Sheffield DocFest 2022 - Parte 3: Bajo la superficie

Publicado el 01 julio 2022 por Enprimerafila

En nuestro recorrido por la programación de Sheffield Doc Fest 2022 abordamos algunas películas cuyas historias tienen relación con aquello que está en el interior, física o emocionalmente. Volcanes, estaciones de metro, búnkers, excavaciones arqueológicas o extracciones petrolíferas generan debates que tratan de reconstruir al ser humano, cuyas acciones son también escondidas bajo la superficie, generando secretos que se mantienen durante años. 

The fire within: Requiem for Katia and Maurice Krafft

Werner Herzog, 2022 | Memories | ★★★★☆

Desde el comienzo de su último documental, Werner Herzog expresa su intención de crear una celebración del trabajo de Katia y Maurice Krafft, una pareja profesional y sentimental que se hizo conocida por sus espectaculares tomas cinematográficas de volcanes a lo largo del mundo. "Las vidas y la muerte de Katia y Maurice han sido documentados en películas y libros. Lo que intento hacer aquí es celebrar la maravilla de su creación", dice Herzog, narrador una vez más de la película. El estreno de The fire within: Requiem for Katia and Maurice Krafft (Werner Herzog, 2022) coincide este año con la extraordinaria película Fire of love (Sara Dosa, 2021), que ganó el Premio al Mejor Documental en Docsbarcelona y el Premio al Mejor Montaje en Sundance. Pero, aunque ambos títulos se sostienen en material de las más de 200 horas de metraje que dejó atrás la pareja de vulcanólogos, sus conceptos son completamente distintos. Es cierto que muchas de las imágenes más espectaculares coinciden, por lo que en cierta medida el acercamiento de Werner Herzog se debilita, pero el cineasta alemán elabora con perspicacia un homenaje en forma de Réquiem, tanto en su forma visual de reconocimiento del legado, como en el formato sonoro, usando amplios pasajes musicales con una certera selección, casi una sinfonía que se sostiene sobre todo en el Requiem Opus. 48 (1886-1888) de Gabriel Fauré, con fragmentos de la grabación Fauré: Requiem (1963, Warner Classics), interpretada por Victoria de los Ángeles. Werner Herzog otorga a las imágenes tomadas por Katia y Maurice Krafft un carácter casi religioso: "Para mí, estuvieron desarrollando una gran película sobre la Creación", comenta en sus reflexiones a lo largo de la película. 

Las imágenes que se muestran de sus arriesgadas, casi se podría decir que temerarias grabaciones al pie de las explosiones de lava en países como Filipinas, Indonesia, Alaska o México, están delimitadas por una extensa atención a sus últimos días de vida. Ambos fallecieron en junio de 1991 cuando estaban observando la erupción del Monte Unzen en Japón, en una zona que había sido establecida como distancia de seguridad, pero una repentina colada piroclástica, una mezcla de gases volcánicos y materiales sólidos que bajó rápidamente, acabó con sus vidas y la de varios periodistas que se encontraban en la misma zona. La atención a los mínimos detalles que caracteriza a Werner Herzog construye un relato sobre cómo se desarrollaron sus últimos días de vida. Incluso en referencia al trágico destino, la "lotería de la vida" como la llama Werner Herzog, cuando Katia había manifestado su intención de viajar a Filipinas para observar la reciente erupción del volcán Pinatubo, pero Maurice insistió en que se quedaran en Japón. El director hace referencia a otros momentos en los que salvaron sus vidas, como en 1983 en Indonesia, cuando consiguieron abandonar una isla poco antes de que explotara literalmente a causa de la erupción de un volcán. 

