Three promises
Yousef Srouji
Palestina, Estados Unidos, Líbano 2023 | People & Community | ★★★★☆
Doc Point Helsinki '24: Mejor Documental Internacional
La necesidad de capturar la experiencia personal está reflejada a través de las grabaciones que Suha Khamis, la madre del director, realizó durante los bombardeos de Israel sobre territorios palestinos en la Segunda Intifada que comenzó en el año 2000, como respuesta a la visita del primer ministro Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, un acto que se consideró como una provocación. Pero las imágenes de esta película se centran en el interior del hogar familiar en Cisjordania, unas grabaciones que la madre de Yousef Srouji decidió no compartir durante un largo período de tiempo, pero que después de ser descubiertos por el director en 2017, componen este documental que provoca la emoción de la realidad capturada sin adiciones. Transmitiendo cómo los continuos bombardeos y la tensión constante acabaron afectando psicológicamente a la familia. Mientras vemos grabaciones de celebraciones que transmiten una momentánea felicidad, escuchamos una conversación entre hijo y madre en la que ella se muestra sincera: "Creo que todos sabemos que la intifada nos cambió. Provocó un vacío emocional y psicológico. Nos volvimos agresivos e impacientes con los demás. Pasamos de ser una familia a ser cuatro personas individuales". El título de la película, Three promises (Yusef Srouji, 2023), se refiere a las tres promesas que realizó Suha durante los momentos más intensos de los bombardeos, cuando "negoció" con Dios que en el caso de que sobrevivieran, acabarían marchándose de Cisjordania. Pero estas promesas, al menos dos de ellas, nunca se cumplieron, como una necesidad natural de no abandonar el hogar ni romper la unidad familiar que podría provocar el desplazamiento. Buena parte de las imágenes se desarrollan cuando Suha y su marido Ramzi, junto a sus dos hijos Dima y Yousef, se encuentran refugiados mientras se producen los bombardeos nocturnos. Dima expresa el miedo a través de sus lágrimas y Yusef se mantiene más sereno, contagiado por la tranquilidad que transmite su padre Ramzi, en una escena que graba Suha de manera casi obsesiva. Quizás también como una especie de pantalla que la separa de la realidad, lo que expresa Ramzi cuando muestra su cansancio: "Deja de grabar, no estamos en un escenario". El material familiar es utilizado de una forma no cronológica, pero mostrando la evolución de unos años en los que el ruido de las bombas y disparos se acabó convirtiendo en normalidad, la vida cotidiana de la guerra, la tensión constante de los conflictos. Poco a poco, los apoyos emocionales también van desapareciendo, como cuando los vecinos han dejado su apartamento, con Dima y Yousef recorriendo los pasillos vacíos de lo que fue un hogar. La película captura esta existencia desgarrada por las consecuencias de la guerra, que acaba afectando a ellos mismos cuando acaban pasando un tiempo en una escuela abandonada de los Salesianos en Belén. Pero en la narración sobrevuela la pregunta de por qué Suha decidió no cumplir sus promesas en cada momento, quizás con una leve esperanza de que sus vidas podrían regresar a una cierta normalidad. Three promises es una película, en este sentido, profundamente emocional a pesar de que en realidad no muestra escenas de violencia directa, pero refleja de una manera sutil la efervescencia de un trauma que terminará siendo permanente. Quizás la recuperación de estas imágenes y la edición precisa de Mahdokht Mahmoudabadi, que también es co-guionista, son una manera de exorcizar esos traumas. La tercera promesa fue finalmente cumplida y la familia se mudó a Qatar durante un tiempo para después trasladarse a Estados Unidos, donde Yousef Srouji desarrolló su carrera como cineasta. En los minutos finales cuentan que decidieron regresar a Cisjordania, como una especie de atracción hacia el hogar que posiblemente es la misma que evitó que la madre abandonara los territorios palestinos mucho antes. Porque, efectivamente, la familia ha terminado dividiéndose entre diferentes países, reflejando los temores de una madre que quiso al menos recoger los momentos familiares en los que permanecieron unidos.
