Si el bien fuera informe, desmedido y azaroso, no participaría del ser, y ello conllevaría que el ser es malo. Ahora bien, si el ser es malo, el no-ser es bueno. Sin embargo, carece de sentido afirmar que algo, pese a no ser, es bueno. Por consiguiente, el ser es bueno y el no-ser es malo.
Mas el no-ser es siempre en función del ser, pues lo que no es no puede ser ni bueno ni malo. Y lo que es, si es malo, lo será en cierto sentido o absolutamente.
Si una cosa es mala en cierto sentido, no es mala para todos ni para siempre. Por otro lado, si una cosa es absolutamente mala, es mala para todos y para siempre. Sin embargo, nada de cuanto está en el dominio de la forma o de lo inteligible es malo para todos o para siempre, habida cuenta que de todo mal puede nacer un bien; o, por mejor decir, de todo mal debe nacer un bien dada una sucesión indefinida de causas y efectos, la cual provoca que la corrupción de un ser dé lugar a la generación de otro. En consecuencia, sólo es malo para todos o para siempre lo que, por no participar en el ser, no está en el dominio de la forma o de lo inteligible.