Hay un fotograma de Futurama que siempre me ha hecho sonreír porque efectivamente creo que en muchas ocasiones nos comportamos exactamente de esa manera y si buscáis en google Shut up and take my money veréis que no soy el único. El caso es que más veces de las necesarias soltamos dinero sin saber porqué lo hacemos, simplemente porque algo está de moda y tenemos liquidez nos metemos en costes que no tienen ni pies ni cabeza.
Esta verdad es especialmente dolorosa en las empresas que empiezan, que meten en una vorágine de inversiones que no tienen mucho sentido por la escala de su negocio, ni por el retorno de la inversión. Presupuestos gigantes de tecnología, de marketing o de contratación que no guardan concordancia con los ingresos esperados, ni presentes ni a corto plazo, que someten a la empresa a un estres de tesorería que suele acabar bastante mal.
Un ejemplo claro lo tenemos cuando intentamos lanzar el producto, que perdemos la cabeza y tiramos dinero a expuertas, y lo peor de todo, que lo hacemos usando unas métricas que no tienen ningún tipo de validez. Que si fans, que si visitas a la página web, que si menciones, pero en el fondo, lo fundamental que sería la conversión del usuario, se pasa por alto.
En otras ocasiones, este problema lo tenemos incluso antes. Lanzarnos a publicitarnos sin que el mercado esté preparado para que lo que ofrecemos. La gente verá nuestra publicidad pero no sabe realmente que ofrecemos y que solución real la aportamos, o peor todavía, no acaban de confiar en las nuevas tecnologías para realizar el proceso.
Antes de lanzarse a invertir, hay que ser consciente en que contexto estamos, si el mercado está preparado para aceptar un nuevo modelo, si está en una curva ascendente, o directamente es un mercado maduro y saturado. Las tres situaciones implican actuaciones distintas, no es lo mismo intentar diferenciarse de la competencia, que ser algo totalmente distinto y que para muchos, pueda ser percibido como una extravagancia y un riesgo que no están dispuesto a tomar.
Sumado a esto, hay que ser también conscientes de las inversiones mínimas y no desperdiciar capital por miedo al fracaso. Si una campaña necesita de cien mil euros, necesita esa cantidad y no menos, porque de lo contrario no se conseguirán los objetivos y habrás tirado noventa y nueve mil. El ejemplo más claro es que si quieres que un cohete llegue a la luna, necesitas que vaya más rápido que 9,8 metros por segundo, no vale que sea 9,7 o 9,79, porque es la fuerza con la gravedad nos mantiene con los pies en el suelo. Si no eres capaz de superar esa cifra, ni lo intentes porque tirarás tiempo y dinero.
Con lo que hay que ser muy cuidadoso con el dinero, ser consciente de dónde y cuando se invierte, el porqué, el retorno de la inversión, y por supuesto, el esfuerzo mínimo para que la acción sea rentable.