Life is beautiful
Mohamed Jabaly
Noruega, Qatar, Palestina 2023 | Journeys | ★★★☆☆
IDFA '24: Mejor Dirección
El pasado 28 de mayo, Noruega fue uno de los tres países, junto a España e Irlanda, que hizo un reconocimiento oficial del Estado de Palestina, admitiendo como palestinos los territorios de Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza que Israel ocupó tras la denominada guerra de los Seis Días, en el año 1967, y que todavía controla. Cuando el director de cine Mohamed Jabaly (1990, Palestina) quedó atrapado en Noruega en 2016 debido al cierre de fronteras en Gaza tras una de las escaladas del conflicto, la falta de reconocimiento de Palestina como Estado en aquel momento fue uno de los obstáculos para que pudiera conseguir una visa de permanencia en el país nórdico. Lo que condujo a una odisea que ha durado siete años para tratar de contrarrestar las sucesivas negativas por parte de la UDI (Dirección de Inmigración) y posteriormente de la UNE (Junta de Apelaciones de Inmigración), lo que se muestra en el documental de optimista título Life is beautiful (Mohamed Jabaly, 2023), que ha recibido entre otros el premio a la Mejor Dirección en el pasado festival IDFA. Su paso por una de las muestras de documentales más destacadas también estuvo rodeada de polémica después de que varios cineastas palestinos decidieran retirar sus películas, cuando la directora artística del festival condenó una protesta pro-palestina que utilizaba el lema "Del río al mar, Palestina será libre", que ha sido asumido por el grupo terrorista Hamás. Sin embargo, Mohamed Jabaly decidió mantener su película en el concurso oficial, argumentando que su principal objetivo era contar historias y ser escuchado en medio de la destrucción. Aunque la película se terminó antes de que se produjera el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la posterior respuesta militar de Israel destruyendo el territorio de Gaza, las consecuencias trascienden sus imágenes. Aboud, uno de los amigos de Mohamed Jabaly que rodó las últimas escenas de la película, murió asesinado el pasado mes de abril por un ataque israelí mientras esperaba ayuda humanitaria.
Mohamed Jabaly cuenta su historia en segunda persona, dirigiéndose a su madre, que falleció en 2022, como una especie de carta personal de despedida, lo que proporciona un carácter intimista a las reflexiones que ofrece a lo largo del documental. Como muestra de las contradicciones de la política exterior de Noruega, aunque en aquel momento no había reconocido el Estado palestino, se había establecido un acuerdo de hermanamiento entre las ciudades de Gaza y Trømso, lo que condujo a que el director del festival de cortometrajes The Nordic Youth Film Festival (NUFF), Hermann Greuel, le invitara a pasar un mes en esta ciudad noruega. Pero el cierre de fronteras obligó a Jabaly a solicitar una visa de permanencia cuyo primer intento fue fructífero, consiguiendo una visa temporal, pero posteriormente se encontró con sucesivas negativas por parte de la administración noruega. Por un lado, Mohamed Jabaly no quería solicitar asilo porque eso supondría renunciar a su identidad como palestino, al no ser reconocido por Noruega, y por otro lado, las autoridades tampoco reconocían su trabajo como cineasta, que podría haberle proporcionado una autorización por trabajo, al no contar con estudios cinematográficos. Mezclando el relato del presente con su propia trayectoria personal, Jabaly cuenta que comenzó a practicar con cámaras de video cuando era joven, formándose de manera autodidacta junto a sus amigos. El montaje de Erland Edenholm y Anne Fabini hace un buen trabajo al resumir en 90 minutos tanto material de grabaciones. Y de hecho acabó llevando una cámara constantemente para reflejar su trabajo como voluntario en una ambulancia durante la escalada del conflicto en 2014, lo que dio como resultado la película Ambulance/Gaza (Mohamed Jabaly, 2016), que tuvo una trayectoria en festivales internacionales como Sheffield Doc Fest. Curiosamente, mientras su documental viajaba por distintos países, él estaba atrapado en Noruega dentro de un proceso burocrático que le impedía salir al exterior. Pero a pesar de la situación complicada y su único contacto con su familia a través de videollamadas con mala conexión, Mohamed Jabaly transmite constantemente una actitud optimista, que se refleja en las imágenes del comienzo, en las que tiene su primer contacto con unos esquíes. La película transmite una humanidad especial a través de la manera en que este incipiente director palestino es acogido por el entorno de Hermann Greuel, que comparte con él su pasado como emigrante, de origen alemán, mientras que su esposa es estadounidense. Pero la historia de Mohamed trasciende a los medios de comunicación y comienza a recibir la solidaridad del mundo artístico en Noruega. Una repercusión que Hermann Greuel sugiere que puede haber sido el