Sheffield DocFest 2022 - Parte 4: Prisiones

Publicado el 04 julio 2022 por Enprimerafila

A lo largo de esta semana continuamos ofreciendo crónicas del Sheffield Doc Fest, cuya edición presencial terminó hace unos días. Nuestra mirada está puesta en esta ocasión en protagonistas que han estado o están encerrados, pero no solo en prisiones físicas, cárceles que delimitan sus movimientos, como reductos de un castigo que no siempre es efectivo, sino también de los que están encerradas en prisiones psicológicas, en un círculo vicioso que los coloca en una coyuntura vital que también limita sus posibilidades de alcanzar el objetivo de un futuro liberador.

Sansón y yo

Rodrigo Reyes, 2022 | International Competition | ★★★

El director Rodrigo Reyes (1982, México) ya ha demostrado su capacidad para reinterpretar el documental desde un punto de vista ficticio, construyendo una mirada poética que juega con la realidad y la representación, cuyo trabajo más notable en este sentido es 499 (2020), una especial revisión del viaje de Hernán Cortés a México en la que el fantasma de un conquistador, interpretado por Eduardo San Juan, caminaba por las calles de Ciudad de México en la actualidad contemplando las consecuencias de su descubrimiento. Este ejercicio de docuficción se pone de manifiesto también en Lupe bajo el sol (2016), una película basada en la experiencia de su propio abuelo, que cuenta una historia de re-emigración cuando un mexicano que ha vivido toda su vida en California decide regresar a su país. De nuevo, Sansón y yo (Rodrigo Reyes, 2022), que ha ganado el Premio a la Mejor Película en esta edición de Sheffield Doc/Fest, está construida sobre diversas capas que se entremezclan, ahora identificándose como una propuesta meta-cinematográfica en la que el propio director es el co-protagonista y su protagonista principal está interpretado por un actor no profesional. La relación entre Sansón y Rodrigo se inicia cuando este último trabajaba como traductor de español-inglés en unos juzgados norteamericanos y participó en el juicio contra el joven mexicano que a los 19 años fue acusado de ser el culpable intelectual de un homicidio. La condena es tan demoledora, cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, que Rodrigo Reyes decide comenzar un proyecto para contar la historia de Sansón, con quien se intercambia cartas. 

Pero la administración de la prisión en la que se encuentra no permite que un equipo de filmación entreviste a Sansón en la cárcel. "Sería como darle un premio por sus delitos", es la curiosa justificación que utilizan, así que Rodrigo Reyes encuentra otra manera de contar su historia, implicando a su propia familia. Mientras que para interpretar al Sansón adulto hizo un casting, para el resto de los personajes que tienen relación con su historia utilizó a miembros de la familia del protagonista. Su sobrino Toñito le interpreta cuando era niño, mientras que su hermana da vida a su propia madre. Se dan la mano de esta forma el intercambio de cartas entre director y personaje, a través de la voz en off, recreaciones de la infancia de Sansón y entrevistas a los familiares, pero también asoman las dificultades del rodaje y hasta algunos retazos de la propia vida de Rodrigo Reyes, como cuando le cuenta a Sansón en una carta la felicidad porque se ha prometido con su novia y la congoja por el fallecimiento de su bebé aún no nacido.  

Curiosamente, sin embargo, este complejo entramado de líneas argumentales se desarrolla con fluidez, mezclando realidad y ficción, vidas y recuerdos, pasado y presente, gracias a un espléndido trabajo de edición de Andrea Chignoli y Daniel Chávez Ontiveros, que elabora la capacidad narrativa del director, en la que los vínculos se establecen con una facilidad sorprendente. En un momento de la película, Rodrigo Reyes se queja a Sansón de que es muy difícil trabajar con su sobrino Toñito, que está constantemente inquieto y que parece disfrutar exasperando al equipo, pero esto tiene que ver con la difícil vida en Tecomán y la ausencia constante de su madre. Una espiral de violencia y de ausencias que acaba moldeando las personalidades. En cierto modo, Sansón también lo expresa cuando afirma que "la prisión es la mejor casa que he tenido. Los más veteranos le llaman "house" a sus celdas". Él siempre ha defendido su inocencia, pero cometió un error fatal cuando decidió no aceptar el trato con la fiscalía que le hubiera condenado a 15 años de cárcel. Por el contrario, prefirió ir a juicio y acabó con una condena de cadena perpetua. Lo que expresa también cuáles son los macabros entresijos del sentido de justicia, 

