Si el fin del placer es el placer, éste será un fin sin fin, es decir, un fin infinito.
El placer y el dolor son inherentes a todos los actos humanos, de modo semejante a como el movimiento es inherente a todo cambio en las cosas. En consecuencia, el placer y el dolor no son buenos o malos en sí mismos, como tampoco lo es el movimiento.
La perfección de algo nunca se da en su inicio. El placer se da en el amor erótico desde su inicio. Por tanto, el placer no es la perfección del amor erótico.
Lo que perfecciona al hombre no puede estar en el hombre, puesto que si lo estuviera el hombre ya sería perfecto. Ahora bien, el placer está siempre en el hombre. Por consiguiente, el placer no perfecciona al hombre.
Que el fin del placer erótico es la reproducción se aprecia en el hecho de que la belleza y la aptitud sexual se dan en los jóvenes en edad fértil mucho más que en los ancianos. Incluso en el acto sexual masculino el placer cesa con la eyaculación, mostrando estar subordinado a ella.
Que el fin del placer carnal no es la saciedad se observa en el hecho de que una mayor cantidad de placer genera una necesidad mayor de placer, y no menor, creando una dependencia adictiva.
El placer es inferior al hombre, ya que el placer se da en el hombre y el hombre no se da en el placer. Sin embargo, cuando el hombre busca su reproducción persigue un bien igual a sí mismo (el hombre) o superior a sí mismo (la perpetuación de la especie).
Es una ridiculez decir que el hombre es inferior al placer porque pertenece al conjunto de seres que experimentan el placer. En ese caso habría que decir que el hombre individual es inferior a dicho conjunto de seres, no al placer, pues de lo contrario también podría afirmarse que el individuo es inferior al picor o al dolor de muelas.