detonante para que la UNE presione a la policía de Trømso para que a su vez recuerde constantemente al director que se acerca su fecha límite de permanencia en Noruega. Con un largo historial de decisiones muy controvertidas, la UDI y la UNE gestionan la política de inmigración de Noruega, y actualmente priorizan las solicitudes de asilo por parte de residentes en Palestina e Israel. Este carácter humano y optimista de la película solo tiene algunos momentos de pesimismo, como cuando Mohamed Jabaly viaja a Londres, recibiendo un reconocimiento que no encuentra en el país que él considera su segundo hogar: "Londres me acogió y me reconoció como cineasta, al contrario que la administración de Noruega". Pero también contrarresta cierta superficialidad, haciendo que Life is beautiful sea interesante como experiencia personal pero que profundiza poco en las consecuencias del conflicto o en las cuestiones de identidad que se plantean al principio.Kilometre
Hanna Tykha
Ucrania 2024 | First Feature Competition | ★★★★☆
El regreso a Ucrania se convierte en uno de los temas principales de esta película que ofrece una experiencia profundamente inmersiva en el conflicto iniciado por la invasión rusa. Cuando estalla la guerra, el artista Roman Liubyi se encontraba en Londres participando en una exposición, pero su deseo de regresar con su familia pasa a un primer plano frente a otros amigos que parecen tratar de justificar de una manera personal su decisión de permanecer en Inglaterra: "Yo tengo a mi mujer y a mis hijos aquí". Mezclando imágenes de familias ucranianas refugiadas en las estaciones de metro de Kiev, con la ebullición del metro de Londres, la película contrapone dos realidades totalmente diferentes. Con las comunicaciones cada vez más difíciles en Ucrania, Roman solo se comunica con su familia a través del chat, pero ni siquiera les dice que tiene la intención de volver a su país. Roman Liubyi ha dirigido él mismo algunas aproximaciones a la guerra más de la invasión rusa, como War note (2020) y más recientemente Iron butterflies (Roman Liubyi, Mila Zhluktenko, 2023), un trabajo de investigación sobre el derribo del avión de Malaysia Airlines sobre Ucrania en 2014, que fue seleccionado en el Festival de Sundance, y participó en la película One day in Ukraine (Volodymyr Tykhyy, 2022). En suelo ucraniano, se incorpora a la Unidad de Reconocimiento Aéreo, una unidad del ejército que utiliza drones para tratar de localizar los movimientos del ejército ruso, y que sufre ataques precisamente de drones enemigos que tratan de impedir su cometido. La cámara en el pecho de Roman Liubyi ofrece un punto de vista en primera persona que a veces transmite la sensación de uno de esos videojuegos de guerra, pero que una vez que traspasa el impacto inicial acaba convirtiéndose en un punto de vista especialmente realista de la guerra, transmitiendo una tensión y una sensación de peligro constante, como en una secuencia en la que Roman y un compañero tratan de evitar ser localizados por la fuerza aérea rusa que parece haberlos designado como objetivos. La incertidumbre de la conversación entre ambos, uno de ellos transmitiendo su incredulidad de que los rusos pierdan el tiempo con dos soldados aislados, es una representación muy humana de la tensión del conflicto. A lo largo de las conversaciones entre el grupo de soldados, se mencionan ataques recientes y muertes cercanas. Kilometre (Hanna Tykha, 2024) captura especialmente bien el conflicto en tierra, pero también ofrece amplias tomas aéreas en las que se refleja la destrucción que ha dejado el ejército a su paso, mientras algunas secuencias están cargadas de suspense, como cuando un dron sigue desde un plano cenital el trayecto de un tanque ruso cuyo objetivo no parece claro. Durante los dos primeros meses del conflicto, los rusos trataron de tomar la ciudad de kiev pero terminaron replegándose, intensificando los bombardeos y los ataques contra ciudades como Irpín. Uno de los principales objetivos estratégicos de los rusos en su avance hacia Kiev era el aeropuerto Hostómel, donde las continuas ocupaciones rusas y recuperaciones ucranianas durante desde finales de febrero de 2022 hasta el 1 de abril, en el que Ucrania declaró el aeropuerto como libre de invasores. Entre el relato de las acciones de guerra, Roman Liubyi trata de recorrer los kilómetros que quedan para reunirse con su familia, constatando conforme se acerca que su ciudad ha sufrido algunos de los ataques más duros. Los planos cenitales de los drones muestran la escasa distancia que les separa, pero a pie de tierra el camino es complicado y peligroso. El contraste que muestra el director Hanna Tykha (1995, Kiev) entre la visión en tercera persona y el punto en vista en primera persona refleja de manera clarificadora la diferente percepción que se tiene de la guerra de Ucrania vista desde fuera y la que es experimentada desde dentro.