Pero los recuerdos son traicioneros, el pasado a veces es reimaginado por sus propios protagonistas. Rodrigo Reyes no trata de justificar a su personaje principal, e incluso se produce en alguna ocasión una falta de comunicación, como cuando Sansón se muestra cansado y decide dejar de colaborar con el proyecto, después de que el director le deja claro que su película no le va a ayudar a ser liberado, ni siquiera a que se revise su caso. De hecho, hay muchas ambigüedades en el relato de Sansón, cuya veracidad no es posible confirmar (tampoco hay datos sobre las pruebas que le condenaron), aunque el director le recuerda que, en todas las cartas que se han escrito a lo largo de los años, Sansón no ha hecho nunca una sola mención a las víctimas del asesinato por el que ha sido condenado. Cuando relata el maltrato que sufrió por parte de su abuela, con quien vivió después de la muerte de su madre, Rodrigo Reyes le dice que ha hablado con la abuela y ella lo niega todo. Pero quizás esa es la principal virtud de este documental, una reconstrucción de realidades que no dogmatizan, una representación de la verdad con muchos matices.  

Master of light

Rosa Ruth Boesten, 2022 | International First Feature Competition | ★★★

Los límites entre la ficción y el documental también se difuminan en la ganadora del Premio a la Mejor Primera Película en Sheffield Doc/Fest 2022 y del Gran Premio del Jurado en SXSW Film Festival 2022, no porque la historia no se corresponda con la realidad, sino porque está rodada con una expresividad formal deslumbrante. Como ocurre en Sansón y yo (Rodrigo Reyes, 2022), la espiral de violencia y delincuencia sistemática es la sombra que persigue constantemente al protagonista, George Anthony Morton quien fue condenado a once años de prisión por tráfico de drogas, en una operación que no está claro si fue una traición de su madre, una mujer que nunca ha podido salir de ese círculo de idas y venidas de la cárcel. Aunque los hermanos siempre han dicho que su propia madre le delató para librarse de una condena, George Anthony Morton afirma que "quiero creer que no fue así". Pero durante los años en la cárcel, prácticamente toda su juventud, decidió continuar expresándose a través de la pintura, lo que le permitió, una vez cumplida su condena, acceder a una beca en la sede de Nueva York de la Academia de Florencia, y viajar por Europa con su obra. De alguna forma, su afición artística le ha permitido romper esa espiral de delincuencia, pero la relación con su familia, y especialmente con su madre, parece atraerle a una realidad siempre inconstante. 

Master of light (Rosa Ruth Boesten, 2022) es una película sobre la luz y la oscuridad, sobre las luces y las sombras, pero no solo las que se expresan en las obras de George Anthony Morton, inspiradas en las pinturas de los clásicos de la escuela holandesa como Rembrandt, sino también las que muestran los demonios interiores del protagonista, quien acude a un terapeuta que defiende la conexión con los ancestros como un vehículo de sanación personal. Estos momentos expresan los temores de Morton, su desconexión con un territorio hostil y su confrontación con el camino marcado para un hombre negro de Kansas City. Así se construye esa relación de amor-odio con su madre, una mujer a la que ama pero que a veces parece querer arrastrarle al pozo sin fondo en el que se ha convertido su vida, siempre pendiente de fianzas que no puede pagar, de multas por no acudir a las reuniones con el agente de la condicional y del fantasma de la prisión constantemente acechando. A veces Morton recibe llamadas de su madre en las que le pide dinero para pagar la fianza, chantajeándole emocionalmente, pero él siempre encuentra comprensión: "No puedo juzgarla. Es una forma de vida, que se transmite de generación en generación". Hay mucha ternura cuando pinta su retrato, mientras su madre le cuenta que él siempre fue un hijo deseado, al que tuvo cuando solo tenía 15 años: "Yo solo quería alguien a quien amar, y que me amara a mi. Pero no supe las dificultades que iba a vivir". 

