Cutre. De lo peor que se puede ser en esta vida.
Los cutres existen porque tener clase tiene un coste.
Saberse el precio del caldo de pollo en el mercadona es cutre, pero te ahorra doce céntimos al mes.
Interrumpir la cola del supermercado para decirle a la cajera que te ha cobrado de más en los yogures. 5 céntimos por unidad. Poca broma.
Repasar las vueltas, cupones de descuento o la cerveza de marca blanca.
Privarte de algo que te puedes permitir y te apetece. Incluso formación.
Ojo, cutre también es valorar tanto el dinero como para que te dé vergüenza pedir un aumento o subir los precios.
Cutre es decir que sí cuando quieres decir que no.
Contestar «tenemos que quedar un día» cuando no tienes la menor intención.
Qué envidia me dan los cutres.
Ahorran veintitres euros y cincuenta y siete céntimos al año y de vez en cuando evitan tres segundos de incomodidad.
Mira…
Puedo tener la cuenta tiritando y dejaría los últimos 10 euros de propina. Eso es así porque puedo vivir sin dinero…
…pero no puedo vivir sin clase.
Y te diré algo más…
A quien puede vivir sin dinero, el dinero le busca.
Quien invierte en tener clase conoce bien los lugares a los que te lleva y la gente que te presenta…
…y cómo eso lo convierte en la inversión más rentable que existe.
En el newsletter explico qué debes hacer para que los clientes cutres desaparezcan.
Los que te piden que les enseñes el portfolio…
O que les envíes una propuesta…
Los de las preguntas absurdas tipo «¿Cuántos sois?» o «¿Dónde tenéis la oficina?» que no llevan a ningún sitio.
Cutres, adiós.
Adiós a perder el tiempo con toda esa mierda.
Se acabaron los mareos, las preguntas absurdas, las ideas y venidas.
Pim-pam-pum.
Conocer y vender.
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La entrada Si haces esto no te tengo ningún respeto se publicó primero en Luis Monge Malo.