No tiene ni una semana en la calle, y ya se perfila como el mejor disco del 2010 para estos oídos (trivia del decadente cósmiko N° 4829: mi favorito del 2009 también salió en enero). Un auténtico tour de force que, a pesar de lo que indique el título, no tiene casi nada de jazz (salvo los pasajes de Zornesco saxo) o black metal (ni aunque Grutle cante en el LP).
Y sin embargo, el chucaque asincopado que tiene la sección rítmica te hace pensar que la sección rítmica podría haberse colado en la maletera de Marty McFly derechito desde los años 20. Y si eres músico Noruego como ellos, la verdad es que debes ser autista si es que el black metal no ha tenido ningún tipo de influencia sobre tí, lo cual queda demostrado tanto por las rasposas vocales como por lo beligerante que suena todo.
Como para que tengas una idea, piensa que tu barco es atacado por un kraken cuyos tentáculos sirven como escenarios para conciertos simultáneos de Atari Teenage Riot, Solefald y King Crimson, cuyo primer tema es violado aquí. Complejo, riguroso y extenuante.
Los pasadores desatados de Lucifer no lo hacen tropezar