Hay una riqueza narrativa en este documental que solo es comparable a la espléndida representación formal, gracias a la profunda fotografía de Jurgen Lisse (1982, Holanda), quien recientemente trabajó en el documental Shabu (Shamira Raphäela, 2021), que participó en Docsbarcelona 2022. El director de fotografía investigó precisamente la Escuela holandesa de pintura para crear los matices radiantes de la luz en medio de la oscuridad, en un trabajo notable que además realizó, especialmente en las escenas con la familia de Morton, usando un equipo mínimo, solo con la directora, debido a las restricciones de la pandemia del coronavirus. La intensa banda sonora, casi experimental y en ciertos momentos espiritual, del norteamericano Gary Gunn es también un elemento esencial en esta visión interior del personaje principal. George Anthony Morton acude habitualmente a The Nelson-Atkins Museum de Kansas City, donde copia el cuadro de Rembrandt Hombre joven en una boina negra (1666), pero también tiene la oportunidad de viajar al Rijksmuseum de Amsterdam, donde descubre las obras más conocidas del autor holandés. Pero al mismo tiempo intenta encontrar huellas raciales en esta representación de la vida a través del arte. En el cuadro del pintor holandés Jan Havickszoon Steen Interior de fantasía con Jan Steen y la familia de Gerrit Schouten (1659), se representa a un joven de raza negra, una de las figuras sobre las que todavía se discute si es una representación de la esclavitud en el siglo XVII. Pero George Anthony Morton, a pesar de su admiración por los maestros de la pintura holandesa, no encuentra apenas reflejos de su raza en las obras clásicas. Por eso, su autorretrato o el retrato de su madre acaban siendo también una reivindicación racial. 

Otra de las relaciones interesantes de la película es la que mantiene con su sobrino Trey, un adolescente al que Morton de alguna manera quiere transmitir la capacidad para desligarse del círculo vicioso de la delincuencia, actuando casi como un mentor: "No soy lo que me ha pasado. Soy lo que quiero ser. Tu mente es como un jardín en el que puedes plantar cualquier semilla". Hay también un sentimiento de culpa por la transmisión del trauma a las nuevas generaciones, de la búsqueda por encontrar un espacio donde sobrevivir sin que el sistema tenga la posibilidad de arrebatarle su destino, como el de muchos vecinos a los que también encontró en la cárcel. Master of light es un documental intensamente hermoso en su envoltura formal y profundamente reflexivo en su concepción narrativa, una audaz mirada a la sociedad desde la expresividad artística de su protagonista. 

Fréquence Julie

Mia Ma, 2021 | International First Feature Competition | ★★★

La prisión en la que se encuentra Julie Bigué Dieng es, en parte física pero sobre todo psicológica. El recorrido que la directora realiza junto a ella durante cinco años comienza cuando se encuentra ingresada en un hospital psiquiátrico, después de que un día unas voces amenazadoras, principalmente masculinas, se introdujeran en su cabeza. En el pasado, los médicos le aplicaron descargas eléctricas, los morabitos (líderes musulmanes) intentaron exorcizarla, consumió drogas, ingirió diversas pociones, entró y salió de los hospitales... La administración francesa le otorgó un 80% de discapacidad mental. Pero es una realidad que Julie no quiere aceptar como víctima, y su camino hacia una vida "normal" es un recorrido duro  y angosto. La amistad que mantienen desde hace años la directora y la protagonista no es un obstáculo sino más bien un vehículo para que el espectador asuma una posición de identificación con Julie a través de sus palabras. Fréquence Julie (Mia Ma, 2021) hace de la subjetividad su principal virtud, es un acercamiento respetuoso y muy cercano a una mujer que se enfrenta a su pasado luchando contra su enfermedad. Hay algunas ocasiones en las que la directora suena más como una amiga que como una cineasta, hay momentos en los que parece que el espectador tiene el privilegio de asistir a una conversación íntima. 

