Ernest Miller Hemingway, fijó su residencia en Cuba durante la década de 1940 a 1950. Su conocida afición por las bebidas alcohólicas, le llevaba a frecuentar todo tipo de bares, restaurantes y tabernas. En La Habana, era cliente habitual de dos establecimientos, La Bodeguita del Medio y el Floridita. Estos conocidos locales, sin duda deben su fama internacional a su relación con tan insigne personaje que los inmortalizó con la frase -Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en el Floridita- que escribió (evidentemente en inglés) en una de las paredes de la Bodeguita del Medio.
Uno de los actuales camareros de La Bodeguita del Medio
La Bodeguita del MedioEn este establecimiento de restauración, que tanta fama internacional ha adquirido, se sigue sirviendo comida tipicamente criolla, a base de arroz, frijoles, yuca, puerco (cerdo) y pollo. Todo ello regado con bebidas de producción cubana, en especial ron y el famoso mojito. Un combinado de ron, azúcar, limón, agua y hierba buena ó menta. El singular nombre de La Bodeguita del Medio, al parecer le viene dado por la propia clientela, debido a su diferenciada situación en la mitad de una calle. Ya que lo normal era que todas las bodegas ó fondas de la ciudad, se instalasen en las esquinas, por ser esta una ubicación mucho más estratégica y visible. En mi primer viaje a Cuba, pude disfrutar en diferentes ocasiones de la rica gastronomía que se servía en este establecimiento. Sin olvidarme de los famosos mojitos, que incluso pude llegar a ver como se preparaba la base, en mi visita a la trastienda. Durante esta primera estancia en La Habana, llegué a hacerme casi tan habitual de la Bodeguita, como el propio Hemingway. Tanto que uno de los cocineros acabó invitándome a su fiesta de cumpleaños.
El camarero prepara mojitos,indiferente ante el grupo de turistas que hacen fotos desde la puerta del local
En mi segunda visita a la isla, después de algo más de una década. Casi no puedo ni entrar a este conocido establecimiento, debido a la cantidad tan ingente de turístas que se agolpaban dentro y fuera del local. Pero ya que estaba allí, no quería quedarme sin mojito, así que me abrí paso entre la gente y situandome en un extremo de la barra solicité mi primer trago. Hice algunas fotos y quedé en volver cuando la cosa estuviese más despejada.En una segunda vuelta conseguí pillar el local, con menos embotellamiento turístico, pero mientras disfrutaba de mis mojitos y compartía conversación con el personal de la Bodega, intermitentes oleadas de turistas de todas las nacionalidades, se agolpaban ante la puerta, cámara ó móvil en mano y sin mediar palabra se ponían a tirar fotos como posesos Por suerte, esta vez se conformaban con las instantáneas (supongo que para dejar constancia de su "visita" a la Bodega en las redes sociales).Personal de La Bodeguita del Medio
Mientras abandonaba la Bodeguita, reflexionaba sobre como cambian las cosas y en como reaccionaría ante esta casi cómica situación, el aventurero Hemingway... si levantara la cabeza.Este establecimiento, fundado en 1817. Al igual que la Bodeguita, debe su fama mundial al recuerdo de la presencia de Hemingway, que acudía casi a diario para beber sus exquisitos daiquiris, en el que él llamaba, "el mejor bar del mundo". Con el tiempo el Floridita, se convirtió en un lugar dedicado a la memoria de este escritor. Las paredes están decoradas con fotos enmarcadas, en las que se muestran algunas escenas de la vida de este azaroso personaje. Y una estatua de bronce, que lo representa apoyado sobre la barra a tamaño real, ocupa ahora su rincón favorito dentro del bar.
La estatua que representa a Hemingway en su rincón favorito de la barra del Floridita
En mi primer viaje, ya perdido en el tiempo, solía compartir algunas de mis tardes en La Habana, con este Hemingway cuya imagen perpetuada en bronce, seguía controlando todo lo que sucedía en el bar. Entre los dos surgía una especie de complicidad, que tenía como puntos comunes el gusto por los daiquiris y por los espacios tranquilos, que los refrescantes y amplios salones del local, nos ofrecían. En muchas ocasiones, solo compartíamos nuestras copas y la lectura tranquila de algún libro, con los camareros del Floridita, alejados del húmedo calor y del agobiante trasiego de la ciudad.Camarera del Floridita, preparando un daiquiri
En la actualidad, Hemingway, convertido en estatua de bronce, asiste impasible como cliente fijo e inamovible, al continuo peregrinaje de visitantes curiosos, que lo rodean para hacerse fotos junto a su imagen, sin ni siquiera pedirle permiso. Llegando incluso, en los momentos de mayor afluencia a invadir sin ningún tipo de reparo, su tan valorado rincón del Floridita. En esta última visita, se me hizo muy difícil acercarme hasta su rincón para saludarle. Cuando por fin pude abrirme paso para llegar hasta él, pude comprobar desde su punto de vista como nos habían cambiado el ambiente de aquel selecto, tranquilo y sereno Floridita de los 90.La barra del Floridita, desde el rincón de Hemingway
Un ambiente de observadores asimétricos, a los que solo parece motivarles la búsqueda constante de instantáneas testimoniales, para captar con sus móviles. Observadores que finalmente acaban observandose los unos a los otros. Este es la nueva tendencia y actitud viajera, que el turismo de masas, acaba por imponer en la mayoría de los lugares que entran a formar parte de los circuitos turísticos. Todo parece reducirse a un "yo estuve aquí" inmortalizado con una foto digital en las redes sociales.Una simpática camarera del Floridita sirviendome un exquisito daiquiri
En esta ocasión, desde esta otra esquina en la barra del Floridita la y con un refrescante daiquiri en la mano, solo me resta elevar mi copa y brindar a tu memoria estimado Ernest.