The cranes call
Laura Warner
Estados Unidos, Ucrania, Francia, Holanda, Alemania 2024 | Rebellions | ★★★★☆
Que este documental esté construido con el tono de un thriller de ficción no debe resultar extraño, dadas las ramificaciones que tiene dentro de los ambientes de Hollywood, desde la productora fundada por Hillary Clinton hasta la fundación dirigida por George Clooney. Hidden Lights Production fue creada por la periodista Chelsea Clinton y su madre para producir largometrajes documentales que han tenido impacto en festivales internacionales como Lyra (Allison Millar, 2022), premiada en Docsbarcelona y Sheffield, o In the shadow of Beirut (Garry Keane, Stephen Gerard Kelly, 2023), presentada por Irlanda como su representante para el Oscar. Por su parte, la Fundación Clooney para la Justicia fue fundada en 2016 por la activista y abogada Amal Clooney y su marido, el actor George Clooney, para perseguir el abuso de los derechos humanos en países en conflicto. Su trabajo en Ucrania se convierte en el foco principal de The cranes call (Laura Warner, 2024), una historia que adquiere una tonalidad de género de suspense al acompañar a la activista de derechos humanos Anya Neistat en sus investigaciones sobre los crímenes de guerra que el ejército ruso ha cometido durante la invasión. Recogiendo testimonios y pruebas sobre torturas, agresiones sexuales o bombardeos de la población civil, el trabajo de Anya supone a veces una carrera contrarreloj para que las pruebas de estos hechos no desaparezcan entre el caos de la guerra. Pero sobre todo se centra en un caso concreto que involucra a un batallón ruso cuyo oficial es conocido por perpetrar todo tipo de actos de violencia extrema contra la población civil, como asesinatos entre quienes se encontraban refugiados de los bombardeos. Con la ayuda de Solomiia Stasiv, una joven ucraniana que comenzó siendo intérprete para acabar involucrándose directamente como investigadora, ambas forman un equipo que parecería sacado de un thriller político de ficción si la realidad no fuera tan evidente. Rodada en su mayor parte por la directora Laura Warner, productora de la miniserie Vendetta: Verdades, mentiras y la mafia (Netflix, 2021), la película muestra la complejidad de unas investigaciones que tienen como principal objetivo recabar suficientes datos y testimonios como para reclamar una jurisdicción universal para poder procesar a los culpables, aunque en este caso se encuentren amparados bajo la protección rusa. Y ciertamente el sentido de impunidad que transmiten las acciones de estos perpetradores se refleja cuando Anya y Solomiia llegan a las ruinas de uno de sus centros de operación, en los que han dejado atrás todo tipo de documentación que realmente sirven para reconstruir sus movimientos y situarles en los lugares donde tuvieron lugar estos crímenes de guerra. Aún así, las dificultades para conseguir justicia parecen bastante obvias, aunque las promesas a una de las víctimas de abusos sexuales puede reflejar demasiada confianza. Mientras se desplazan en un tren por el interior de Ucrania, las protagonistas reciben la noticia de bombardeos cercanos y el tren se detiene, así que deciden bajar y tratar de llegar a su destino por sus propios medios, creando una sensación de suspense que muestra la incertidumbre del momento. El comienzo de la guerra de Ucrania lleva a Solomiia a tomar la decisión de regresar con su familia, a pesar del ofrecimiento de Anya de utilizar los medios de la fundación para sacarla del país. The cranes call consigue que no parezca artificial la estrecha colaboración entre ambas protagonistas, que se desarrolla casi como si se tratara de una buddy movie, aunque la decisión de establecer un tono de thriller, con un montaje de Martin Kayser-Landwehr que a veces puede resultar demasiado efectista, pueda perjudicar a la película en su valor documental. También interviene Amal Clooney en la sede de la fundación, ofreciendo un acceso especial a las reuniones en las que se toman decisiones sobre qué casos tienen el suficiente peso como para merecer seguir profundizando en su investigación. Pero la película nunca se siente como un vehículo promocional, sino como una constatación muy sólida sobre la necesidad de perseguir con todas sus consecuencias los crímenes cometidos al amparo de los conflictos armados.
