Si Donald Trump es masón, yo me voy

Publicado el 29 enero 2017 por Habitalia

Pocas horas después de asumir su cargo, y ya en el despacho oval, Trump firmó la orden ejecutiva para "aliviar las cargas" del Obamacare, la reforma sanitaria aprobada por el expresidente Barack Obama para ampliar la cobertura médica a la población más vulnerable. El desmantelamiento de este plan de salud, no obstante, no será inmediato, ya que debe ser el Congreso con mayoría republicana- quien en última instancia derogue la reforma.

Otro de los objetivos puestos en el punto de mira de la nueva Administración de EEUU ha sido el aborto. Su segunda orden al frente de la Casa Blanca fue recuperar el programa conocido como Política de Ciudad de México, mediante el cual se prohíbe a ONGs y asociaciones en el extranjero que utilicen fondos del Gobierno estadounidense para asesorar, apoyar o participar en abortos.

Ese mismo día, el pasado lunes, Trump firmó un decreto para retirar a Estados Unidos del TPP, un acuerdo comercial firmado por Obama con 11 países del área del Pacífico, entre ellos con China. Algunas voces republicanas críticas con Trump, como el senador John McCain, han tildado de "error grave" la retirada de EEUU del TPP, ya que "tendrá consecuencias duraderas para la economía americana" y permitirá que "China reescriba las normas económicas a expensas de los trabajadores americanos". Trump también ha congelado, por decreto, las nuevas contrataciones en la administración federal, excepto en las fuerzas armadas.

Un día después, el martes, Trump ordenó -también por decreto- el arranque del proyecto de construcción de dos gigantescos oleoductos que atravesarán EEUU: Keystone XL y North Dakota Pipeline. Obama había paralizado estas dos infraestructuras debido a su impacto en el medio ambiente, una de las cuestiones que menos parecen interesar al negacionista Trump, quien ha dado órdenes de eliminar la página dedicada al cambio climático en la web de la Agencia para la Protección del Medioambiente de EEUU, según ha publicado Reuters.

Las últimas víctimas de Trump en esta primera semana al frente de la Casa Blanca han sido los inmigrantes y México. Por un lado, el nuevo presidente ha recuperado el programa "comunidades seguras", aprobado por George W. Bush en 2001, que permite que cualquier miembro de las fuerzas de seguridad de EEUU pueda actuar como un agente de inmigración con un objetivo: detener y deportar al mayor número de indocumentados posible. Por otro lado, Trump estableció la prohibición de aceptar refugiados de Siria, Irak, Libia y otros cuatro países de mayoría musulmana, y redujo la cuota de demandantes de asilo para 2017 a 50.000 personas, menos de la mitad de los que EEUU tenía previsto aceptar este año.

Además, ha anunciado la construcción de 2.000 kilómetros de muro en la frontera con México, y ha anunciado la posible aplicación de un arancel de un 20% en las importaciones mexicanas (que superan cada año los 500 mil millones de dólares) para costear esta inmensa infraestructura. Estos anuncios han provocado una crisis diplomática con el gobierno mexicano, que llevaron al presidente Peña Nieto a cancelar su viaje a Washington. El pago de estos aranceles, además, implican de facto la derogación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA, por sus siglas en inglés) entre EEUU, México y Canadá.

En los próximos días, Trump ya ha anunciado que prepara órdenes ejecutivas para reducir los compromisos económicos de EEUU con la ONU y a otras organizaciones internacionales, y que anunciará su candidato a ocupar un puesto de magistrado en el Tribunal Supremo . La prensa estadounidense también ha publicado que prepara otro decreto para mantener abierta la prisión de Guantánamo y para recuperar los centros clandestinos de la CIA.

Todas estas medidas sólo van en una dirección: LA DEL ODIO

Tanto sus promesas electorales como las primeras medidas aplicadas, nos indican el tortuoso camino que le espera al mundo en los próximos cuatro años. Una deriva de violación sistemática y sistematizada de los Derechos Humanos, una mayor acumulación de recursos en las manos más ricas del mundo, una mayor predisposición a generar o a aumentar más intensamente los conflictos bélicos para remontar las posiciones de la industria de la guerra.

Todo este conjunto de medidas propiciará nuevos enfrentamientos entre los pueblos, acentuando las diferencias religiosas y económicas en lugar de suavizarlas, revitalizando así viejos odios o creando nuevos.

Y no es sólo eso, sino que los extremismos de la vieja Europa resurgen a la sombra de la victoria de un Trump exultante con el Brexit o las nuevas derechas europeas, utilizando la demagogia y los discursos populistas para ganarse el favor de las capas más populares de la sociedad, dirigiéndose así hacia la posibilidad de ganar algunas elecciones, sobre todo de los países nórdicos.

Desde aquí les digo a todos estos conspiranóicos, que yo soy masón, y si Donald Trump también es masón, yo me voy.