Maurice y Katia Krafft se dieron a conocer especialmente después de que rodaran unas imágenes nuncas vistas de erupciones de lava en Islandia en 1973, que son las que más se han popularizado, con ellos literalmente delante de explosiones de fuego. El propio Werner Herzog los emuló en su documental Dentro del volcán (Werner Herzog, 2016), filmándose a sí mismo en los alrededores de un cono volcánico, en el que utilizó también imágenes de archivo de la pareja de vulcanólogos. Este documental centrado en los volcanes surgió después de que el director alemán conociera al vulcanólogo Clive Oppenheimer cuando rodaba la película Encuentros en el fin del mundo (Werner Herzog, 2007). El interés por estos fenómenos naturales de gran violencia se ha ido acrecentando y en cierta manera The fire within es una consecuencia lógica dentro de la filmografía dedicada a ellos. Hay algunos aspectos, como suele suceder en la iconoclasta mirada fílmica del director, que resultan extraños, como el uso de algunas canciones de Ana Gabriel, en especial "Tú lo decidiste" (1994), que acaba siendo un llamativo canto de despedida a los Krafft: "Te fuiste sin siquiera despedirte". Herzog también se detiene en algunas escenas en las que el equipo de los vulcanólogos tratan de subir varios vehículos por una ladera embarrada, que parece un guiño al caótico rodaje que él mismo protagonizó en Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982). El último documental del director consigue momentos de gran contundencia poética, ensimismado en las espectaculares imágenes rodadas por Maurice y Katia Krafft, a quienes Werner Herzog dedica un carismático homenaje. 

Stille i Tysfjord

Alexander Irvine-Cox, 2022 | Debates | ★★★★☆

Física o emocionalmente, la superficie también esconde secretos que quedan ocultos aunque sea una realidad conocida. El documental Stille i Tysfjord (Beneath the surface) (Alexander Irvine-Cox, 2022) se acerca a un escándalo destapado en 2016 en el que se reveló una realidad inquietante. En el municipio noruego de Tysfjord, de tan solo 2.000 habitantes, se reportaron unos 150 casos de abusos sexuales a menores, que se habrían producido entre 1950 y 2017. La zona está dividida en dos poblaciones, Drag y  Kjopsvik, conectadas por un ferry. Pero no solo se trata de una división física sino también racial y cultural. Prácticamente la mitad de sus habitantes son sámi, la etnia originaria de Escandinavia, y representan dos tercios de las 83 víctimas y 92 perpetradores que fueron identificados por las investigaciones. Una de las primeras que denunció los abusos sufridos fue Nina Iversen, una de las protagonistas del documental, pero hasta que un periódico nacional publicó un reportaje con declaraciones de 11 víctimas, nadie parecía escuchar las denuncias. A partir de esta publicación, el caso se convirtió en un escándalo a nivel nacional, que Alexander Irvine-Cox ha trasladado al formato documental en un ejercicio casi de thriller nórdico. 

Porque hay varios aspectos que revelan cuestiones inquietantes alrededor del caso, especialmente la publicación de una denuncia en otro periódico que hicieron dos de las víctimas en el año 1993, a las que las autoridades hicieron oídos sordos: "Si el Ayuntamiento y la policía nos hubieran tomado en serio, se habría ahorrado mucho dolor", comenta Anders, uno de los denunciantes. Pero en aquel momento el artículo tuvo poco eco, y los responsables de los servicios sociales y de la policía dedicaron poco tiempo a investigar. Lo que esconde otra realidad que remueve los cimientos de la aparentemente abierta y solidaria sociedad noruega: el profundo racismo que los sámi han sufrido a lo largo de muchas décadas. "Los niños de Kjopsvik eran considerados inferiores a los niños de Drag", comenta otra de las víctimas. Una discriminación latente que proviene de los procesos de "noruegización" del pueblo sámi que aprobó el Parlamento en 1848, y que ha permanecido hasta 1950. "Se nos ha dicho que debíamos ser más noruegos para integrarnos", comenta Anders, haciendo referencia al saqueo de un cementerio sámi para la investigación de sus restos: "Querían demostrar que noruegos y alemanes eran superiores a los sámi. Parte de los restos se llevaron a la Universidad de Oslo y hoy en día todavía permanecen en el Departamento de Anatomía". 

