Si alcanzáramos todo lo que queremos, seríamos felices… pero ya no estaríamos vivos, porque vivir es ir en pos de lo que aún nos falta

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

"Peregrino"-Martín Pérez Irusta


   “En un mundo que tenga sentido fuera de sí mismo, en un mundo que tienda hacia algo, nos vemos obligados a ser hasta nuestros límites”(E. M. Cioran[1]).

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    “Lo más valioso en el hombre es su eterno y como divino descontento; descontento que es una especie de amor sin amado y un como dolor que sentimos en miembros que no tenemos. El hombre es el único ser que echa de menos lo que nunca ha tenido. Y el conjunto de lo que echamos de menos sin haberlo tenido nunca es lo que llamamos felicidad” (Ortega y Gasset[2]).

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   “Normalmente los animales son felices. Nuestro sino es opuesto. Los hombres andan siempre melancólicos, maniáticos y frenéticos, maltraídos por todos estos morbos que Hipócrates llamó divinos. Y la razón de ello está en que los quehaceres humanos son irrealizables. El destino —el privilegio y el honor— del hombre es no lograr nunca lo que se propone y ser pura pretensión, viviente utopía. Parte siempre hacia el fracaso, y antes de entrar en la pelea lleva ya herida la sien.” (Ortega y Gasset(3)).



[1] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, pág. 103.

[2]Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p. 190.

[3]Ortega y Gasset: “Miseria y esplendor de la traducción”, O. C. Tº 5, pp. 433-434.