 supuso una nueva etapa en un conflicto que dura tres décadas, después de que Azerbaiyán sometiera a la región a un bloqueo de nueve meses. Pese a las alertas del gobierno armenio a la comunidad internacional sobre la posibilidad de que se esté cometiendo un nuevo genocidio, y el desplazamiento de sesenta y cinco mil de los ciento veinte mil armenios que vivían en el Nagorno-Karabaj, pocos países se han apresurado a condenar la ofensiva. En su último libro, Armenia. Un genocidio sin fin y el mundo muriendo (2023) el historiador Vincent Duclert (1961, Francia), ofrece un análisis de urgencia de una situación que se encuentra al límite, con la región de Artsaj (nombre armenio de Nagorno-Karabaj) invadida después de haber sido sometida a un bloqueo desde diciembre de 2022. El conflicto intergeneracional de Armenia que tiene sus antecedentes en 1915 cuando se produjo la deportación y el asesinato de intelectuales armenios, en una fecha conocida como Domingo Rojo, es un genocidio silencioso que no ocupa la atención internacional. En Artsaj, la directora armenia establecida en Estados Unidos Sareen Hairabedian quiso mostrar a través de las vidas de sus habitantes cómo se experimenta el conflicto desde dentro, pero finalmente acabó centrándose en Vrej, un niño de once años cuando comenzó a rodar la película en 2018, que tiene una sabiduría poco habitual en su edad. En este documental que muestra un coming-of-age mucho más contundente de lo normal, la cámara sigue al protagonista desde que tiene una vida más o menos tranquila en un pequeño pueblo, donde juega con otros niños y sueña con ser dentista mientras encuentra restos de otros momentos del conflicto, hasta que experimenta en primera persona las consecuencias de las invasiones azerbaiyanas. 
En My sweet land (Sareen Hairabedian, 2024) se menciona varias veces la palabra "hogar". En la propia escuela, la profesora le pregunta a los alumnos "¿por qué somos un país?", a lo que Vrej responde con convicción: "Porque existimos". La negación de la existencia de un pueblo está en el germen de algunos de los conflictos que se desarrollan en la actualidad: el objetivo principal es acabar con la identidad de una población, literalmente borrarla y olvidarla. La película muestra de una forma muy clara cómo el trauma se apodera de las familias, con la presencia siempre constante de la guerra y la consciencia de un futuro improbable. En algunos momentos en los que Vrej revela la presencia de la directora dirigiéndose a ella, éste habla sobre la percepción de sí mismo como protagonista de una película. "¿Sabes lo que le ocurre a los héroes de las películas? Que acaban muriendo al final". Las imágenes no necesitan mostrar efectos dramáticos de la guerra porque el documental contiene declaraciones tan contundentes como ésta, que muestran la consciencia de una realidad perceptible: cuando se anuncian en la radio las listas de los soldados artsajíes muertos, a los que se describe como mártires, la mayor parte de ellos tienen menos de veinte años. Vrej también es consciente de que en algún momento tendrá que convertirse en un defensor de eso que se llama patria, un destino que parece inevitable, pero que en zonas de guerra como Armenia acaba siendo asignado demasiado pronto. Parte de la película se desarrolla en un centro de entrenamiento militar ocupado principalmente por niños, en el que aprenden a manejar armas, conviven y realizan actividades relacionadas con la guerra. "Este es un jardín de infancia militar", dice uno de los soldados. Tratando de mantener una posición de observación, que a veces es rota por la interlocución de Vrej, la directora aprovecha la confianza que ha adquirido con el niño para capturar la tensa normalidad de la vida en un lugar donde la guerra está siempre a punto de estallar. Y de esta forma habla, sin exposiciones teóricas, de los traumas empujados por la esperanza de que algún día se encontrará una paz duradera, algo que los acontecimientos se empeñan en impedir, con la anexión forzada de Artsaj a Azerbaiyán y el desplazamiento de miles de armenios, frente a la indiferencia del resto del resto del mundo. 