También hay una sencillez en el planteamiento del documental que sin embargo esconde una estructura narrativa perfectamente construida, en la que por un lado acompaña al personaje protagonista a través de su propio ritmo frente a la cámara, pero al mismo tiempo recompone su historia en un proceso paulatino de descubrimiento. Pero en este viaje emocional es importante la capacidad de Julie para traspasar la pantalla, la forma en que el humor a veces se apropia de su propio relato, a pesar de que en ocasiones la vemos fumando un cigarro detrás de otro, físicamente hinchada por los narcolépticos.  Y en este sentido, también la cámara se convierte en una especie de aliada a través de la cual Julie puede expresarse, mostrar los miedos y las huellas psicológicas que ha dejado un pasado difícil. Como cuando habla con su hermano en una hermosa secuencia en la que hay, a pesar del trauma, un tono de humor y comprensión. Porque, finalmente, Fréquence Julie no es tanto un documental sobre el trastorno esquizofrénico, sino una observación sobre las consecuencias del trauma. Cuando Julie habla con su madre de acogida, surge la confesión del abuso sexual, de la impunidad, del dolor del tabú y del silencio. Colocar este relato en el tercer acto no es solo una estrategia narrativa, sino que resulta fundamental para comprender que Julie no solo está forjada en el trauma, sino que nos permite percibirla como una especie de heroína que, a pesar de todo, sigue luchando por superarse cada día. Sin embargo, Mia Ma logra un momento asombroso cuando utiliza el silencio para una de las secuencias más emocionales de la película, el regreso al escenario del trauma. No hay una intención de que Julie exprese con palabras lo que está sintiendo, y es engrandece el momento.  

Incluso un viaje en metro hacia un nuevo trabajo se convierte en un recorrido excitante, desgranando la singularidad de la protagonista. Fréquence Julie se beneficia de estos cinco años de una vida tan intensa que se convierte en una aventura en busca de la normalidad. Los últimos pasajes de la película muestran a una mujer que no ha superado la amenazante sombra de las voces, pero que ha ido construyendo una vida con pasos lentos, un trabajo, un acompañante, un hijo... Nadie de quienes han tratado su enfermedad habría apostado porque Julie acabara abordando la normalidad de una forma tan extraordinaria. 

Ithaka

Ben Lawrence, 2021 | International First Feature Competition | ★★★

Algunos documentales pegados a la actualidad acaban siendo en ocasiones superados por ésta, que es lo que le ocurre a la película Ithaka (Ben Lawrence, 2021), cuya conclusión ha quedado desfasada en relación a los acontecimientos recientes. Mientras que este relato centrado en el juicio en Gran Bretaña por la extradición de Julian Assange solicitada por los Estados Unidos termina con una primera sentencia que negaba la extradición basándose, no en la sinrazón de los cargos a los que se enfrenta, sino en una preocupación por su salud mental, los acontecimientos se han desarrollado con rapidez. La administración encabezada por Joe Biden decidió apelar esta decisión, un acto de traición hacia un periodista que recibió el aplauso del Partido Demócrata cuando WikiLeaks difundió los miles de archivos que demostraban la corrupción del gobierno de Estados Unidos en la Guerra del Golfo, e incluso, bajo el mandato del presidente Obama, se concluyó en una investigación iniciada en 2010 que estas filtraciones no habían tenido ningún efecto personal en los trabajadores de la administración. Hace un mes, la Ministra del Interior británica, Priti Patel, que recientemente despertó la polémica por aprobar deportaciones de inmigrantes a Ruanda cuando ella misma es hija de padres emigrantes que huyeron de la violencia en Uganda, aprobó la extradición de Julian Assange, que hace unos días WikiLeaks ha anunciado que apelará ante el Tribunal Superior de Justicia (AP News, 1/7/2022)

