Marcar el terreno con bravura y tener la osadía de sacar un libro -¿un libro? ¡Un libro!- a plena luz, visible, ostentoso y permanentemente sospechoso entre teléfonos inteligentes y tabletas...
Y luego, hacer como que no veo, no miro, no escucho: imagino que el joven sentado a mi derecha no es alumno de mi colegio y él hace, también, como que no me ve, apartarme de la rabia del de la izquierda, infante consentido que pega a su madre con un calcetín porque ella no atendió sus exigencias a la primera orden tirana...
Pasar la hoja, sujetar apenas el marcapáginas, seguir leyendo.