Este desprecio permanente hacia los indígenas, los habitantes originarios de lo que hoy son Noruega, Suecia y Finlandia, es la explicación principal de la falta de compromiso de las autoridades noruegas con el caso. Los relatos sobre abusos por parte de los propios padres, pero también de otros miembros de las familias, resultan aterradores. Y se reflejan en una cinta de video VHS, grabada en los años ochenta, en la que los tocamientos y "juegos" de los mayores con los menores de edad resultan, después de conocer la realidad, francamente perturbadores. El abuso se convirtió en algo tan sistemático que resultó hereditario. Nina no fue la única que los sufrió, también su hermana, quien años más tarde acabó siendo ella la abusadora de su sobrino, Niels-Thomas, el hijo de Nina. El director revela con inteligencia estos datos y desgrana las informaciones con perspicacia investigadora. En 2019 dos de las víctimas llevaron hasta los tribunales la posibilidad de que el Parlamento Sámi, el órgano representante de los indígenas, actuara como impulsor de las denuncias, estableciendo un precedente importante, aunque el documental no revela cuál fue la actitud de los representantes sámi cuando se conocieron los abusos. A pesar de que no hay grandes revelaciones que no hayan aparecido en los medios de comunicación, Beneath the surface es una interesante aproximación al devastador poder del racismo en detrimento de la justicia. Pero cuando las sentencias a los perpetradores son de tres o cuatro meses de prisión, en comparación con el profundo trauma psicológico que provocan en sus víctimas, parece un sentido de justicia poco equitativo.    

One day in Ukraine

Volodymyr Tykhyy, 2022 | International Competition Rebellions | ★★★★☆

Desde hace hace cuatro meses muchas familias ucranianas viven bajo la superficie, en las estaciones de metro, que ocupan las primeras imágenes de la película One day in Ukraine (Volodymyr Tykhyy, 2022), que ha tenido su estreno mundial en Sheffield Doc Fest, consiguiendo una Mención Especial en la competición internacional. Es una de las producciones que han surgido del colectivo Babylon'13, un proyecto de colaboración entre cineastas ucranianos que nació después de la violenta dispersión de estudiantes en la Plaza de la Independencia en noviembre de 2013. El colectivo incluye cientos de directores de fotografía, sonidistas, productores, editores y traductores que han realizado unas 400 películas cortas a lo largo de estos años. El documental, que también ofrece una mirada fragmentada a la invasión rusa en Ucrania, sigue a varios personajes, cuyas vidas han cambiado drásticamente, durante un solo día, el 14 de marzo de 2022, el día 2.944 de la guerra ruso-ucraniana. El comienzo y el final en la estación de metro en Kiev muestran el crepúsculo del día anterior y el despertar del siguiente, días que son al mismo tiempo parecidos pero pueden acabar siendo drásticamente diferentes, conforme la amenaza rusa se acerca a la capital. 

Entre los protagonistas se encuentra Yevhen Nyshchuk, un actor que se convirtió en político, como el presidente Volodímir Zelenski, siendo Ministro de Cultura en 2014 y en el nuevo gabinete formado en 2016. Durante la Revolución se le llamó "la voz de Maidan", porque ejerció de representante y moderador de las protestas. Pero en el documental le vemos en su condición de soldado de la denominada Defensa Territorial, que pertenece a las Fuerzas Armadas de Ucrania. También es una de las caras visibles de la película la actriz Darya Astafieva, que fue modelo de Playboy y también es conocida como la vocalista del grupo NikitA, aunque en la película la vemos pelando patatas en un restaurante donde se preparan comidas para repartirlas entre combatientes y ciudadanos. Sin embargo, en el documental no aparecen sus nombres, son personas anónimas, que a veces no pueden evitar ser reconocidas, lo que expresa esta intención de mostrar de qué forma la guerra ha cambiado la vida de los ucranianos. Se transmite un sentido de comunidad que parece envuelto en tranquilidad, a pesar de la amenaza de las tropas rusas. Otro de los personajes es un soldado que maneja un dron de observación, que alcanza varios kilómetros de distancia, y que permite ver una panorámica general de la región. Mientras que a pie de calle hay una aparente tranquilidad, las imágenes aéreas del dron mostradas en un montaje musical ofrecen una realidad completamente distinta, donde la devastación, las explosiones y la presencia de los soldados rusos es visiblemente inquietante. Aunque las imágenes parecen sacadas de un videojuego, como se indica en el cartel de la película de forma irónica: "Esos tanques son reales".

