Hoy he decidido empezar a escribir sobre la dinastía Julio-Claudia. Es una dinastía que dará mucho que hablar, ya lo verán, y la más notoria en la historia del imperio romano. Cinco de los emperadores más famosos provienen de esta dinastía, a saber: Augusto (tan angelical que parecía cuando lo compraron), Tiberio (llegó al poder gracias a que su madre Livia se cargó a media Roma), Calígula (sólo puedo decir que estaba como una chota), Claudio (el único al que consideraban tonto, y el más listo en realidad) y Nerón (gracias a los dioses todavía no se habían inventado los mecheros). La dinastía Julio-Claudia era todo un espectáculo: traiciones, asesinatos, matrimonios incestuosos, destierros, conjuras y demás espectáculos morbosos que cualquier guionista pagaría lo que tiene por inventarse. Y es que la realidad superaba a la ficción, se lo aseguro. Para conocer más a fondo la telenovela de sus vidas, les recomiendo dos series que seguirán apareciendo durante el tiempo que compartamos juntos: “Roma” que nos relata los imperios de Julio César y Augusto y “Yo, Claudio”, que hace un repaso magistral a los imperios de Augusto, Tiberio, Calígula y Claudio. De Nerón nada, ya ven, aunque también tienen la película si quieren. Es muy complicado contarles las idas y venidas de esta gente de buenas a primeras, así, a bote pronto, ni siquiera sé por dónde empezar. He encontrado un árbol genealógico MUY simplificado en Wikipedia, en el que básicamente vemos en negrita los cinco emperadores, sus esposas, los hijos más relevantes, y sus hijos adoptivos que se unen con línea discontinua, y que, como ven, fueron claves en más de una ocasión.
Antes de seguir contándoles más detalles, quiero dejar clara una cosa, todo lo que a continuación relato, no son más que meras suposiciones, rumores, basados en ciertos escritos de cronistas que se han encontrado, pero que no son suficientemente consistentes como para darlos enteramente por válidos. Pero aquí han venido a jugar ¿No es verdad? ¡Despellejemos a esa bruja!
Según dicen, Livia acabó con la vida de más de uno de su familia, directa o indirectamente, ya sea acusándolos de traición y conjura o directamente envenenándolos, su pasatiempo favorito. Como he dicho antes, Livia quería a toda costa que su hijo Tiberio fuera el sucesor de Augusto, pero para hacerlo, tenía que pasar por encima de algunos cadáveres, porque su marido siempre prefería a otro antes que a su hijo. Condenó a Tiberio y a Julia a un matrimonio desdichado que acabó en tragedia, ya que ésta empezó a montárselo con todo lo que se movía, y, al ser atrapada y considerada una vergüenza para Augusto, que luchaba por la virtuosidad del matrimonio romano, fue desterrada por su propio padre. Julia murió en una pequeña isla llamada Calabria el mismo año en que lo hizo Augusto, que ya es mala suerte también.
Anteriormente, Julia había estado casada con su primo Marcelo, que era el hijo de Antonia, hermana de Augusto (una de mis Julia-Claudias favoritas junto al propio emperador Claudio) pero Marcelo murió por “enfermedad sospechosa”, dejando la vía libre a Tiberio para convertirse en el esposo de la hija del emperador
Cuando Julia fue desterrada, Augusto acogió a sus nietos como sucesores, que también murieron en “circunstancias extrañas”. Pero aquí no acaba todo. Germánico, padre de Calígula y uno de los mejores generales del imperio, era muy querido por el pueblo y en más de una ocasión había manifestado su nostalgia por la república. ¿Adivinen qué?…También murió “de una extraña enfermedad” en Antioquía. Pero ahora viene lo mejor, según dicen (me siento una colaboradora de un programa del corazón) Livia acabó envenenando al propio Augusto, cansada como estaba ya de tanta historia, me imagino. Pero le resulto bastante más complicado que al resto. Augusto empezaba a olerse algo, tantos sucesores muertos era bastante sospechoso. Y mientras tanto Livia presionando con lo de Tiberio. “Uhmm”-dijo Augusto-“ A ver si aquí mi señora me la está pegando...”Así que optó por tomar medidas drásticas. Sólo bebía de la jarra de donde bebía Livia y únicamente comía los higos que él mismo cogía de una higuera que tenía en el jardín. Pero aún así se lo cargó. ¿Cómo? ¡Envenenó los higos la tía! ¡Los envenenó mientras estaban el árbol!