Pero, aunque informativamente Ithaka parece haber quedado superado por la actualidad, sigue siendo un documental interesante que, en realidad, no se centra tanto en Julian Assange, quien apenas aparece, solo a través de imágenes de archivo y llamadas telefónicas, sino en su padre, John Shipton, un constructor de 75 años que abandonó a su hijo cuando tenía tres años y finalmente volvió a conectarse con su vida cuando estaba a punto de poner en marcha el proyecto de WikiLeaks. Pero la implicación de John Shipton en la campaña para liberar a su hijo se ha producido a partir de su detención en 2019 en la Embajada de Ecuador en Londres, y el largo proceso de nueve meses hasta el primer juicio por su extradición. Cuando Julian Assange se refugió en la embajada, en 2012, enfrentaba también cargos por violación en Suecia, que finalmente fueron archivados en 2019, por lo que solo están pendientes los 18 delitos de espionaje de los que le acusa Estados Unidos. El caso de Julian Assange es especialmente significativo dado que nunca se ha acusado a un periodista como espía por dar a conocer secretos de estado, y en segundo lugar porque es el único perseguido por la justicia norteamericana, mientras que el resto de los medios que colaboraron en la difusión de los papeles de WikiLeaks en 2010, entre ellos los periódicos The Guardian en Gran Bretaña, New York Times en Estados Unidos, Der Spiegel  en Alemania y El País en España, no han sido acusados de nada. 

John Shipton es un personaje singular, que en muchas ocasiones se enfrenta al director Ben Lawrence (1973, Australia) cuando éste le pregunta sobre su relación con Julian Assange, y a veces responde citando a Nietzsche. Precisamente el título de la película, Ithaka, proviene de un poema del autor griego C.P. Cavafy, que fue recitado por el actor Sean Connery con música de Vangelis en 2007: "Mantén a Ítaca siempre en tu mente. / Llegar allí es para lo que estás destinado. / Pero no apresures el viaje en absoluto. / Mejor si dura años, / para que seas viejo cuando llegues a la isla." John Shipton se ha convertido en un activista a la fuerza, ofreciendo innumerables entrevistas, recibiendo apoyos de desconocidos y conocidos, como el artista chino Ai Weiwei, y a veces cansado de los viajes por Europa buscando aliados para conseguir que termine una tortura psicológica que dura más de diez años. La película también acompaña a Stella Morris, actual esposa y madre de dos hijos de Julian Assange, pero la particular personalidad de John Shipton acaba apagando las intervenciones de Stella Morris, que parece menos propicia a exponerse como esposa que como abogada. Hay otras intervenciones que aportan opiniones interesantes, como la de Nils Melzer, relator especial de tortura para la ONU, y autor del libro The trial of Julian Assange (2020), quien afirma: "Los medios dirigieron la atención en Julian Assange, pero la cuestión nunca ha sido sobre él, sino sobre los Estados Unidos y la corrupción política". Precisamente, los mismos medios que se benefician de las filtraciones de WikiLeaks suelen mantener una posición algo ambigua en torno al proceso contra Julian Assange. Ithaka aborda de forma breve la investigación sobre un complot iniciado tras el acceso a la presidencia de Donald Trump en 2017, según la cual, el nuevo director de la CIA, Mike Pompeo, habría autorizado el espionaje de Julian Assange utilizando a la empresa de seguridad de la embajada ecuatoriana, la española AC Global, e incluso hubo conversaciones sobre la posibilidad de asesinarle mediante envenenamiento, hechos que investiga actualmente el juez Santiago Pedraz para la Audiencia Nacional (La Vanguardia, 3/6/2022). Apoyada en una sutil banda sonora de Brian Eno, la película resume con acierto la trayectoria penal del periodista australiano, y se apoya en una figura interesante como la de John Shipton para construir un relato tradicional que reflexiona sobre la falta de libertad de prensa en los países considerados democráticos. Como afirma Nils Melzer, "la sentencia sobre la extradición de Julian Assange lanza un mensaje claro sobre qué es lo que puede pasarle a un periodista que denuncia la corrupción de un gobierno". 

