«Un huésped de este hospicio tiene un perro de lanas a quien llama Atma (el alma del mundo) igual que el perro que Schopenhauer quería tanto. El animal se ha encariñado conmigo, como si reconociera a un compañero filósofo confinado en la perrera. Cuando uno de los guardias castigó al animal, se oyó su gañido. ¡Basta, grité yo, no le peguen! ¡Es el espíritu de un amigo mío! ¡Reconocí su voz!Uno de los médicos anotó solemnemente mí observación como prueba ulterior de mi locura. El filisteo no se dio cuenta que yo simplemente remedaba a Pitágoras y repetía su famosa exclamación cuando vio que un zorrino de figura humana maltrataba a un perro. Pero la idea de la transmutación de las almas no es tan descabellada como parece, y mi concepto del eterno retorno es simplemente una resurrección moderna del credo de Pitágoras. Hemos sido perros alguna vez y volvemos nuevamente a nuestra primaria humanidad canina.Por lo menos esto es verdad en Schopenhauer, que se reconocía a sí mismo en su perro; y su principal trabajo, El mundo como voluntad e idea, que él consideraba le fue dictado por el Espíritu Santo, era realmente el producto de su mente canina. Los perros de lanas son animales inteligentes que aprenden fácilmente varias artimañas, y tienen más aptitud para las trampas que el filósofo que despreciaba la vida en su filosofía, pero vivió como Trimalchio, el cerdo burgués de Petronio, todos los días de su puerca existencia. Este voluptuoso de Dresden, que odiaba a las mujeres en sus libros y las amaba en su cama, fue una vez mí ídolo, hasta que descubrí que su ascético budismo era simplemente una máscara para la diosa ramera de Carlyle, la misma prostituta de Babilonia.»
Federico Nietzsche, "Mi hermana y yo". Trad. Bella M. AlbeliaSantiago Rueda - Editor. Buenos Aires1955.Páginas 190 - 191
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