La intensidad de las secuencias de One day in Ukraine contrastan con las que nos ofrecen los medios de comunicación, demasiado ocupados en la comercialización de la guerra, aunque las retransmisiones en directo por las que se disputaban las audiencias al principio ya han desaparecido. El documental nos sitúa de nuevo, en una fecha muy cercana, dentro de una realidad que continúa siendo presente para los ucranianos. Hay momentos para celebrar el Día de los Voluntarios, que se conmemora precisamente el 14 de marzo, delante del Monumento, pero también hay escenas perturbadoras, como cuando las milicias capturan a tres saqueadores robando, y los dejan atados y amordazados a unas señales de tráfico, con los pantalones bajados hasta los tobillos y visiblemente magullados. Como en el resto del documental, no se muestra la violencia directamente, pero las cicatrices son evidentes, tanto en las heridas de los saqueadores como en las casas bombardeadas. El día termina con las sirenas del toque de queda marcando el final de una jornada que a las 6:30 del día siguiente comenzará de nuevo con el sonido de las mismas sirenas. 

Hafreiat

Alex Sardà, 2022 | International First Feature Competition| People & Community| ★★★★☆

Esta producción española dirigida por Alex Sardà (1989, Barcelona), autor de los cortometrajes de ficción Gang (2020) y Fuga (2021), tiene como protagonista a Abu Deya, un trabajador palestino que fue traficante de drogas y se esconde con su familia en un pequeño pueblo cerca de Petra donde trata de ganarse la vida trabajando en un yacimiento arqueológico. Es un trabajo precario, dirigido por el arqueólogo español Juan José Ibáñez en la ciudad de Zarqa, Jordania, que apenas le permite dar de comer a su familia, mientras su esposa espera el segundo hijo. Esta recuperación de los restos del Neolítico es incomprendida por el protagonista, quien pregunta con curiosidad cual es el destino de esas rocas que están extrayendo, en un entorno en el que las diferentes procedencias de los trabajadores hace difícil la comunicación. Incluso instiga un conato de huelga para exigir un aumento de su escaso salario mientras los arqueólogos aseguran que no tienen presupuesto. Pero esta difícil situación laboral es la única forma de reinserción que tiene Abu Deya, cuyos antecedentes penales le impiden realizar otros trabajos. Cuando debido a una inspección se solicitan las identificaciones de los trabajadores, esta única forma de supervivencia se pone en peligro. 

El director se centra en la personalidad del protagonista con planos cerrados, especialmente en la intimidad del hogar. De alguna manera, Abu Deya es un hombre que ha comprendido los errores que cometió en el pasado, enfrentado a las autoridades pero también a su propia familia. Ha perdido la mitad de su vida de cárcel en cárcel, pero también siente cierta nostalgia. En un breve regreso a Sahab, se lamenta: "Antes podía pagar 40 o 50 dinares, ahora no puedo pagar ni siquiera 4 dinares". El retrato que construye Alex Sardà ofrece una visión cercana sin hacer juicios de valor, en la que los propios relatos del protagonista se exponen adoptando su punto de vista. No sabemos cuál es la certeza de las historias que cuenta sobre su vida anterior, la fortuna de su padre, su experiencia como hijo adoptado y de qué forma su propia familia le mantuvo al margen, pero resulta más importante su posición presente, el intento de recuperación de una vida plena junto a su familia. Como en los yacimientos arqueológicos en los que trabaja durante varios meses al año, la excavación en las huellas del pasado hace entender mejor el presente. Esta reinserción no solo vital sino emocional se establece también a través de la conexión con su hijo Dya, sobre el que parece tratar de reformar su propia experiencia intentando que no cometa los mismos errores de los que ahora se arrepiente. 