Our land, our freedom

Meena Nanji, Zippy Kimundu

Kenia, Estados Unidos, Portugal, Alemania  2023 | Memories | ☆☆

Docsbarcelona '24: Mención Especial Docs&Pearls, Premio Amnistía Internacional

Cuando Kenia consiguió la independencia en 1963, lo hizo bajo términos británicos, estableciendo la devolución de tierras solo en las condiciones impuestas por los antiguos colonizadores y enterrando literalmente las huellas del Ejército de Tierra y Libertad de Kenia, a los que los británicos llamaron despectivamente Mau Mau, un nombre que ellos mismos adquirieron como propio. El primer presidente de Kenia, Jomo Kenyatta, prohibió cualquier referencia a los Mau Mau, mientras numerosos documentos que describían la violencia diaria de la colonización fueron destruidos. En sus libros Imperial reckoning (2005) y Legacy of Violence: A History of the British Empire (2022), la escritora Caroline Elkins ha descrito los abusos cometidos a través de documentos rescatados, destacando la forma en que Gran Bretaña había reescrito la historia colonial para ocultar la violencia, entre otras cosas negando la existencia de campos de concentración. La primera publicación fue utilizada para iniciar una demanda histórica de cinco supervivientes de este campo de detención contra el gobierno británico, que terminó con un acuerdo económico y una disculpa oficial. El documental Our land, our freedom (Meena Nanji, Zippy Kimundu, 2023), producido por la cineasta Mira Nair, directora de películas como La boda del Monzón (2001) y Amelia (2009), se centra en los esfuerzos de Wanjugu Kimathi por encontrar los restos de su padre, el antiguo líder del Ejército de Tierra y Libertad, Dedan Kimathi, que fue arrestado y condenado a la pena de muerte bajo los cargos de tenencia ilícita de armas. Ahorcado en 1957 por los militares británicos, su cuerpo fue enterrado en secreto, negando a la familia un entierro para evitar mayores conflictos. Con los recuerdos de su madre, Wanjugu Kimathi inicia una búsqueda de los restos de su padre en fosas comunes, que acaba siendo frustrante. 
Pero el valor de la película está en cómo deriva, a partir del impulso de la protagonista, en una historia sobre la resistencia keniata contra los colonizadores británicos quienes, sobre todo a partir de 1920, llevaron a cabo una campaña de violencia para arrebatar las tierras a sus habitantes, incluso practicando medidas de control de la natalidad a través de la castración de hombres y mujeres, con técnicas ciertamente brutales, como cortar los testículos o introducir una botella caliente en la vagina. Reclamar las tierras que fueron arrebatadas se ha convertido en una reivindicación cada vez más extendida en Kenia, pero que se encuentra con el rechazo de unos líderes políticos que de alguna manera siguen influidos por los intereses económicos británicos. En la película, que transcurre desde 2016 hasta 2023, se muestra cómo la muerte de Isabel II fue recibida en Kenia con una mezcla de luto, indiferencia y recuerdo de una colonización brutal, y cuando un programa de radio entrevista a Mukami, la madre de Wanjugu Kimathi, ésta intenta explicar los sentimientos contradictorios que tiene. Es interesante cómo las directoras utilizan el material de archivo, grabaciones del ejército británico que funcionaban como propaganda para mostrar a los kenianos como salvajes que necesitaban ser civilizados. Las imágenes se muestran ahora desprovistas de las locuciones originales para aportarles una perspectiva diferente, que retrata la forma de vida de los habitantes de Kenia. Igual que los Mau Mau reclamaron ese nombre impuesto como una seña de identidad propia, la subversión del concepto propagandístico de los archivos los presenta en toda su crudeza. Ya no son tribus siendo civilizadas, sino africanos literalmente brutalizados y maltratados por los británicos. Aunque a veces puede parecer un recorrido demasiado resumido como para que desarrolle completamente sus ideas, Our land, our freedom construye una mirada muy certera en torno al legado, la reclamación de una narrativa histórica más precisa y de unos territorios que fueron arrebatados en el pasado y siguen siendo negados en el presente. 

