El que argumenta ante el tribunal utiliza las palabras de Shakespeare en el Mercader de Venecia, cuando hace hablar a Shylock, que quiere cobrarse la deuda de una libra de carne tomándola del corazón de Antonio, su deudor:
(...) Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos? (...)
Sólo que cambia la naturaleza de la argumentación: Shylock arguye que, siendo judío, sufre y ríe lo mismo que los cristianos. Y por tanto, quiere vengarse cruelmente.
La viñeta de The New Yorker del próximo día 14 parece que pretende equiparar las corporaciones (el empresario o abogado que representa las organizaciones industriales con fin de lucro), con las instituciones (en este caso, el servicio público de la judicatura, representada por el tribunal ante el que habla).
Todo un mundo de sutiles y complejos distingos reales, que hoy algunos desaprensivos quisieran hacer desaparecer, queda ahorrado con el dibujo y la alusión shakespeariana.