En esta mirada personal, la esposa embarazada de Abu Deya juega un papel fundamental, siempre en una posición secundaria pero relevante. Ella es la acompañante de su marido allá donde vaya, de alguna forma es también una persona marcada por los errores que él cometió, una prisionera sin haber estado en prisión, una ex-convicta sin haber sido convicta. Cuando él se plantea regresar a Sahab, adonde su hijo no quiere volver porque "hay demasiadas peleas", ella le apoya sin discusión. Pero el peso de las mujeres es transparente en el momento del parto, cuando Abu Daya se encuentra con su madre anciana, empeñada en fumar en el interior de un hospital, cuando una nueva vida aporta algo de esperanza en una existencia desesperanzada. Hafreiat (Alex Sardà, 2022) se convierte así en un lúcido retrato de una colectividad desde la mirada hacia una individualidad. 

Carta desde Eusapia

Andrés Cornejo Pinto, 2021 | Reconnect with Technology| ★★★★☆

Este cortometraje seleccionado en festivales como IDFA, Hot Docs y DocAviv plantea una reflexión sobre el paso del tiempo, pero especialmente sobre el tiempo perdido. Lo hace a partir de una investigación del director en torno a la Guerra Fría y el temor de la ciudad de Bruselas a ser bombardeada con armamento nuclear, lo que llevó a construir una serie de búnkers subterráneos, que permanecen, como en otras ciudades de Europa, ocultos y casi desconocidos. Andrés Cornejo Pinto (1987, Ecuador) licenciado en la ESCAC de Barcelona y ahora residente en Bélgica, establece un paralelismo con esa ciudad mitológica llamada Eusapia que imaginó Italo Calvino en su libro de relatos Las ciudades invisibles (1972, Ed. Siruela). Una conexión con la supervivencia que acaba sembrando un espacio subterráneo, efectivamente invisible. Pero, según cuenta Italo Calvino, Eusapia es la ciudad de los muertos y cada vez que los vivos descienden, encuentran cambios que la hacen cada vez más irreconocible. Y, para no ser menos, empiezan a hacer modificaciones parecidas. "Así, la ciudad de los vivos se ha puesto a copiar su copia subterránea". 

La amenaza nuclear de los años sesenta es sustituida ahora por una amenaza sanitaria que también obliga a esconderse, a confinarse y convertir las distancias en espacios insalvables. El director habla con su padre entre Bélgica y Ecuador, con Guayaquil convertida en el epicentro del coronavirus en Latinoamérica, con los muertos en las calles, como si hubieran abandonado la ciudad de Eusapia para salir a la superficie. Recuerda cuando grababa las operaciones robóticas que practicaba su padre, esa incursión en el interior del cuerpo humano que establece un paralelismo con las cámaras robóticas que se introducen en las alcantarillas. Las vísceras de la ciudad también están en su interior. Y de nuevo la inevitabilidad de la muerte, especialmente en los primeros meses de la pandemia, acaba afectando a su propia familia, lo que provoca una reflexión sobre la verdadera importancia del tiempo, sobre la conexión que se pierde a través de la distancia y el arrepentimiento de dejar demasiadas cosas pendientes. Porque, al final, la vida y la muerte son intercambiables, como cuenta Italo Calvino: "Dicen que en las dos ciudades gemelas no hay ya modo de saber cuáles son los vivos y cuáles con los muertos". Pero de alguna manera la distancia también provoca la conexión emocional entre padre e hijo, la consciencia de la necesidad de aprovechar el tiempo perdido. 

