Sherlock House.
Es público y sabido que, cada cierto tiempo, a los estudios de Hollywood les gusta poder recuperar algún personaje literario clásico con la intención de realizar un nuevo lavado de imagen, y una buena puesta al día, acomodándolos a los nuevos tiempos, algo que suele significar una mayor dosis de acción, aventuras y efectos especiales de lo que nos tenían acostumbrados sus anteriores adaptaciones cinematográficas. Sin ir más lejos, este mismo año nos tiene que llegar el
Robin Hood de Rusell Crowe, la
Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, o el nuevo
Dorian Gray. De momento, el que ya ha practicado su asalto a las carteleras (llevándose un buen bocado en taquilla) ha sido
Sherlock Holmes.
El personaje de
Sherlock Holmes, creado por
Arthur Conan Doyle, realizó su primera incursión en el cine en el año 1903, en un pequeño gag de apenas un minuto de duración. En el 1908, Holmes, fue el sorprendente protagonista de la novela de Edgar Allan Poe,
Los crímenes de la calle Morgue; en 1958 fue interpretado por
Peter Cushing en una versión de la Hammer de
El perro de los Baskerville, dirigida por Terense Fisher; en 1970, el gran Billy Wilder, hizo su aproximación al personaje en
La vida privada de Sherlock Holmes, en la que se insinuaba una más que probable relación homosexual entre Holmes y Watson; en 1984 se hizo una genial versión animada para la televisión en la que todos los personajes eran perros, dirigida por el maestro de la animación Hayao Miyazaki; en 1986 hubo Holmes por partida doble, como adoscente metomentodo en
El secreto de la pirámide y como personaje animado de la Disney en
Basil, el ratón superdetective; ya en 1988 llegó
Sin pistas, una parodia sobre las aventuras de Sherlock Holmes, en la cual Watson era el genio en la sombra, y Holmes un farsante, muy en la linea de la serie de la época para televisión Remington Steele. Pero de todo esto ya a llovido demasiado y se necesitaba un nuevo Holmes para los nuevos tiempos que corren.
Nada más empezar la película ya entendemos que nos podemos ir olvidando de la figura clásica del personaje de
Sherlock Holmes. En los primeros compases del film una chica está a punto de ser sacrificada por una extraña secta liderada por un tipo raro que viste con túnica oscura, mientras nuestro protagonista tumba a hostias a un tipo tres veces mayor que él. Nuestros héroes llegan a tiempo para salvar a la chica y detener al malo de turno:
Lord Blackwood, un tipo con cara de bellaco, mirada penetrante y un pelo todo repeinado hacia atrás (lo que hizo preguntarme como debían lograr tal “efecto mojado” en el
Londres de finales del siglos XIX, llegando a conclusiones más bien poco higiénicas). Los buenos ganan, los malos pierden y lord Blackwood termina balanceándose en el aire con una soga alrededor del cuello. Fin del caso? Evidentemente, no. Sin ser Semana Santa ni nada, al fiambre le da por regresar del más allá haciendo alarde de su poderío con la magia negra y las artes oscuras. Se reabre el caso, pero, como lograrán nuestros protagonistas detener a alguien capaz de vencer a la muerte?
A medida que avanza la película iremos conociendo a este nuevo
Sherlock Holmes. Al nuevo Holmes le gusta boxear por dinero en antros infectos (haciéndose el chulo anticipando al espectador cuales serán los golpes que provocarán la derrota de su contrincante), no soporta la inactividad (los casos le mantienen vivo), es un desastre a nivel social, es desaliñado, manipulador, observador, elocuente, mordaz, sarcástico, tocapelotas, de respuesta rápida, lengua viperina y, por supuesto, es un genio, lo que provoca que se la sude lo que de él puedan pensar los demás. Además, su gran apoyo, el
doctor Watson, está a punto de abandonarlo para irse a vivir con su prometida. Watson es el contrapunto de Holmes, es más serio, más formal, más de guardar las apariencias delante de terceros, experto en la lucha con espada y con la estimable habilidad de dejarse complicar la vida por su amigo Holmes.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero les debo confesar que a mi estos nuevos Holmes y Watson
me recuerdan una barbaridad a los doctores House y Wilson de la serie House. La cosa tampoco es que tuviera mayor relevancia si no fuera porque, y aquí viene lo curioso del caso, resulta que para confeccionar al personaje de Gregory House, precisamente, se inspiraron en
Sherlock Holmes. Y ahora que toca, de nuevo, abordar el personaje del detective, en lugar de echar la vista hacia atrás para modelar la personalidad del nuevo Holmes, resulta que se fijan en el personaje del médico que, a su vez, ya viene siendo una adaptación del personaje clásico. Así pues, para crear al Holmes del siglo XXI han preferido adaptar una adaptación, en lugar de adaptar el original.
El director
Guy Ritchie sigue intentando recuperarse de su profundo bache cinematográfico (algunos lo llamaron matrimonio con Madonna) del que ya empezó a asomar la cabeza con
Rochnrolla. El escenario es el mismo de siempre, los suburbios de Londres, aunque en esta ocasión ha optado por cambiar de siglo. También ha cambiado de personajes, de estafadores de poca monta a sesudos detectives, pero casi todo lo demás sigue estando aquí, incluyendo la voz en off del protagonista y la cámara lenta para recrearse en los detalles.
Para encarnar a los protagonistas encontramos al estadounidense
Robert Downey Jr., estupendo en su papel de Sherlock Holmes, haciendo lo que mejor sabe hacer (otra cosa ya es que sea lo mismo que ya hiciera en
Iron Man, entre otras); y al británico
Jude Law, como Doctor Watson. Los mejores momentos de la película suelen coincidir con ambos en pantalla, confirmando que la química existente entre ellos funciona. Además, en la película, también encontramos a la actriz
Rachel McAdams (
El diario de Noa, Vuelo nocturno), que encarna a la única mujer que le ha roto el corazón a Holmes (dos veces) y a
Mark Strong (
Good, La reina Victoria), como el malo de la función. En la película también aparece brevemente el personaje del profesor Moriarty, aunque jamás le podemos ver el rostro (suponemos que a la espera de saber quien lo encarnará, finalmente, en la secuela).
Los personajes tienen carisma y los actores saben interpretarlos con gracia; el director no arriesga en exceso y se queda a medio camino entre director florero de gran superproducción y sus pequeños tics (algo repetitivos) en los que intenta mostrar algo de personalidad; la ambientación del Londres de finales del siglo XIX resulta mucho más que convincente; y la trama, sin ser nada del otro mundo (dejándonos con la sensación de que se reservan lo bueno para la secuela) resulta medianamente entretenida. Hacia la mitad del metraje, no obstante, la cosa empieza a aburrir un poco (todo el rollo del matadero se me hizo pelín plomizo) y que, salvando la recreación de la época, los efectos especiales tampoco es que sean nada del otro mundo, ni mucho menos. Ya a pesar de todo, la mayor crítica que se le puede hacer a la película, es que en ningún momento se tiene la sensación de estar viendo algo nuevo, diferente o mínimamente arriesgado. Pero ese nunca fue el plan.
Resumiendo: Lavado de cara para el personaje de Sherlock Holmes. No esperen nada del otro mundo si esperan poder pasar las dos horas de metraje medianamente entretenidos.
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