«Si A, entonces B»
Publicado en Levante, 19 de noviembre de 2013
Los ordenadores funcionan con algoritmos matemáticos tipo «si A, entonces B». Y el navegador te lleva a miles de páginas donde puedes encontrar B, que es lo que buscas. Así se hacen millones de operaciones por segundo. Son secuenciales y ordenadas según un esquema lógico. La máquina no se puede equivocar (aunque el programador, sí).Me viene este pensamiento a la memoria porque deseaba escribir de la Navidad. Denostada por algunos, añorada por otros; de muchos, desconocida. Porque la Navidad nos habla de un hecho extraordinario: la entrada de Dios en nuestro tiempo, asumiendo nuestra fragilidad humana y condición de torpeza. Ya no es un Dios lejano, inasequible, ciertamente todopoderoso, y posiblemente feliz, allá en su mundo, que no es el nuestro; sino un Dios que desea entrar en nuestra vida.
Si lo anterior es cierto (condición A), entonces B. Y B, no puede ser otra cosa que algo admirable. Como dice el papa Francisco en su reciente exhortación Evangelii gaudium: «El Hijo de Dios, con su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura». Ciertamente, las palabras son extremadamente ineficaces para expresar lo que la mente apenas puede abarcar.
Algunos amigos míos suelen ser en esto bastante arrianos. Sí, afirman, Jesús de Nazaret fue un gran hombre, un adelantado de su tiempo que facilitó la reconciliación. Una especie de Nelson Mandela, ahora que nos ha dejado; aunque con un final trágico: los que asistieron a su funeral, con rapidez y a escondidas, se pueden contar con los dedos de una mano. Era un maldito. Pero, sin lugar a dudas, alguien a quien hay que reconocerle un mérito: el de afirmar que los hombres somos iguales. No sería poco, pero sería, al mismo tiempo, trágico-cómico. Que todo quedara en una especie de idea abstracta, de buenismo, podría quizá confortarnos en algún momento; pero permaneceríamos a años luz de lo que nos suscita la fe católica.
Pero si A, entonces B. Si admitiéramos que Jesús de Nazaret es Dios encarnado (puede sonar un poco fuerte), entonces? estaríamos obligados a realizar la revolución de la ternura. Tendríamos que hacerle caso. Embebernos de lo que hizo y dijo. Por eso, un rico regalo de Navidad, por paradójico que parezca, sería invitar a la lectura de los Evangelios, a la narración de su vida, de lo que dijo y de lo que hizo. Son cinco euros o poco más. Y gratis en internet. No se pierde nada y se puede ganar mucho.Pedro López