Witnesses: Captivity that kills
Maryna Roshchyna, Tetiana Symon
Ucrania 2024 | Memories | ★★★☆☆
Ukraine Archive War (UWA) fue fundado en 2022 por miembros de la ONG Docudays, que ha venido dirigiendo el festival Docudays UA, el único de cine sobre derechos humanos que se celebra en Ucrania, y de la organización británica Infoscope, que desarrolla e implementa soluciones tecnológicas para el archivo y análisis de datos. Se trata de una plataforma colaborativa que intenta preservar un archivo digital de materiales relacionados con la invasión rusa en Ucrania, teniendo como objetivo almacenar el contenido audiovisual que se ha ido generando a lo largo del conflicto, cuyo uso puede ser relevante en posteriores investigaciones judiciales sobre crímenes de guerra. El sistema de archivo cuenta con protocolos de ciberseguridad que impiden el acceso no controlado y además tiene varias copias almacenadas en diferentes espacios digitales, en el caso de que alguna de ellas se vea comprometida. Los materiales audiovisuales y testimonios pueden ser aportados directamente a través de la página web del Ukraine Archive War y posteriormente son analizados y etiquetados para su almacenamiento. De esta labor ha surgido el documental Witnesses. Captivity that kills (Maryna Roshchyna, Tetiana Symon, 2024), que trata de ofrecer a través de testimonios directos un relato fidedigno de los acontecimientos ocurridos alrededor de la planta siderúrgica Azovstal, a las afueras de Mariupol, la ciudad que sufrió el mayor acoso y destrucción por parte del ejército ruso al comienzo de la guerra. Los bombardeos provocaron que más de 900 soldados del regimiento Azov se rindieran y fueran hechos prisioneros por parte de los rusos. Dos de estos soldados, Kostiantyn Kozhekin y Gennadiy Sukharnikov, prestan su testimonio en primera persona sobre unos acontecimientos que se relatan de forma cronológica y de manera bastante aséptica, desde el primer asedio a través de constantes bombardeos en abril de 2022 hasta la rendición posterior en el mes de mayo.
A lo largo de los meses se han producido varios intercambios de prisioneros entre Rusia y Ucrania, pero solo 225 de los que pertenecían al regimiento Azov han sido liberados por los rusos, indicándose que en la actualidad las organizaciones de derechos humanos calculan que existen unos 10.000 prisioneros ucranianos. En realidad, los testimonios de los dos soldados no relatan un trato violento por parte de los rusos, pero sí la falta de alimento y la ausencia de ayuda sanitaria. Sin embargo, como indica el título haciendo referencia a una "cautividad que mata", el hecho más sorprendente fue la explosión que se produjo el 22 de julio de 2022, destruyendo parte de la prisión operada por Rusia en Molodizhne, cerca de Olenivka, en la región de Donetsk, donde se encontraba el regimiento Azov. Se calcula que entre 50 y 60 personas murieron en este ataque que las autoridades rusas se apresuraron a adjudicar al ejército ucraniano como un atentado contra los prisioneros para evitar que colaboraran con sus captores. Lo cierto es que, aunque se produjo una retransmisión en la televisión oficial rusa, las autoridades negaron el acceso a la zona a la prensa extranjera, lo que levanta muchas sospechas. Por parte ucraniana se negó su responsabilidad en la explosión y se apuntó que fue un ataque de Rusia para aliviar la masificación de la prisión y encubrir las torturas y ejecuciones que se estaban produciendo. En este sentido, los testimonios más sobrecogedores son los de dos madres y la esposa de soldados cautivos. Hanna Kisilishyna, madre de Oleksii Kisilyshin, muestra su incertidumbre ante las informaciones contradictorias: "Quiero pensar que la versión ucraniana es la verdadera". Maria Alekseevych se casó de forma remota con el soldado Serhiy Alekseevych, porque él se encontraba en la guerra, mientras que Iryna Kozyreva, madre de Yaroslav Kozyrev, afirma que "mi hijo sobrevivió al ataque, pero no lo creí hasta que lo vi en la televisión rusa. A veces me siento muy mal. Te agarras a ciertas cosas, tratando de mantenerte firme. Compré a plazos un sofá que no podía pagar para que mi hijo tuviera un lugar donde dormir cuando regresara".
Aunque a veces utilizan recursos de pantalla fragmentada que pueden distraer al espectador, las directoras realizan un trabajo sutil de recolección de los testimonios e imágenes de archivo impactantes, como uno de los bombardeos rusos contra la planta Azovstal, transmitiendo con las imágenes estáticas la sensación de tiempo detenido que viven los familiares que esperan tener noticias de sus hijos, maridos o hermanos. La película comienza y termina con grupos de estos familiares manifestándose con pancartas en las calles de Kiev, pidiendo la liberación de los prisioneros del regimiento Azov y también una explicación real sobre quienes fueron los responsables de la explosión que se produjo en la prisión. Una respuesta que sin duda tardará en llegar.
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Películas mencionadas:
War note se puede ver en dafilms.comLyra se puede ver en Filmin.