The battle for Laikipia

Daphne Matziaraki, Peter Murimi

Kenia, Grecia, Estados Unidos 2024 | Roger Ross Williams Selection | 

Sundance '24: Premio Amazon Studios

Hot Docs '24: Mejor Película Land|Sky|Sea Competition

Un ejemplo de las narrativas coloniales construidas a partir de manipulaciones de la realidad es el discurso que ofrece la ganadera Maria, que administra el rancho Kifuku, una extensión de más de 3.000 hectáreas en la región de Laikipia (Kenia). Ella defiende su derecho a la propiedad de esta amplia extensión de tierras argumentando que sus abuelos llegaron en 1908 y algunas generaciones de su familia han nacido en Kenia. Solo hay que situar esa apropiación de tierras en la época colonial británica para entender el origen de la propiedad, pero más de un siglo después parece claro el debate sobre a quién le pertenece, especialmente con el resurgimiento de movimientos africanos que reclaman la devolución de los territorios robados. Cuando Kenia obtuvo la independencia en 1963, Gran Bretaña exigió que se mantuvieran los derechos de propiedad, lo que ha dado lugar a situaciones de conflicto como la que se muestra en esta película producida por Roger Ross Williams, ganador del Oscar por el cortometraje documental Music by Prudence (2010) y al que Sheffield Doc Fest ha tenido como invitado especial. El Condado de Laikipia, situado en el valle del Rift, se ha convertido en el centro de las disputas por el territorio, especialmente por las consecuencias del cambio climático que ha desertizado buena parte de las zonas en las que pastoreaba el ganado. Por un lado se encuentran los pastores que han visto cómo sus rutas de migración han sido bloqueadas por vallas electrificadas, por otro lado los ranchos de familias occidentales herederas de la colonización mantienen su territorio en mejores condiciones gracias a lagos artificiales y tratan de impedir la invasión por parte de grupos que reivindican el paso por esas zonas, y por otro también se encuentran territorios convertidos en espacios de protección para animales en peligro de extinción como las cebras. Lo que cuenta The battle for Laikipia (Daphne Matziaraki, Peter Murimi, 2024) es una historia de supervivencia en la que hay una confrontación permanente que tiene difícil solución porque colisionan intereses totalmente opuestos. En este sentido, los directores deciden ofrecer las diferentes perspectivas dejando que sean los protagonistas los que desarrollen sus argumentos, aunque esta decisión quizás descontextualiza el conflicto para ofrecer una perspectiva únicamente centrada en el presente. 
Lo que parece claro es que las posturas son irreconciliables porque se sostienen sobre algo tan frágil como la supervivencia y el futuro: los principales antagonistas son Simeon, un miembro del pueblo Samburu, que intenta encontrar rutas de pastoreo para su ganado, un trabajo heredado de su familia; y Maria y su hijo George, quien nació en Kenia, parte de una familia de agricultores que también se apoyan en la herencia para reclamar su derecho a defenderse. A lo largo del período en el que se desarrolla la película, con elecciones políticas de fondo, la violencia se va acrecentando, y parece claro que el ejército defiende a los terratenientes. Se produce el asesinato del administrador de una reserva, se llevan a cabo matanzas de ganado que son la principal subsistencia de los pastores, se queman los refugios frágiles de los ganaderos africanos... La película captura la tensión conforme va aumentando, y refleja las posturas cada vez más radicales de los protagonistas del conflicto, que acaba trasladándose al panorama político cuando uno de los candidatos reclama la devolución de las tierras. Y explica cómo la crisis climática se ha convertido en el principal catalizador de una situación que se encuentra al límite. Lo interesante del documental es asistir a los diferentes posicionamientos de los grupos en conflicto, que a veces utilizan argumentos ingenuos, o directamente hipócritas. En una reunión de terratenientes, uno de ellos propone incorporar a los pastores como trabajadores de las granjas: "El pastoreo va a desaparecer, la cuestión es con qué lentitud y con qué grado de violencia va a hacerlo". Pero se podría preguntar si es lícito pedir a otros que renuncien a su forma de vida solo para mantener la forma de vida de uno mismo. Lo que está claro es que la falta de lluvias provoca la desertización, y ésta el hambre y la falta de recursos para quienes no tienen la posibilidad de emigrar. Cuando se muestran ovejas extenuadas incapaces de caminar por la falta de agua y alimento, el horror del cambio climático se pone de manifiesto. La directora griega Daphne Matziaraki, que fue nominada al Oscar por el cortometraje 4.1 miles (2016), y el realizador keniano Peter Murimi adoptan una posición equidistante que puede resultar inquietante, al colocar todos los discursos en el mismo plano. Pero al final The battle for Laikipia muestra de una forma contundente cómo las consecuencias de la crisis climática afecta también a las perspectivas de la supervivencia y provoca conflictos irresolubles.