Marwan - Tomorrow's freedom

Sophie Scott, Georgia Scott, 2022 | Rebellions | ★★★☆☆

A pesar de cumplir cinco cadenas perpetuas en una prisión israelí, Marwan Barghouti aparece en las encuestas como el candidato con más apoyos para ser el presidente de la Autoridad Palestina, lo que le convertiría en el primer presidente que se encuentra en la cárcel. Los intentos del actual mandatario Mahmoud Abbas por socavar la influencia de Marwan, incluso bloqueando su posible liberación en un intercambio de prisioneros entre Israel y Hamas, no parecen haber afectado a sus posibilidades. El documental Marwan - Tomorrow's freedom (Sophie Scott, Georgia Scott, 2022), en la que también participa el músico Brian Eno junto al grupo Massive Attack como productores y autores de la banda sonora, tiene un acceso privilegiado a su familia, tanto su esposa Fadwa como su hermano Moqbel y sus hijos Sharaf, Qasam y Arab, para relatar desde un punto de vista intimista y personal, pero también activista, la trayectoria de un hombre que ha luchado por la liberación del pueblo palestino desde su intensa labor en los movimientos estudiantiles. Para describir su oposición ferviente contra la ocupación ilegal de Israel de los territorios palestinos, su hermano Moqbel cuenta una anécdota de su infancia: "Cuando tenía 12 años, unos soldados israelíes dispararon a su perro. Esta es la historia de la ocupación: quitarle las cosas que amaba". 

Convertido en un líder carismático, Marwan apoyó los Acuerdos de Oslo alcanzados el 13 de septiembre de 1993 entre Yasser Arafat y Yitzhak Rabin, pero acabó convirtiéndose en un apoyo importante durante la 2ª intifada que se desarrolló entre 2000 y 2005, de cuyos ataques Israel le considera responsable. Cuando en 2002 fue arrestado por soldados israelíes, en una operación de secuestro según su familia, fue acusado de ordenar ataques suicidas contra la población israelí, y por los cinco asesinatos y un intento de asesinato que se le adjudicaron se le condenó a cinco cadenas perpetuas y 40 años de cárcel en un juicio más que dudoso. El abogado penalista francés Simon Foreman, contratado por la Unión Interparlamentaria como observador internacional, llegó a la conclusión en su informe de que Marwan Barghouti no tuvo un juicio justo en 2004. Las directoras Sophie Scott y Georgia Scott, que ya compitieron en Sheffield DocFest con el documental In the shadow of war (2014) sobre el trauma de cuatro jóvenes nacidos tras la guerra en Bosnia Herzegovina, realizan un retrato pormenorizado de Marwan a través de los ojos de su familia, y ponen de manifiesto las contradicciones de las autoridades israelíes.

A Marwan se le ha comparado en muchas ocasiones con Nelson Mandela como un luchador encarcelado en busca de la solución de un conflicto, y aunque Israel le califica como un terrorista, líder del Tanzin, el brazo armado de Fatah, el partido de Yasser Arafat, su figura parece más cercana a la de un político, un palestino que habla hebreo y que cultivó durante muchos años amistades en Israel. El documental relata su trayectoria con dos puntos de anclaje en la campaña por su liberación que comenzó su familia en 2012, y en la huelga de hambre que protagonizó en 2017 mientras se encontraba en la cárcel de Hadarim, que fue secundada por un millar de palestinos encarcelados en otras prisiones. Mientras el gobierno israelí se negaba a negociar con lo que consideraban un terrorista, difundió una fake news en la que se mostraba en un video al líder palestino comiendo unas galletas a escondidas, imágenes que la familia afirmó que correspondían a 2004. Lo que parece evidente es que la encarcelación de Marwan Barghouti desde hace veinte años no ha socavado, sino todo lo contrario, su liderazgo entre el pueblo palestino, incluso siendo nominado para el Premio Nobel de la Paz por otros ganadores, como el activista argentino Alfonso Pérez Esquivel. 

Shabu se estrena el 8 de julio en Filmin.