The oil machine

Emma Davie, 2021 | Debates | Reconnect with Nature| ★★★☆☆

Hay documentales más interesantes por su contenido que por su forma, o se podría decir que la información que proporcionan es lo suficientemente contundente como para no necesitar un apoyo creativo desde el punto de vista visual. The oil machine (Emma Davie, 2021) es un documental tradicional de cabezas parlantes, pero aporta una visión global de una de las cuestiones más trascendentales a las que se enfrenta el ser humano. Sir David King, ex-asesor científico del gobierno de Reino Unido y Director del Grupo Asesor de Crisis Climática, lanza una sus contundentes afirmaciones: "Las decisiones que tomemos en los próximos cinco años determinarán el futuro de la humanidad para el próximo milenio".  Es uno de los expertos que aparecen en un documental que construye su credibilidad a partir de la participación de voces notables en el debate sobre la energía. Y no solo desde el punto de vista de los defensores de una reducción drástica de las extracciones de petróleo, sino también de representantes cualificados de la industria petrolífera. Eso no elimina algunas obviedades, como comenzar la película con la imagen de niños, como las víctimas del futuro que estamos construyendo, o la introducción de objetos cotidianos que están fabricados con petróleo, desde los móviles hasta los vasos de plástico, pasando por los teclados de ordenador, los juguetes o las serpentinas. Un muestrario que refleja hasta qué punto nuestras vidas se han vuelto dependientes de las energías fósiles, no solo respecto a los combustibles. 

Una retrospectiva histórica recuerda el descubrimiento de petróleo en el Mar del Norte en los años sesenta, y cómo la economía de Gran Bretaña ha acabado siendo dependiente de éste desde los años setenta. Por entonces, se decidió dividir la superficie del Mar del Norte en siete bloques, vendidos a diferentes compañías petrolíferas. Pero esta dependencia también ha provocado la necesidad de seguir concediendo licencias para atender la demanda, lo que lleva a una de las principales contradicciones a las que se enfrentan los gobiernos: estar aparentemente comprometidos con la lucha contra el cambio climático y al mismo tiempo seguir extrayendo petróleo. Emeka Emembolu, directora de BP, afirma que "el mundo se está alejando de una economía de petróleo y gas hacia una economía con menos emisiones de carbono. Tenemos la intención de ser parte de esa transición". Pero el tiempo que se necesita para disminuir drásticamente la dependencia puede acabar llegando demasiado tarde. En el lado contrario, la adolescente Holly Gillibrand, de 16 años, una especie de Greta Thunberg en Escocia que se ha convertido en otra de las caras visibles del activismo climático después de organizar una huelga en su escuela cuando solo tenía 13 años, afirma que "no puedes llenar un hoyo a menos que dejes de cavar. Realmente necesitamos dejar cavar."

El documental trata de resolver, o al menos plantear, algunas de las cuestiones más relevantes, como la transición desde la energía fósil hacia las energías renovables. Pero este proceso no puede ser drástico, y por otro lado se enfrenta a una decisión insostenible para las grandes petroleras. Deirdre Michie, directora ejecutiva de Oil and Gas UK, afirma que "si actuamos de forma instintiva de una forma u otra, lo que sucederá es que veremos personas que pierden sus trabajos y comunidades que se quedan atrás. Eso no es en lo que creemos que deberíamos estar trabajando como sector." O lo que es lo mismo, las petroleras no van a renunciar al petróleo que aún queda por extraer: "Entre 10 y 20 mil millones de barriles de petróleo todavía están disponibles, lo que representa una gran oportunidad para nosotros.", concluye Deirdre Michie. Y parece claro que los gobiernos, en este caso el británico, tampoco van a renunciar a los beneficios económicos en forma de impuestos que esto proporciona. No hay respuestas claras en la película, que sin embargo tiene la virtud de plantear un debate en el que participan los diferentes sectores, algo que no resulta habitual cuando se aborda la crisis climática. Las conclusiones, sin embargo, no parecen demasiado optimistas.

Fire of love se estrena en cines el 26 de agosto.
Dentro del volcán se puede ver en Netflix.Fitzcarraldo se puede ver en Filmin.